El fantasma del Ayuntamiento de Huesca

Un fantasma recorre Aragón, es el fantasma de las últimas elecciones municipales al Ayuntamiento de Huesca, donde cuatro partidos de la izquierda se quedaron sin representación, lo que facilitó la mayoría del Partido Popular.

Con la resaca de las elecciones extremeñas aún dando dolores de cabeza, se aproxima un nuevo adelanto electoral, esta vez en Aragón, con noticias que crean inquietud en las izquierdas. Los partidos que se sitúan en una izquierda no socialista, a saber Chunta Aragonesista (CHA), Podemos, IU, Movimiento Sumar y Equo no han alcanzado ningún acuerdo y concurrirán a los comicios en tres listas distintas: la de CHA, que intenta capitalizar el espacio aragonesista de izquierdas con una de sus pocas caras conocidas, la de Jorge Pueyo, hasta ahora diputado de Sumar en el Congreso, que se separa así de la candidatura que lo llevó a Madrid; la de IU y Movimiento Sumar, que a su vez han conseguido unir fuerzas en un espacio históricamente próximo con liderazgos que han ido migrando entre siglas pero manteniendo buenas relaciones personales; y aunque, de forma discreta y pegada a la realidad de esta tierra, a punto estuvieron ambas marcas de conseguir un acuerdo con Podemos, en el último minuto la operación fue vetada por la dirección nacional de esta última fuerza, que concurrirá por su lado como tercera en discordia, ansiosa de exhibir perfil como la esencia más pura y sagrada de un izquierdismo que no se sabe muy bien qué efectos busca. O quizá sí.

La noticia ha caído como una losa entre quienes ansiaban la unidad de la izquierda, sobre todo tras ver los excelentes resultados que la unión de IU y Podemos había dado en Extremadura. 

La famosa unidad de la izquierda no socialista se ha convertido en un mantra en los momentos en que todos los mantras recogidos en los manuales de ciencia política han saltado por los aires. Desde 2015, ni es cierto que más participación signifique cambio de gobierno, ni que cuando más se vota se beneficie inexorablemente a la izquierda. Las reglas del juego del bipartidismo saltaron por los aires con éste, como es lógico. 

Así, una pregunta emerge: ¿Es la unión de las izquierdas no socialistas garantía de éxito? ¿Es lo contrario el anuncio de un fracaso? ¿En qué casos sí y en cuáles no? La unión de las izquierdas no socialistas funcionó en Extremadura, lo hizo de forma clara aunque un tanto agónica ya en las generales de 2023, y por supuesto en las generales de 2019.

Si en 2016 los seguidores de IU y Podemos se miraban de reojo y acumulaban reproches, hoy, en todo el país, piden recomponer ese espacio político en alianzas amplias que sean capaces de tirar de la oreja izquierda del PSOE

Sin embargo, la unión de las izquierdas no socialistas no funcionó de igual manera en 2016, cuando la coalición de Unidas Podemos perdió más de un millón de votos respecto a lo que ambas formaciones habían obtenido por separado apenas seis meses antes, en diciembre de 2015, recordando la máxima que dice que en las coaliciones hay que descontar la pérdida de los electores que no se sienten cómodos con los nuevos compañeros de viaje.

¿Es, por tanto, la unión de esas izquierdas garantía de éxito? En absoluto. Depende, como siempre, de varios factores, entre los que está el sistema electoral. Si en Extremadura la barrera electoral para obtener representación era del 5% –lo que ayuda a cerrar acuerdos entre fuerzas minoritarias–, en Aragón lo es del 3%, lo que hace menos apetecible el pacto. Por otro lado, la proporcionalidad o desproporcionalidad de cada sistema también hace lo suyo. También las trayectorias difieren: la tierra del Ebro, en elecciones autonómicas, nunca ha visto una alianza entre las izquierdas.

No obstante, con permiso del sistema electoral, lo fundamental para valorar si la unidad de esa parte de la izquierda es o no favorable a sus intereses hay que buscarlo sobre todo en el estado de ánimo de sus electores, que no de sus militantes.

Si en 2016 los seguidores de IU y Podemos se miraban de reojo y acumulaban reproches, hoy, en todo el país, piden recomponer ese espacio político –diverso, plural, puntilloso, y a menudo cortoplacista– en alianzas amplias que sean capaces de tirar de la oreja izquierda del PSOE y ayudar a plantar cara a una derecha que amplía su espacio gracias al ascenso de los ultras. 

En Aragón, además, se ha instalado en la memoria de las izquierdas el fantasma del Ayuntamiento de Huesca. Cuatro formaciones de la izquierda no socialista se quedaron sin representación al no conseguir superar la barrera electoral del 5% que se exige en las municipales. Podemos alcanzó el 4,68%, Cambiar Huesca (donde se integró IU) el 4,47%, CHA el 4,43% y Verdes-Equo, el 4,3%. En total, casi un 18% de votos sin representación que facilitaron una mayoría simple  para el Partido Popular.

No es, por tanto, muy osado aventurar que la división en tres candidaturas de la izquierda no socialista en Aragón no augura nada bueno. Pero no porque la unidad siempre sea garantía de éxito, o porque el sistema electoral empuje en una u otra dirección, sino porque desvela la incapacidad de quienes la han impedido para hacer lo más importante que debe hacer un líder político: saber leer e interpretar el estado de ánimo de quienes querrían votarles. 

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