Ben-Gvir, el rostro del supremacismo sionista que pone en su diana a la flotilla humanitaria a Gaza
La flotilla humanitaria que lleva suministros de Barcelona a Gaza es considerada una organización terrorista por el ministro de Seguridad Nacional de Israel, el ultra Itamar Ben-Gvir. Sus tripulantes, entre los que están la activista sueca Greta Thunberg y la exalcaldesa de Barcelona, Ada Colau, serán detenidos “durante semanas” en celdas de máxima seguridad, las mismas que albergan a condenados por terrorismo.
Ben-Gvir quiere confiscar los barcos de la flotilla y reutilizarlos en operaciones policiales, un plan que presentó este domingo junto a Benjamin Netanyahu y los ministros de Defensa, Exteriores y Asuntos Estratégicos. "Cualquier persona que elija colaborar con Hamás y apoyar el terrorismo recibirá una firme respuesta por parte de Israel", ha declarado el ministro.
Una vida política luchando a favor de la guerra
En 1993, Israel y Palestina se asomaron a una de las mayores oportunidades de su historia reciente para alcanzar la paz: los Acuerdos de Oslo. La imagen del primer ministro israelí Yitzhak Rabin y el presidente de la Autoridad Nacional Palestina Yasir Arafat dándose la mano en Washington se convirtió en símbolo mundial de esperanza. Pero la esperanza duró menos de dos años. El 4 de noviembre de 1995, Rabin fue asesinado por el ultranacionalista judío Yigal Amir en una manifestación por la paz en Tel Aviv.
Entre los muchos mensajes de odio que precedieron el magnicidio destacó el de un joven radical de 19 años que apareció en televisión con el emblema Cadillac arrancado del vehículo oficial del primer ministro. “Llegamos a su coche y pronto llegaremos hasta él también”, dijo en una siniestra mezcla entre amenaza y acertada profecía. Se llamaba Itamar Ben-Gvir.
Aquel crimen fue un terremoto político: no sólo acabó con la vida del primer ministro, sino que descarriló el proceso de paz y abrió espacio a una ultraderecha que ya no se ocultaba. Ben-Gvir se convirtió en símbolo de esa generación.
Años después, ya como abogado, defendió a colonos extremistas y a terroristas del Kach, movimiento ilegalizado en Israel por su racismo y violencia. Ben-Gvir acumula 46 imputaciones y ocho condenas por delitos entre los que se cuentan el apoyo a organización terrorista, la incitación al odio, el vandalismo y desórdenes,
De idolatrar terroristas, al Ministerio de Seguridad Nacional
Durante años, Ben-Gvir mantuvo en su salón un retrato del terrorista Baruch Goldstein, autor de la masacre de Hebrón de 1994, en la que asesinó a 29 palestinos e hirió a 150 mientras rezaban. No retiró la foto hasta 2020, cuando buscaba alianzas políticas.
En 2021 instaló una “oficina parlamentaria” en Sheikh Jarrah, un barrio palestino de Jerusalén, por lo que la policía le acusó de alimentar unos disturbios que escalaron hasta convertirse en una de las mayores olas de violencia de los últimos años. En octubre de 2022 acudió armado al barrio, exhibió su pistola y exigió a los agentes que dispararan contra jóvenes que le lanzaban piedras.
Su entrada en el Gobierno llegó tras las elecciones de noviembre de 2022. Netanyahu le entregó una cartera ampliada que centraliza la policía, el control de fronteras y la política penitenciaria. Desde ahí ha impulsado una expansión masiva de licencias de armas para civiles, ha presionado hasta crear una Guardia Nacional bajo su control y ha ordenado retirar banderas palestinas en actos públicos, pese a que el Tribunal Supremo declaró legal exhibirlas.
Gaza y la lógica de la violencia
Desde el ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023, Ben-Gvir ha llevado su discurso un paso más allá. Habla abiertamente de ocupar Gaza entera, reconstruir asentamientos y “animar” a los gazatíes a emigrar.
Ben-Gvir no solo apoya la colonización, sino que vive en uno de sus escenarios más emblemáticos: un asentamiento en Hebrón, en la Cisjordania ocupada. Allí, unos cientos de colonos como él residen bajo protección militar mientras miles de palestinos conviven con toques de queda, alambradas y checkpoints. “Mi derecho y el de mi familia a movernos libremente es más importante que la libertad de movimiento de los árabes”, declaró en 2023.
En este tiempo, el ministro ha acudido a rezar a la Explanada de las Mezquitas, rompiendo un delicado statu quo mediante el cual los judíos pueden visitar el complejo pero no orar en él, y ha respaldado leyes para cerrar medios internacionales como Al Jazeera. El pasado agosto visitó la celda del líder palestino encarcelado Marwan Barghouti y difundió un vídeo en el que le amenazaba: “A quien mata a nuestros hijos y mujeres, lo borraremos”.
Su plan contra la flotilla humanitaria no sorprende en este contexto. Forma parte de una agenda radical que equipara cualquier acto de disidencia palestina o de solidaridad global con el terrorismo, justificando detenciones que contravienen el derecho internacional.
Tres décadas después de la paz frustrada de los Acuerdos de Oslo, el joven ultra que se jactaba de haber llegado hasta el coche del primer ministro Rabin poco antes de que otro extremista lo asesinara es uno de los ministros más poderosos del Gobierno israelí, y la figura más influyente de una ultraderecha que ha pasado de los márgenes al centro del poder.