Las dos ciudades y de las cosas nuevas de León XIV
El cardenal Robert Prevost Martínez era papable, pero no el que más apoyos tenía, en principio. Por eso salió elegido. Pero, a la media hora, todas las redacciones, comentaristas, obispos, clérigos y agustinos exhibieron su conocimiento del ya León XIV y pusieron de relieve sus múltiples facetas. A su nacionalidad norteamericana, de origen por su nacimiento en Chicago, se añadió la nacionalidad peruana, adquirida por los más de treinta años que vivió en Perú. Si además continuamos con que su ascendencia biológica es francesa-española, su biografía humana lo convierte en un latino por los cuatro costados. No hay mejor descripción de la biografía civil de su persona, por lo que me ha llamado tantísimo la atención que en el Vaticano se le conociera como un “yankee latino”.
Pero, tratándose del nuevo papa, es imposible no mencionar su faceta religiosa. Al papa jesuita le sucede un papa agustino, lo que ofrece otra dimensión más variada incluso que la de Francisco. En el caso de la descendencia religiosa de León XIV, y sin olvidar sus raíces primitivas cristianas, la herencia recibida de Agustín de Hipona –que vivió a caballo entre los siglos IV y V– afianza su fe. Y si a todo añadimos el nombre escogido de León, aparece su faceta social. Ha querido advertir a la Iglesia y al mundo del paralelismo existente entre la época de la publicación de la encíclica Rerun Novarum (de las cosas nuevas) por su tocayo y antecesor, León XIII, y la nuestra.
Con todos estos datos, no se puede negar que León XIV es un hombre polifacético y sabio, porque también se expresa en varios idiomas. Un humanista cristiano. Entonces, ¿qué podemos esperar de su pontificado? Él mismo lo expresó, atendiendo al significado de pontífice: “Ayudadnos también vosotros a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro”. En cuestiones de fe y dogma, habrá pocos, por no decir ningún desacuerdo en el interior de la Iglesia católica. Ni con la jerarquía más conservadora ni con la más progresista. Estos días un portavoz laico del Vaticano llegó a decir que al papa no se le discute, se le obedece; y él añadió: “Y se le ama”.
En cuestiones menos doctrinales y normas canónicas y de revisión, reformas eclesiales, de rebaja de su poder civil, de desprendimiento institucional de la Iglesia romana, habrá más discusión y debate, si lo intenta, aunque yo creo que no. Me refiero a la apertura de la mujer al diaconado y al sacerdocio, al celibato opcional para los curas, al matrimonio igualitario, etc. Pienso que le faltará carácter y fuerza.
Pronto veremos la naturaleza humana y de carácter de León XIV. Deviene de su formación y experiencia agustiniana. Todos los correligionarios que se han expresado estos días, y que yo haya oído, lo han hecho en ese carácter amable, amigable, bondadoso que siempre han visto en el obispo Prevost en sus encuentros como visitador general de la orden, comiendo en los mismos platos, el mismo menú, durmiendo en las mismas habitaciones y saludando a todo el personal.
Sin embargo, la orden agustina –que se creó en el siglo XIII como una orden mendicante– hoy ha perdido su carácter agustiniano y la mayoría de sus miembros se dedican a la enseñanza y han creado colegios religiosos en barrios de clase alta. En España, sus frailes ya no viven de la mendicación, sino de la propiedad de colegios concertados y de los recursos e ingresos que reciben del Estado.
Aun con ese cambio de ideología agustiniana, León XIV, más que un gran gestor (y le hará falta esa faceta en el Vaticano, sobre todo, en materia de cuentas), es un hombre espiritualista. Acabados los elogios del Gobierno por el nombramiento de Prevost como papa, el Ejecutivo podría aprovechar el momento para denunciar el Concordato vigente entre el Estado y el Vaticano, y hacer efectiva la separación entre la Iglesia católica y el Estado español.
El Gobierno podría aprovechar el momento para denunciar el Concordato vigente entre el Estado y el Vaticano, y hacer efectiva la separación entre la Iglesia católica y el Estado español
Más trabajo le creará tender puentes entre la ciudad en la que él se quiere incardinar y la mundana, en estos tiempos convulsos y de guerra en los que nos encontramos. Sabemos que en la palabra paz, repetida desde el primer momento con vehemencia, tendrá su fuerza moral para intervenir en todos los conflictos, para denunciar las muertes de los niños por las bombas o por el hambre, y las migraciones masivas.
Como en tiempos de San Agustín, cuando el horror por la ocupación y el saqueo de Roma (ya cristiana) por los bárbaros le impulsó a escribir el libro La ciudad de Dios, nos encontramos en una época parecida. La ciudad de Dios, celeste, agustiniana, que representa el cristianismo frente a la ciudad terrenal, laica y mundana. ¿Llegará León XIV, con su esclavina y estola al cuello, resaltando su faceta de gringo a tender puentes con el bárbaro gringo que ocupa la Casa Blanca? “Por sus obras los conoceréis”, dijo Mateo.
La elección del nombre de León XIV posiblemente responda a que encuentra paralelismos entre el contexto histórico actual y el de León XIII, cuando publicó la encíclica Rerum Novarum. Dicha publicación fue instada por la revolución industrial del siglo XIX, que provocó el despido y paro masivo de obreros; y nuestra revolución tecnológica, a pesar del enorme progreso de las naciones que conlleva y del aumento de la población mundial desde entonces, también destruye mucho empleo, aumenta la precariedad de los salarios y la pobreza infantil en el mundo.
Rerum Novarum ha servido a la Iglesia católica romana para construir y extender su doctrina social en las escuelas, universidades e institutos religiosos. Quien más contribuyó a esa extensión en España fue el cardenal Herrera Oria, que fundó el Instituto Social León XIII, con sede en Madrid, hasta convertirse en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología en la ciudad de Salamanca. Aquella encíclica ha servido, como la Carta Magna, para la fundación e inspiración en ella de muchos partidos políticos denominados Democracia Cristiana o similares.
La democracia cristiana ha tenido en Italia enorme influencia y poder de gobierno durante muchos años. Y en España, en Alianza Popular (AP) y Partido Popular (PP) ha influido mucho la corriente cristiana. La intención de León XIII, aun apoyando la agrupación de los obreros para la defensa de sus intereses, no era revolucionaria. No esperen encontrar en la Rerum Novarum la asociación de clase o, si prefieren, un llamamiento a formar sindicatos de clase para luchar contra la burguesía de entonces y el capitalismo, que acrecentaba su poder de una manera vertiginosa. Era la inspiración del asociacionismo obrero católico contra la lucha de clases. Para señalar unos datos: ya hacía cuarenta años que se había publicado el Manifiesto Comunista, se había conmemorado ya el Primero de Mayo en defensa de las ocho horas de trabajo y en recuerdo de los mártires de Chicago, y el sindicato UGT se había fundado en 1887, cuatro años antes de la publicación de la Rerum Novarum, en 1891. Es la cruz que a su elección como papa le han impuesto los cardenales a León XIV. Solo nos queda observar si podrá con ella o cuántas veces caerá.
P.D. He asistido durante unos minutos a la concentración en Callao por Europa. No ha sido manifestación, como la de Roma, ni ha habido 50.000 personas, como allí. Se puede decir que algo es menos que nada, pero desde un punto de vista objetivo ha sido un fracaso. No podemos conformarnos. En la manifestación de este fin de semana contra Sánchez participaron 25.000 y, este domingo, en la carrera de las mujeres, han participado 35.000. En la concentración en Callao, no más de 25.000. Y la mayoría superaban con creces los 50 años. ¿Dónde están los jóvenes?
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Felipe Domingo Casas es socio de InfoLibre