Siempre faltaba un cromo en la barra de chocolate
Libros en el terreno de juego. Literatura vasca y fútbol
Mari Mar Boillos y Jon Kortazar (eds.)
Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco (2023 - 255 páginas)
Porque el tiempo siempre pasa más despacio cuando transitamos por caminos extraños
A Sergio Manzanera y Aitor Aguirre, por aquella tarde de fútbol con el Racing el domingo 28 de septiembre de 1975.
Se dice al principio de este libro. Lo raro que resulta encontrar "intelectuales" que se interesen por el fútbol. Caminos extraños que a veces se cruzan y salen de ese encuentro narrativas de un interés notabilísimo. Muchas de esas narrativas están bien testimoniadas por la literatura vasca. Precisamente, Libros en el terreno de juego surge de ahí, de la escritura en euskera. Dos publicaciones en 2020 y 2022. "Este volumen recopila y ofrece versiones en español de los trabajos publicados en esas dos obras", anuncian en su presentación Mari Mar Boillos y Jon Kortazar, de la Universidad del País Vasco. Pero ojo, hay una aclaración importante: "… lo que presentamos ahora no son las traducciones de los textos que se editaron en euskera, sino nuevas versiones de aquellas redacciones". También aporta, esta edición, algunas novedades y al final dejan bien claras sus intenciones al abordar este nuevo trabajo: "En definitiva, se ha buscado que los escritores y textos analizados pudieran ser consultados por un lector que no conoce todo el sistema literario vasco o no puede acceder a él". Así que es un gozo haberme cruzado con este libro. Cuando el fútbol era otra cosa tan distinta a lo que ahora es, jugué muchos años y hasta estuve a un paso de fichar con un sueldo bastante potable para la época en el filial de un Primera División de cuando yo no llegaba a los veinte años. No lo hice porque me apliqué el cuento que muy acertadamente relata David García Cames sobre José Ángel Iribar (el Txopo), legendario guardameta del Athletic y seguramente, con Lev Yashin y Ricardo Zamora, los mejores porteros de la historia. Comenta ampliamente García Cames un libro de Galder Reguera: Hijos del fútbol. Por encima de todo lo demás, destaca Reguera el componente lúdico del fútbol y por eso escribe: "Quizá sea esto lo que haga que, en realidad, no me plantee en ningún caso que mis hijos lleguen a ser futbolistas. No quiero legarles un sueño imposible que les impida disfrutar plenamente de lo que en realidad el fútbol es: un juego". Pues resulta que hoy todas las familias quieren tener un Messi en casa. Los sábados te hinchas a ver coches ocupados por un señor y un niño: a disfrutar o a armar la bronca en los partidos del chaval. En el libro que les cuento todavía no sale el fútbol que han dignificado las campeonas del mundo. A ver si para el siguiente…
El fútbol nunca se apartó de la política. Para bien y para mal, esa separación nunca se produjo. Lo que pasa es que ha habido cambios importantes desde sus inicios hasta ahora: "De fenómeno de las masas obreras, el balompié volvió a convertirse en pasatiempo favorito de miembros de las clases altas y la intelligentsia, escribe Yvette Sánchez. Y con la política tiene que ver la aproximación que hace la profesora Miren Gabantxo-Uriagereka a la famosísima novela de Luis de Castresana El otro árbol de Guernica, publicada en 1967. Y por si no había suficiente vergüenza con la versión novelada de la historia, nos llega la película dirigida por Pedro Lazaga en 1969. El niño vasco y su amigo belga conmovidos en la despedida mientras comparten el Agur Jaunak y la camiseta del Athletic: "Todo sucede bajo la acacia del internado belga Fleury, que para ellos es el simbólico árbol de Gernika". Seguimos con la infancia porque es ahí cuando surge la afición al fútbol. Desde ahí se va construyendo una identidad. Y no sólo deportiva. Bien que lo escribe Jon Kortazar cuando recrea la novela Aquella edad inolvidable, de ese gran escritor que fue Ramiro Pinilla. Los triunfos y los fracasos. La vida que se vive en los sueños y la de después, cuando esos sueños han adquirido el color amargo de la derrota. El mito del fútbol. Siempre. Y la nostalgia. Sólo he ido una vez en mi vida al campo de Mestalla, sede del València CF. Fue en un partido contra el Athletic. Me llevaron mis tíos cuando yo no levantaba dos palmos del suelo. Juraría que en aquel partido jugaba uno de mis ídolos: Piru Gainza, extremo izquierdo. Pues no. Sin embargo, lo vi correr ese día por la banda, como también a Seguí -otro de mis mitos- por el lado valencianista. Y tampoco. Nunca los vi a ninguno de los dos. Se habían retirado un par de años antes de aquel partido. Los recuerdos inventados. Pero no se me olvidan futbolistas de aquel tiempo. Del Athletic y la Real Sociedad: Carmelo, Mauri y Maguregui, Arieta, Orúe, Araquistáin, Mendiluce, Chus Herrera… Y Jesús Garay, defensa central que dejó el Athletic para irse al Barça y formar un inexpugnable triplete defensivo: Olivella, Garay, Gracia. Aquel traspaso nos sorprendió tanto como descubrir, muchos años después, que en el Levante UD jugaba un chileno que era de izquierdas y le negó el saludo a Pinochet en un partido internacional de su selección. Su nombre está siempre en mi nómina de jugadores imprescindibles: Carlos Caszely. Lo digo porque ser de izquierdas no es algo habitual en el mundo de las figuras del futbol. Mi ídolo principal fue Enric Gensana, medio volante del Barça. Hablé con él por teléfono para invitarle a un curso sobre Fútbol y Literatura en la UNED de València. Quedamos a comer en Barcelona. Y el mito se murió unos días antes de encontrarnos. La vida es demasiadas veces una mierda.
Antes había dos puestos fundamentales en un equipo: el portero y el delantero centro. Ahora no hay ninguno. Los dos han tenido mucha literatura: Handke y Vázquez Montalbán, por ejemplo. Y bastantes de los textos que aparecen en este libro magnífico que habla de la literatura vasca y el fútbol. Ahora el portero casi recibe más balones cedidos por sus defensas que por los lanzamientos de los contrarios. Y delantero centro nato, rien de rien. Hay alguno que se aproxima al 9 clásico, pero sólo eso: una aproximación. No soy un abuelo cebolleta en esto del fútbol, pero es que el de ahora es insoportablemente aburrido. Tiene mucha más clase, pero es aburrido. Tanto pase y tanto pase y al final se olvida que el gol es la esencia del fútbol. Si se alegran tanto cuando marcan un gol, y se abrazan, y bailan, y hablan con el padre que está en los cielos, y se besan el escudo, y le dedican el gol al bebé que está por nacer… si tanta alegría les produce conseguir un gol pues que disparen como lo hacían Puskas o cabeceen como Zarra o en más moderno Santillana y se dejen de tocar y tocar y tocar como si fueran el pianista de Casablanca. ¡Ah!, por favor: no nos olvidemos del árbitro. Lo salva Eduardo Galeano, siempre con el humanismo por bandera. Ahí no coincidimos. El árbitro era mi bestia negra. Me pasaba el partido protestando. Ese autoritarismo desmedido. Cómo admitirlo. Y a pesar de eso, sólo me expulsaron una vez en mi vida. Igual es que le ponía, ya entonces, algo de lírica a mis protestas. Igual era eso.
También hay una literatura juvenil dedicada al mundo del fútbol. Y también esa literatura está presente en Libros en el terreno de juego. Creo que no hay un solo palo que dejen de tocar las páginas de un libro que emociona tanto como emocionaba un acto de lo más inocente en mis años de infancia: abrir el envoltorio de la barra de chocolate para ver qué futbolista aparecía en los cromos de regalo y pasarlos luego a un álbum que jamás acabábamos de completar porque siempre había uno que no salía nunca. ¡Ah, hablando de porteros!: ¿se imaginan a Albert Camus defendiendo en Argel los tres palos del Racing Universitaire? ¿O a Chillida con el mismo cometido en la Real? ¿O al mismísimo Nabocov en Cambridge, no sé si para entretener su largo tiempo de exilio? Pues sí, el cruce de la intelectualidad y el fútbol no sólo alcanza a la literatura sino, en algunos casos, a la propia práctica de ese deporte, un deporte en el que hoy también se cuece una situación extraña: cómo puede mantenerse a flote el afecto a un club, la pertenencia, cuando ese club sólo es una empresa más de un multimillonario al que las emociones y los afectos y la pertenencia le importan un pito. Cosas por otra parte nada raras de este capitalismo implacable que sabe cómo hacer para que hasta las emociones coticen en las listas del Ibex35.
Al final hay como una encuesta que tiene como protagonistas a los mismos futbolistas. Sobre su relación con los libros. Los encuestados, según se aclara en el texto de presentación de ese capítulo, han sido elegidos como lectores más o menos habituales. Por qué leen, influenciados por quién o por qué, qué tipo de libros ocupa sus lecturas, si hay alguno que especialmente les ha dejado marca en sus vidas… No salen los nombres de los encuestados, pero sí los de algunos autores y sus libros en la lista de preferidos. No sé si arriesgo mucho si digo que la afición a los libros no es algo que mueva, ni siquiera un poco, a los futbolistas de ahora. Por no hablar de otros valores que los dejan desnudos frente al mundo, como el lamentable espectáculo que supuso la lectura, en comparecencia pública, del comunicado leído —o mejor: susurrado— por el capitán Álvaro Morata sobre lo sucedido después de la final que ganaron en Australia las futbolistas de la selección española. Un comunicado que no se sabe si era a favor de Jennifer Hermoso o para pedir disculpas a Rubiales por lo mal que se lo habían hecho pasar las hordas feministas. Ahí están las repetidas palabras de Carvajal, jugador del Real Madrid y también de la selección: un prodigio de insolidaridad y de machismo que al parecer llenan de orgullo al futbolista. En fin.
Despertar cada día en sitio extraño
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Para acabar, recuerdo un acto sobre Literatura y Fútbol que se celebró en València hace años. Presentaba la sesión el periodista Juan José Pérez Benlloch, y participábamos en el debate el maestro Julián García Candau, Jorge Valdano y yo mismo. En una de mis intervenciones, hice referencia a las palabras recientes de un famoso futbolista, internacional, defensa central del Real Madrid: nunca había leído un libro. Lo dije con un punto de tristeza, claro. Y Valdano contestó, seguramente en un plano intelectual que a mí se me escapaba: lo suyo no tiene por qué ser leer libros, sino jugar bien al fútbol. Espero que, ya no aquel defensa central, sino el propio Valdano y ustedes mismos lean Libros en el terreno de juego. Literatura vasca y fútbol. Se lo van a pasar bien. Tan bien como cuando en el fútbol se hinchaban a marcar goles y el público sentía que los afectos, la pertenencia, incluso la identidad, eran importantísimos las tardes de domingo. Y eso: nadie me quitará de la cabeza que uno de esos domingos, en el campo de Mestalla, vi correr por las bandas a Piru Gainza y Seguí. ¿Recuerdos inventados? Y a mí qué.
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Alfons Cervera es escritor. Su último libro es Maquis (Edición 25 aniversario en Piel de Zapa).