Cuando Madonna, U2 o Pink Floyd cantaron en los países del G-8 para combatir la pobreza

Bono y Paul McCartney en Hyde Park durante el Live 8

El próximo 17 de septiembre se celebrará en Londres un concierto por Palestina. Promovido por Brian Eno, contará con Damon Albarn, Bastille, Hot Chip, James Blake o Jamie XX y tendrá lugar en el OVO Arena Wembley, un pabellón con capacidad para 12.500 personas anexo al estadio de Wembley, donde caben hasta 90.000. 

Seguramente, una oportunidad perdida de organizar un evento más ambicioso con nombres más populares cuando el calendario lo pone en bandeja (y la causa lo merece), pues se cumplen cuarenta años del mítico Live Aid que tuvo lugar precisamente en el viejo Wembley y en Filadelfia en 1985, y veinte de su segunda parte oficiosa, el Live 8, que montó en 2005 una decena de conciertos simultáneos en todo el mundo para combatir la pobreza en apoyo de las organizaciones Make Poverty History y Global Call to Action Against Poverty (GCAP).

El festival de este año puede ser, en cualquier caso, un primer paso sobre el que construir después algo más grande, aún teniendo claro que luchar contra la desigualdad mundial es una causa a la que resulta más fácil sumarse que posicionarse públicamente en contra de Israel, con todo lo que eso conlleva. Un inciso: en España, por cierto, se vienen celebrando conciertos benéficos en favor de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), pero también se echa en falta algo de mayor magnitud.

Porque la concienciación es esencial, como hemos recordado recientemente con las giras por los derechos humanos que protagonizaron U2, Bruce Springsteen, Sting o Peter Gabriel en la segunda mitad de los ochenta. Y concienciar era precisamente el objetivo del Live 8, que sí congregó a lo más granado de la música a nivel global para diez conciertos gratuitos e interconectados el 2 de julio de 2005 en Londres (Hyde Park), Filadelfia (Museo de Arte), Johannesburgo (Mary Fitzgerald Square), Tokio (Makuhan Messe), París (Palacio de Versalles), Berlín (Siegessaule), Roma (Circo Máximo), Moscú (Plaza Roja) y Cornualles (Eden Project). 

La guinda la puso una undécima cita en Edimburgo (Murrayfield Stadium) el 6 de julio, coincidiendo con la 31 cumbre del G-8, que tuvo lugar del 6 al 8 de julio en el Perthshire (Escocia). A diferencia de otros shows benéficos o solidarios, la campaña Live 8 no pretendía recaudar dinero directamente, sino concienciar al mundo y ejercer presión para que sus gobernantes ayudasen a acabar con la pobreza. Principalmente a los más poderosos, y precisamente por eso los recitales tuvieron lugar en los países integrantes del G-8, con la adición de Sudáfrica en representación del continente que más ha padecido y padece la hambruna y la pobreza.

Desde que U2 y Paul McCartney abrieron la jornada en Hyde Park interpretando juntos Sgt Pepper's Lonely Hearts Club Band, más de un millar de músicos pasaron por los diferentes escenarios, con la música en vivo retransmitida en directo por 182 cadenas de televisiones y 2.000 emisoras de radio para una audiencia global difícil de concretar, pero que medios como la BBC situaron en 2.000 millones de personas. Fuera por estos macroconciertos o no, lo cierto es que el 7 de julio los líderes del G-8 se comprometieron a duplicar los niveles de ayuda a las naciones pobres, pasando de 25.000 millones de dólares en 2004 a 50.000 millones en 2010 (la mitad para países africanos).

Un sarao ciertamente considerable. No ya por el número de conciertos, la cantidad de asistentes o la actuación conjunta de U2 y Paul McCartney tocando una de los Beatles. Es que fue mastodóntico. Y aunque Bob Geldof y The Band Aid Trust no quisieran verlo como una segunda parte ampliada del Live Aid original, que ellos mismos fueran las organizadores de ambos eventos hacía imposible la comparación, aunque pusieran el foco en problemas diferentes. Las críticas fueron similares dos décadas después tanto en las motivaciones detrás de los shows como con la elección de los participantes, con escasa representación africana (con la excusa de que ya había un concierto en Johannesburgo).

Como en todo gran evento que se precie, tampoco faltó la controversia, pues aunque la entrada era gratuita, se sortearon 66.500 entradas dobles para la cita de Hyde Park, que los asistentes pudieron conseguir mandando un mensaje de texto con su teléfono móvil con un coste de 1,50 libras. Pero nadie calibró adecuadamente la capacidad humana para hacer negocio, de manera que multitud de estos tickets acabaran subastándose en eBay a precios muy superiores. Aunque en un primer momento no estaba por la labor, el portal decidió retirar todas esas entradas gracias a la presión del público en general, del propio Geldof y del mismísimo gobierno británico. Lo recaudado con este sistema se destinó a cubrir los costes de la organización de los recitales gratuitos.

Musicalmente, Live 8 dejó para la posteridad la inesperada reunión de la formación clásica de Pink Floyd 24 años después de la salida de Roger Waters. Así las cosas, en el gran parque londinense compartieron escenario David Gilmour, Richard Wright, Nick Mason y el propio Waters, en una confluencia de talento que fue algo así como un acto de justicia poética, demostrando que incluso las refriegas más irreconciliables pueden superarse por el motivo correcto. Eso sí, la cosa quedó ahí, ya no volvió a repetirse y ya nunca podrá por el fallecimiento de Wright en 2008. Pero el gran regalo del Live 8 para los melómanos ya estaba hecho.

Macroconcierto por Nelson Mandela en Wembley en 1988: el mayor evento político pop de la historia

Macroconcierto por Nelson Mandela en Wembley en 1988: el mayor evento político pop de la historia

A partir de ahí, la nómina de músicos es interminable, inabarcable y apabullante en el montante resultante, sumando todas las ciudades. Aparte de los ya citados, a saber: Madonna, Mariah Carey, Bon Jovi, Coldplay, Robbie Williams, Kanye West, Jay-Z con Linkin Park, Stevie Wonder, Elton John, R.E.M., Sting, The Who, Muse, Destiny's Child, Bryan Adams, Celine Dion, Deep Purple, Motley Crue, Neil Young, Green Day, Brian Wilson, Roxy Music, Pet Shop Boys, Zuchero, Duran Duran, Laura Pausini, Shakira, Placebo, Yossou N'Dour, The Corrs, Texas, Travis o Texas. Que ya son, nos dejamos un montón sin mencionar, porque hubo muchos más (y en el canal oficial de YouTube de Live 8 están todos).

En una demostración sin precedentes de 'celebrities comprometidas' (he aquí otra gran crítica desde los sectores más escépticos), el plantel de presentadores y rostros populares que pasaron por el escenario para aportar su granito de arena es igualmente abrumador. Con, por ejemplo, Will Smith desde Filadelfia haciendo que el público de las diferentes ciudades se saludara en directo, saltando de una a otra, y consiguiendo, además, que esas miles de personas en lugares tan alejados chasquearan al unísono sus dedos cada tres segundos para recordar al mundo que ese es el tiempo que transcurre entre cada muerte infantil a causa de la pobreza en las naciones más desfavorecidas. Y también David Beckham, Bill Gates, Brad Pitt, Natalie Portman, Naomi Watts o Richard Gere, Kofi Annan o Nelson Mandela.

Live 8 fue, por tanto y a su manera, la coda final de los grandes macroconciertos solidarios de los años ochenta del siglo pasado. Festivales mastodónticos que cambiaron la Historia, un poquito al menos, sobre la creencia de que cada voz importa y de que cierta fuerza transformadora emerge cuando miles de personas alzan al unísono las suyas para pasar de lo individual a lo colectivo. Esa es la única manera de que los gobernantes escuchen a la ciudadanía y es, a su vez, algo que hemos olvidado por el camino de los años. Sirva esta serie de artículos para recordarlo desde este presente desmovilizado en el que nos han hecho creer que la única manera de revolución es a través de las redes sociales con un teléfono móvil inteligente monitorizado permanentemente.

Más sobre este tema
stats