¡La banca siempre gana! Helena Resano
En su libro Ahora y en la hora (Alfaguara, 2025), nos cuenta Héctor Abad Faciolince que después de la Primera Guerra Mundial el poeta Giuseppe Ungaretti necesitó descomponer los heptasílabos para escribir. Resulta difícil una escritura cuando se necesita dar respuesta a la catástrofe, enfrentarse a los acontecimientos que llenan la vida de escombros y, lo que es peor, que dejan a la vida sin sentido. Intentar escribir supone entonces preguntarse por la escritura, buscar una salida al otro lado de las razones cotidianas.
Más que con las manos, los ordenadores o los bolígrafos, se llega incluso a escribir con una pala en busca de lo que hay enterrado bajo los escombros. La novelista ucraniana Victoria Amelina, cuando su país fue invadido por el ejército ruso, tomó conciencia de algo que caracteriza la razón de ser de la literatura: “Las historias deben salvarse como sea, saltar de un cuerpo casi muerto a otro cuerpo vivo. Es su última oportunidad”. Después de la escritura de Un hogar para Dom (Avizor Ediciones, 2023), Victoria Amelina dejó de hacer novelas y se dedicó a escribir reportajes sobre las víctimas de la invasión. Recorrió las zonas golpeadas por la violencia en busca de testimonios. La vida necesita saltar de un cuerpo a otro para que la violencia mortífera no imponga sus olvidos.
Llegó a la casa del poeta Volodímir Vakulenko. Activista, autor de literatura infantil y de poemas que llamaban a la supervivencia, supo que iba a ser detenido y asesinado. Así ocurrió en Jarkov, en 2022. Para que el ejército ruso no pudiera cancelar su testimonio, se apresuró a salvar a su hijo y a escribir 40 páginas, un diario personal de la desolación, que enterró en el jardín de su casa. Antes de que llegara el ejército enemigo, le contó el secreto a su padre, quien informó después a Victoria Amelina. La escritora utilizó una pala, sacó las palabras bajo tierra y dejó que saltaran a su cuerpo para contarnos la historia. La literatura pasa de los titulares a la vida, porque los argumentos no tratan en realidad de un asesinato, sino de la vida que siempre precede al asesinato.
Victoria Amelina y Héctor Abad coincidieron en la Feria del Libro de Kiev en 2023. La traducción al ucraniano de El olvido que seremos fue un buen argumento para que Héctor Abad mostrase su apoyo al pueblo invadido. Héctor tiene siempre el buen sentido ético de ponerse del lado de los justos frente a la barbarie, ya se trate del narcotráfico colombiano, la invasión de Putin o el genocidio israelí en Gaza. Luego la historia escribe sus argumentos. Victoria y Héctor quedaron en leerse, en conocerse, y viajaron juntos al Donbás. La vida necesita de la literatura porque es un azar, una sorpresa que está llena de rimas internas y de experiencias que escriben nuestro destino de manera disciplinada más allá de cualquier disciplina. La gente necesita vivir y las ciudades son capaces de llenar las pizzerías y las calles, aunque los colmillos del enemigo amenacen morder el pan de cada hora.
Estamos en junio de 2023. Al mismo tiempo que José Manuel Cajigas, el editor español de la escritora ucraniana, dejaba un ejemplar de su novela en la casa madrileña del escritor colombiano, Victoria y Héctor se sentaban en la mesa de una pizzería para cenar con unos amigos. Vivir es querer escuchar. Como Héctor no oye bien con el oído izquierdo, le cambió el sitio a Victoria en la mesa, poco antes de que un misil ruso hiciera saltar por los aires el derecho a tomarse en paz un vaso de vino y un trozo de pizza. Malditos sean los asesinos, los genocidas, los que se creen con derecho a dejarnos sin postre y sin conversación. Victoria Amelina fue una de las víctimas de esa barbarie disfrazada de conflicto internacional. Descansó en paz.
Malditos sean los asesinos, los genocidas, los que se creen con derecho a dejarnos sin postre y sin conversación
Otra de las víctimas fue Héctor Abad, que no descansó en paz, porque siguió con vida y se enfrentó a la difícil tarea de encontrarle sentido a la existencia. Aunque las palabras se negaron una y otra vez, necesitó pedirle a la escritura una respuesta. El lector de Ahora y en la hora descubrirá lo que significa la suerte amarga de seguir con vida, la necesidad de encontrar un sentido a la realidad, el compromiso de la literatura a la hora de meterse por dentro de los titulares de periódico para desenterrar con las manos o con una pala los testimonios del ser humano, la trinchera íntima del miedo, la culpa y el amor. Los lectores de Ahora y en la hora descubrirán un diario íntimo lleno de valores que merece la pena compartir.
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