No creas en fantasmas, piensa en lo que gana con tu miedo quien está debajo de la sábana

El siguiente paso del desprecio es el maltrato. Salvando todas las distancias, ocurre en las parejas tóxicas, en la ideología de ultraderecha y en guerras de exterminio como la de Gaza: se empieza cosificando al otro, se clama al cielo contra él, se le retrata como algo indigno y peligroso, una pura encarnación del mal cuyos vicios y amenazas justifican cualquier golpe que se le dé y castigo al que se le someta, con el argumento de que se lo merece y transformándose quienes lo atacan en víctimas que insultan, golpean o matan a la vez que hacen creer que sólo se defienden y luchan por su supervivencia. Y en el genocidio de Palestina ocurre lo que en el holocausto del pueblo judío a manos de los nazis y sucede a menudo en el vecindario del bloque de pisos donde la violencia doméstica convirtió una de las casas en un infierno: nadie ve ni oye nada. O todos miran para otra parte, que es la forma más cínica de la ceguera.

La ultraderecha española avanza hacia ese centro político que siempre fue menos un espacio real que un espejismo, devora a los supuestos conservadores moderados –que así venden su mercancía cuando llaman a nuestra puerta– e impone sus leyes de desigualdad y xenofobia en cada lugar donde clava su bandera, naturalmente preconstitucional. Les ayudan en su invasión, que ellos venden como una reconquista, el hecho de haber infiltrado agentes en las más altas esferas del Partido Popular –y ya se sabe que la carrera de la traición siempre la gana el caballo de Troya– y la debilidad o incapacidad de los líderes de la calle Génova, que no saben salir del abrazo del oso que se han dejado dar porque Madrid bien vale una misa. El modo en que allí donde asumen responsabilidades de gobierno bajan la cabeza ante las imposiciones de su socio, da la medida de quienes son el oro y quienes el plomo en esta aleación. Y lo que dicen las encuestas sobre el crecimiento de unos y el estancamiento de los otros, suena a último clavo en un ataúd. El tiempo lo dirá.

El PP volverá a La Moncloa alguna vez, tarde o temprano, en cumplimiento de la alternancia entre esa formación y el PSOE que caracteriza el bipartidismo que ha imperado en nuestro país desde el regreso de la democracia y sigue vigente, aunque sea debilitado por la aparición de nuevas siglas y la consiguiente fragmentación de los parlamentos nacional y locales. Pero si las cosas no cambian y dan un giro hacia la sensatez, en esta ocasión llegará de la mano de su antigua fracción radical, convertida en alternativa a sus propios orígenes y con ganas de demostrar que no hay peor astilla que la del mismo palo. El ejemplo a seguir se lo da el fantasma de muchas cabezas que recorre el mundo desde Washington a Jerusalén y de Buenos Aires a Roma, y el sustento ideológico, si es que lo necesitan aunque sea para disimular, ya se lo aportan negro sobre blanco Aznar y su fundación –o más bien fundición–, cuya receta para arreglar lo que no está roto en nuestra economía, que es la más saludable de Europa en estos momentos, empieza por quitar el salario mínimo y bajar las prestaciones por desempleo.

Los líderes de la calle Génova no saben salir del abrazo del oso que se han dejado dar porque Madrid bien vale una misa

Y todo ello con ese odio a la inmigración basado en bulos y exageraciones que si se le da la oportunidad pondrá en marcha una gran parte de sus amenazas de deportaciones masivas y demás –recuerden: el desprecio es un atajo al maltrato–, para solucionar unos supuestos riesgos que desmienten una y otra vez los datos y cuyo único fin es crear enfrentamientos y el caos –ahí están Torre Pacheco y Jumilla–, para luego ofrecerse a salvar a una patria de la que sólo les interesan las cajas fuertes: si la mayoría de las peleas entre aliados o familiares suelen ser por dinero y por ambición, pregúntense qué habrá pasado para que medio Vox esté peleado con el otro medio, sus antiguas cabezas visibles hayan rodado y tantos salten del barco en medio de la tempestad. Hasta la Iglesia le ha dado la espalda.

No crean en fantasmas, piensen en lo que ganan con nuestro miedo los que están debajo de la sábana. 

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