Crónica de un bloqueo: así impidió el Egipto de Al Sisi la marcha mundial por Gaza
Mientras la tripulación del Madleen zarpaba hacia la Franja de Gaza, hombres y mujeres de todos los continentes se inscribían como miembros de una de las ochenta delegaciones nacionales de la marcha internacional hacia Gaza. Esta iniciativa ciudadana y pacífica, anunciada tiempo antes y respaldada por instituciones y personalidades civiles y políticas, tenía previsto llegar el viernes 13 de junio a la ciudad de El Arish, en Egipto, capital de la gobernación del Sinaí Norte.
Después de tres días de marcha por el desierto deberían haber llegado al puesto fronterizo de Rafah, donde los camiones humanitarios están bloqueados por Israel. Partiendo de Túnez, la caravana Sumud (término que designa la perseverancia del pueblo palestino en permanecer en sus tierras frente a la colonización israelí) debía unirse a la marcha.
Aunque la organización había advertido de que la marcha solo se llevaría a cabo con el acuerdo previo de las autoridades egipcias, el celo con el que estas se esforzaron por impedirla y hacerla invisible dejó consternados a los participantes.
El 11 de junio, en un comunicado difundido por su ministerio de Asuntos Exteriores, Egipto recuerda la necesidad de obtener los permisos adecuados para viajar al Sinaí, muy militarizado, y menciona la existencia de un proceso administrativo para ello. El comunicado, en el que el país reconoce “la importancia de ejercer presión sobre Israel para que levante el bloqueo de Gaza” y celebra el “apoyo regional e internacional, tanto oficial como popular, al Estado palestino legítimo”, contrasta con el trato reservado a los manifestantes y las denegaciones de las solicitudes de autorización.
Contrariamente a su declaración de principios, Egipto se ha mostrado firme en su determinación de frenar el movimiento. Desde el 11 de junio, al bajar del avión, decenas de personas fueron detenidas ilegalmente en el aeropuerto, siendo expulsadas a continuación. Para obstaculizar aún más la dinámica de la marcha, la policía y los servicios de inteligencia también llevaron a cabo redadas e interrogatorios en los hoteles que alojaban a los participantes, que también fueron expulsados.
Detenciones violentas
Ante la magnitud y la ilegalidad de esas detenciones, la organización de la marcha anunció, en la noche del jueves 12, la cancelación de la salida en autobús hacia El Arish, prevista para la mañana siguiente. En su lugar, se fijó una cita en Ismailia, a 130 kilómetros de la capital. Este cambio de planes no sería suficiente: la inmensa mayoría de los participantes fueron detenidos en el camino por controles policiales, a varias decenas de kilómetros de El Cairo, antes incluso de que se produjera ninguna concentración.
Yanis El Asli, de 29 años, que no dudó en acudir desde París para participar en su primera acción militante, explica que casi “a todo el mundo le confiscaron el pasaporte”. Sin que las autoridades dieran ninguna razón legal, varios cientos de personas fueron “retenidas durante más de cuatro o cinco horas” en un peaje.
Cuando los policías comprenden que la asamblea pacífica decide quedarse allí, en lugar de regresar a El Cairo a cambio de la devolución de los pasaportes, la tensión aumenta: “Se llevaban a la gente por nada” y les metían a la fuerza en autobuses fletados. Los policías se vuelven violentos, las maletas quedan en la carretera sin sus dueños.
Leila*, de 46 años, procedente de París, estaba presente en otro control: mientras cientos de personas allí presentes permanecían tranquilas, en un ambiente festivo, llegaron “unos treinta hombres y niños”, algunos de apenas 11 ó 12 años, y empezaron a golpear con palos a la multitud acorralada por la policía. Luego, los presentes también fueron devueltos a El Cairo en autobús. A Leila eso le recuerda los métodos de los baltaguías, las bandas de matones del régimen: “El Gobierno egipcio utiliza a los niños” y a hombres enmascarados “para que no se les pueda identificar”, con el fin de que la población sea considerada responsable.
Hemos venido a ejercer nuestros derechos fundamentales, pero Egipto nos lo impide
En la furgoneta que lleva a veinte detenidos al aeropuerto, Yanis, víctima de una crisis de hipoglucemia en la celda por falta de comida, cuenta la violencia que sufrió un hombre que “le reventaron a patadas y puñetazos porque se resistía”. Todos fueron expulsados y sus teléfonos, manipulados informáticamente, les fueron devueltos con el código de acceso anulado.
Entre ellos se encuentran Ahmed y su hermano, dos refugiados palestinos en Suecia, detenidos cuando visitaban a su familia, refugiada en Egipto, a unos veinte kilómetros del control policial. Las pocas personas que lograron llegar a Ismailia sufrieron la misma violencia, como el parlamentario turco Faruk Dinç, herido en la cabeza por un objeto lanzado por la policía egipcia.
En los días posteriores a la suspensión de la marcha, el ambiente sigue tenso en los hoteles de El Cairo. Con una situación tan incierta, los participantes que aún no han decidido regresar esperan noticias de sus respectivas delegaciones. Con los medios de comunicación saturados por el conflicto entre Israel e Irán, siguen estancadas las negociaciones para obtener cualquier tipo de autorización. Durante el fin de semana se anuncia en redes sociales la finalización oficial del evento.
Las personas que aún se encuentran allí preguntan por las que han desaparecido; se ha creado una página web para contarlas y localizarlas. Algunas intentan pensar en un posible nuevo intento pero las autoridades quieren asegurarse de que no lo haya: varias personas son fotografiadas y seguidas por agentes.
Eso es lo que ha empujado a Sam a regresar. Militante palestino refugiado en los Países Bajos, comprometido con la defensa de los derechos LGTBIQ+ en Oriente Medio y el norte de África, denuncia esta persecución: “Hemos venido a ejercer nuestros derechos fundamentales, pero Egipto nos lo impide”. Laurie, acompañante y activista de los derechos humanos, prefirió cambiar de hotel cuando una persona de su grupo fue interrogada de forma extraña en la calle por “grupos de hombres”. Ahora duda entre unirse a la caravana Sumud a su regreso a Túnez y organizarse allí, o hacerlo en Europa.
Al igual que Laurie, la represión no parece haberse interpuesto a la motivación de muchos. Pocas horas después de aterrizar en París, Yanis se encontraba en la plaza de la República, el sábado 14 de junio, donde se celebró una gran concentración en favor de Palestina y la liberación de los miembros del Madleen que aún permanecían detenidos ilegalmente en Israel. Los manifestantes fueron duramente reprimidos por los CRS (Compañías Republicanas de Seguridad, los GEO franceses, ndt), enfurecidos porque le habían puesto a la estatua de la Marianne de la plaza un peto con los colores de la bandera palestina.
“Estamos en Francia, pero nos pegan igual”, constata Yanis, antes de concluir que su estancia en Egipto, aunque frustrante, “dará lugar a otras acciones por su parte, y de forma más concreta”. Mientras proliferan los llamamientos a seguir el ejemplo de Madleen, el doctor Hicham El Ghaoui, una de las figuras de la marcha mundial hacia Gaza, detenido en su habitación de hotel, ha convocado una próxima manifestación ante el Parlamento Europeo.
Caja negra
* Leila no desea dar su identidad completa.
Regard Brut, enviado a El Cairo por Mediapart, no pudo obtener el visado de periodista debido a los plazos muy ajustados y a los complejos trámites. Mezclado entre la multitud de participantes, fue identificado, al igual que otras personas que tomaban imágenes. “Probablemente con la intención de invisibilizar la represión”, dice. Tras pasar un tiempo en el furgón que se llevó a las demás personas detenidas, finalmente no fue expulsado. Permaneció allí tres días.
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Es autor de un reportaje publicado anteriormente por Mediapart: “En la extrema sequía de Kenia, tres mujeres buscan el oro azul”.
Traducción de Miguel López