El blog del Foro Milicia y Democracia quiere ser un blog colectivo donde se planteen los temas de seguridad y defensa desde distintas perspectivas y abrirlos así a la participación y debate de los lectores. Está coordinado por Miguel López.
¿Mili o movilización?
La Unión Europea+ ha decidido rearmarse, temerosa de que Rusia pueda algún día, quizás no lejano, atacarla o invadirla, a ella como tal o a alguno de sus países miembros. Entre las medidas que se están adoptando o previendo, además de un considerable aumento de los presupuestos para la defensa, una acelerada producción y compra de armamento y material, especialmente de tecnología avanzada, se empieza a hablar también de recuperar el servicio militar obligatorio (nuestra antigua “mili”), entendiendo por tal la incorporación de civiles, es decir, de no profesionales de la milicia, a las previsiones de defensa militar.
En muchos de los países de la UE+ ya existe el servicio militar obligatorio (nunca se suprimió o se ha recuperado recientemente). En Austria, Chipre, Estonia, Finlandia, Grecia y Suiza sólo para varones; en Dinamarca (a partir de 2027), Noruega, Letonia, Lituania y Suecia para ambos sexos (en diferentes modalidades).
De quienes quieren recuperarlo, Francia y Alemania son los más significativos y los que parecen tener más adelantado su planeamiento. Francia (que suprimió su servicio militar obligatorio en 1996) tiene previsto crear un servicio militar voluntario y remunerado, que el Parlamento podría transformar en obligatorio en caso de necesidad. Se realizaría exclusivamente en territorio nacional (metrópoli o ultramar) por jóvenes de 18 y 19 años para alcanzar la cifra de 10.000 efectivos en 2030 y de 50.000 en 2050, recibiendo una remuneración de 800 euros al mes mientras dure su incorporación al servicio. Durante el primer mes de servicio, recibirán un entrenamiento básico de “manejo de armas, disciplina, marcar el paso, cánticos y el conjunto de rituales que alimentan la fraternidad de los ejércitos y contribuyen a la grandeur de Francia”. A continuación, nueve meses en unidades operativas, tras los cuales podrán licenciarse, mantenerse en la reserva operativa o incorporarse a las Fuerzas Armadas como profesionales.
Alemania (que suprimió su servicio militar obligatorio en 2011) tiene previsto que, a partir de 2026, todos los varones con nacionalidad alemana, al cumplir 18 años, deberán obligatoriamente (voluntariamente las mujeres) contestar un cuestionario con datos personales (para posibilitar su seguimiento en caso de movilización) y pasar un reconocimiento médico para comprobar sus capacidades físicas, psíquicas e intelectuales, tras lo cual deberán decidir si incorporarse o no al servicio militar voluntario —que podría convertirse en obligatorio si el número de voluntarios se considerase insuficiente y lo aprobase el Bundestag (Parlamento)— de seis meses de duración con una remuneración de 2.600 euros al mes. El objetivo a alcanzar es que las Fuerzas Armadas alcancen la cifra de 255.000 efectivos y 200.000 reservistas en 2035.
¿No sería mejor aprovechar los conocimientos y experiencia del personal movilizable a edades más avanzadas?
En ambos casos, una vuelta a la “mili” tradicional: jóvenes de 18 años pasando unos meses en los escalones más bajos de una unidad operativa. Un tipo de unidad al que podrían ser movilizados en el futuro en caso de necesidad cuando, muy probablemente, hubieran pasado quizás años y el armamento y demás tipos de material, las tácticas y las técnicas fueran completamente diferentes. Hoy día, “las ciencias adelantan que es una barbaridad”, que decía la zarzuela (La verbena de la Paloma), e incluso los militares profesionales tienen que irse adaptando casi a uña de caballo a los cambios que la tecnología y la modernización imponen.
¿No sería mejor aprovechar los conocimientos y experiencia del personal movilizable a edades más avanzadas? La diferencia de conocimientos y experiencia formativa y laboral entre un logista, un conductor de vehículos pesados, un experimentado informático, un médico o sanitario, o un piloto, etc. civiles respecto a sus equivalentes militares es desde luego mucho menor que su diferencia con un soldado asignado al azar a la unidad que le toque tras ser movilizado. Son sólo ejemplos, seguro que los hay mucho mejores, pero lo que tratan de transmitir es que enseñar “a disparar, disciplina, marcar el paso, cánticos y rituales” y practicarlo después unos pocos meses (copio literalmente de la propuesta francesa) a jóvenes de 18 años aún en formación (psíquica, cultural y social) no es la forma más sensata, y, por lo tanto, más eficaz, de tener una reserva útil en caso de guerra o de alarma de seguridad.
Marcar el paso, es decir lo que se conoce como “orden cerrado”, no sirve para nada porque el “orden cerrado” es como se combatía antes, hasta mediados del siglo XIX
Porque, a poco tiempo que pase entre su “mili” y su movilización en caso de guerra, el arma con la que deben “disparar” ya no será la que conocieron, como no lo será el ambiente bélico en que deben desenvolverse (adopto el estribillo de la zarzuela, “es que hoy en día la tecnología avanza que es una barbaridad”). Si lo que se pretende es tener personas preparadas para la guerra actual, no digamos la de un posible futuro, “marcar el paso”, es decir lo que se conoce como “orden cerrado”, no sirve para nada porque el “orden cerrado” es como se combatía antes, hasta mediados del siglo XIX. Hoy en día, no digamos por tanto en el futuro, lo que se exige es precisamente lo contrario: iniciativa a todos los niveles, dispersión, maniobra, sorpresa, etc.: disciplina y sincronización de objetivos, no de movimientos. Una cosa es que las ceremonias solemnes y los vistosos desfiles militares sean una forma de hermanar a las fuerzas armadas y a éstas con la población civil y otra que sean útiles para la guerra. En cuanto la concienciación del sentimiento patrio (“cantos y rituales”), mejor dejarlos para el sistema educativo nacional, no vaya a ser que alguien acabe creyendo que eso es (o debe ser) sólo patrimonio exclusivo de los componentes profesionales de las fuerzas armadas.
Una posible alternativa a este tradicional servicio militar obligatorio sustentado en un rito iniciático a temprana edad podría ser el desarrollo de unos planes de movilización basados en la idoneidad de los cometidos a desempeñar en caso de ser movilizados. Cada movilizado se entrenaría para ir a la guerra, si falta hiciera, desarrollando labores y cometidos lo más similares posible a su puesto de trabajo civil en su vida normal. Un primer paso tendría que ser algo similar a la base de datos personales de toda la población, permanentemente actualizada a través de padrones municipales y requisito de plantillas públicas y privadas, por ejemplo, preconizada por Alemania para posibilitar el seguimiento de la población en aras de su posible movilización para “entrenamientos” o necesidad real. Estas “movilizaciones de entrenamiento”, que se iniciarían cuando los movilizables tuvieran ya una cierta estabilidad laboral y durarían hasta la edad o condición que se determinase, no necesitarían ser de tan larga duración como las de la tradicional “mili” (meses o incluso años), ya que se movilizaría para puestos que se corresponderían con la actividad y experiencia profesional y laboral de cada individuo (días, como mucho, en algún caso, algunas semanas). Conocimiento de su puesto y entrenamiento de sus cometidos que tendrían que revalidarse cada cierto tiempo (¿diez años como máximo de intervalo?, por ejemplo) en función de los cambios que se vayan produciendo en los aspectos definitorios de cada cometido. E irían a la guerra, si tuvieran que ir, ya con la formación suficiente, debido a su edad y experiencia vital, como para evaluar adecuadamente la necesidad, idoneidad y oportunidad de la misma.
Siempre habrá necesidad, en caso de guerra, de puestos a movilizar que no tengan equivalente en la sociedad civil. Es el momento de que los cubran los jóvenes que, tras un pequeño periodo de instrucción focalizada en el puesto concreto que vaya a ocupar, tendrán el más auténtico servicio temporal militar: la guerra.
Por supuesto, todo lo anterior es sólo un esquema, probablemente bastante complicado de desarrollar, pero al que le veo algunas ventajas sobre la tradicional “mili”. La primera es la que he repetido varias veces a lo largo del artículo: un importante número de los movilizados desarrollaría en sus “entrenamientos”, y en la realidad si llegara, cometidos si no iguales, por lo menos del mismo espectro laboral que conoce y al que está acostumbrado. No tendría que hacerlo cuando aún no sabe qué va a ser de su vida ni en qué va a trabajar, lo que hace que la sensación de pérdida de tiempo y rechazo sea menos probable (¿quién no rajaba cuando estaba en la “mili”?). Los movilizados adultos, que son quienes en realidad hacen funcionar la sociedad, entenderían mejor la necesidad de la defensa (de estar preparados) y al terror a la guerra no se le añadiría la incertidumbre del cometido a realizar. Las “movilizaciones de entrenamiento”, de corta duración y espaciadas en el tiempo, resultarían menos gravosas siempre y cuando los planes de movilización sean suficientemente flexibles y tengan adecuadamente en cuenta la compensación de los perjuicios monetarios, temporales, laborales, familiares y sociales que implicarían estas movilizaciones de corta duración.
Lógicamente, el sistema también presenta dificultades e inconvenientes en las áreas laborales y familiares pero, probablemente, solucionables si los planes de movilización se aplican con flexibilidad. Como, por ejemplo, los perjuicios que se le puede acarrear a instituciones oficiales y empresas privadas, que se verían privadas de cierto personal por un periodo (corto) de tiempo, debiendo mantener sus sueldos y salarios. Pero es que, se supone, que a la defensa nacional tiene que contribuir todo el mundo, tanto los individuos como las organizaciones, sean públicas o privadas.