DEFENSA
Así fueron las 72 horas frenéticas de negociación entre España y la OTAN: llamadas, cartas y la clave “allies”
A mitad de la mañana del pasado jueves España decidió romper el silencio. Pedro Sánchez no estaba dispuesto a sumarse al borrador que Mark Rutte había mandado a las capitales con un texto que exigía una inversión del 5% del PIB en defensa, como quería especialmente Donald Trump, de cara a la cumbre de la OTAN de La Haya (Países Bajos). Era inasumible para el Ejecutivo de coalición.
En ese momento arrancó una frenética negociación, como señalan fuentes conocedoras de las conversaciones, para tratar de llegar a un acuerdo. A la OTAN no le pilló por sorpresa, ya que el Gobierno español llevaba meses insistiendo en público, pero, sobre todo, en privado en que no podía hacer frente a un aumento que supondría unos 350.000 millones de euros de aquí a 2032.
El Ejecutivo español había trasladado de manera discreta esa postura en conversaciones desde hacía semanas con los socios desde que Rutte había puesto en abril sobre la mesa la condición del 5%. Y el Gobierno había desplegado conversaciones a varios niveles, como indican las fuentes. El propio Ministerio de Asuntos Exteriores estuvo en contacto desde entonces con la Administración de EEUU para explicar las razones del rechazo, a través del ministro del ramo, José Manuel Albares, y el secretario de Estado de Asuntos Exteriores y Globales, Diego Martínez Belío. También se movieron durante esas semanas la ministra de Defensa, Margarita Robles, y el embajador ante la Alianza Atlántica, Federico Torres.
"Hubo momentos en los que parecía que no sería posible"
Pero las conversaciones no llegaron a buen puerto. Y el miércoles Pedro Sánchez decidió romper el silencio (así se llama cuando un país se opone al texto que se va a acordar y que circula entre las capitales para ver si hay unanimidad). Arrancaba en ese momento una nueva y crucial fase de la negociación, tomando las riendas el propio presidente del Gobierno y su jefe de gabinete, Diego Rubio.
Los teléfonos empezaron a descolgarse a toda velocidad para que Sánchez hablara con Rutte y otros líderes internacionales, mientras que Rubio se encargaba de contactar con el equipo del secretario general de la OTAN y asesores clave de países aliados en la OTAN y en la Unión Europea.
Con modales muy cordiales por parte de todos, pero con conversaciones muy intensas. “Hubo momentos en los que parecía que no iba a ser posible y que la sangre iba a llegar al río”, señalan fuentes gubernamentales. Si España se oponía al texto, se produciría un bloqueo de una cumbre vital para la organización en un momento de máxima convulsión geopolítica. Además, sin consenso, el mensaje político sería desastroso de cara a la comunidad internacional. Rutte también quería un acuerdo presionado por el viaje de Donald Trump, con la intención de partir el lunes hacia Europa, y antes de la rueda de prensa previa a la cumbre.
Los negociadores españoles trasladaron de manera nítida que el país no iba a aceptar una declaración que le exigiera explícitamente un 5% del PIB en gasto en defensa. Aunque España era la única que públicamente daba la batalla, otros países también telefonearon a La Moncloa para conocer cómo se desarrollaban los acontecimientos. Sánchez y Rutte se comunicaban, a la vez que sus equipos, para buscar una solución.
Lenguaje y "diplomacia en estado puro"
La negociación tenía dos campos abiertos. Por un lado, se hablaba sobre el contenido de esa declaración, pero a la vez había que pactar el lenguaje del propio documento, algo esencial en las relaciones internacionales: “Diplomacia en estado puro”, radiografían las fuentes. España presionó y costó muchas horas llegar al cambio esencial: que el texto no dijera “los aliados” o “todos los aliados” para hablar de la inversión del 5%, sino que sólo recogiera la palabras “aliados” (allies en inglés). El Gobierno español se empleó férreamente hasta que logró ese matiz. Esto abrió la puerta a la flexibilidad.
El otro gran cambio que se negoció fue desvincular, como venía en el primer borrador de la declaración, el 5% del PIB en gasto de las “capability targets” (la expresión utilizada en la organización para hablar de las capacidades militares que debe aportar cada país en la Alianza Atlántica y que fueron pactadas el 5 de junio por los ministros de Defensa). De hecho, España argumentó que con el 2,1% del PIB se aporta lo requerido en personal, equipamientos e infraestructuras necesarios. No obstante, la OTAN, según explicó Rutte en la rueda de prensa del lunes, cree que será necesario un 3,5% en los próximos años por parte del Gobierno español y habrá una revisión de objetivos en 2029. Moncloa insiste en que es suficiente lo previsto.
Tanto Sánchez como su equipo eran conscientes de que los matices en inglés son importantísimos. Y el sábado por la noche se conseguía cerrar ese acuerdo entre España y la OTAN para dar flexibilidad. Pero todavía quedaban horas de máxima importancia. La Moncloa exigió a Rutte una carta en la que se reconociera que el país quedaba exento de tener que llegar concretamente a ese 5% del PIB. Y España pidió que esa misiva, firmada por el secretario general de la OTAN, se remitiera a las 15.30 horas del domingo mientras todavía circulaba el nuevo borrador entre los socios. No se habló durante estas horas con Washington, que había delegado la negociación en el holandés y estaba inmerso en el ataque a Irán.
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A las 17.30 horas del domingo terminó el “procedimiento de silencio” del nuevo texto. Los socios lo asumían, España respiraba. “Un milagro diplomático”, como indican en La Moncloa. El presidente español compareció desde La Moncloa a las 18 horas para explicar el pacto. Una victoria política, entienden los socialistas, en mitad del vendaval que azota a todo el país desde que se hiciera público el informe de la UCO que atribuye supuestas mordidas a Santos Cerdán, ex secretario de Organización del PSOE, por adjudicaciones de obras públicas.
Las cuentas hechas por el Gobierno central eran inasumibles: el 5% suponían 350.000 millones de euros. Esto solo se podía lograr solo a través de un aumento en impuestos de 3.000 euros anuales a cada trabajador. Asimismo, conllevaban recortes sin precedentes en la sanidad, en la educación y en las pensiones. Políticamente también era inaceptable para los socios que por el momento siguen apoyando a la coalición.
Tras la negociación, en La Moncloa han recibido mensajes de otros países, aunque no quieren pronunciarse en público, por el camino abierto a través del nuevo texto y su flexibilidad. Asimismo, los negociadores españoles reivindican que también es una victoria del “multilateralismo” y que ha funcionado el mecanismo OTAN: “Este pacto es un hilo de esperanza”. España cree que logrará los objetivos con un 2,1%, mientras la OTAN habla del 3,5%. Pero el texto está salvado para la cumbre.