TRAMA GOLPISTA
Juicio a Bolsonaro: una lección democrática de Brasil contra los populismos reaccionarios
La suerte está echada para Jair Bolsonaro. El Tribunal Supremo de Brasil inició este martes un juicio que marcará un antes y un después para la democracia en todo el continente americano. El expresidente ultraderechista (2019-2022) se enfrenta a una condena de más de 40 años de cárcel. Está acusado de encabezar una conspiración con un grupo de militares y exministros en enero de 2023 para derrocar a Luiz Inácio Lula da Silva, que acababa de iniciar su tercer mandato presidencial. Es la primera vez que se juzga en Brasil a un exmandatario y a altos mandos del Ejército por un intento de golpe de Estado.
La sede del Supremo Tribunal Federal (STF) en Brasilia, uno de los edificios asaltados por la turba bolsonarista en 2023, se ha blindado para las sesiones de un juicio histórico que se prolongará hasta el 12 de septiembre. El caso trasciende la política brasileña. Donald Trump se ha posicionado a favor de Bolsonaro sometiendo a Lula a todo tipo de presiones. El presidente estadounidense ha anunciado recientemente un aumento desorbitado de aranceles a Brasil (un 50%) y ha aprobado sanciones contra el juez del Tribunal Supremo Alexandre de Moraes y varios magistrados más.
Desde la Casa Blanca se sigue con mucho interés el caso. Trump ha puesto toda la carne en el asador para defender a un aliado estratégico en Sudamérica. “Es una caza de brujas”, ha comentado el líder republicano, quien salió absuelto en el juicio político que le abrió el Senado por su presunta implicación en el ataque al Capitolio de sus seguidores en enero de 2021. El proceso judicial está en pausa y más de 1.500 condenados por esos hechos, que causaron cinco muertos y varios heridos, han recibido este año el indulto presidencial.
A pocas semanas de cumplir 80 años y con expectativas electorales en 2026, Lula no se ha amilanado ante la ofensiva diplomática y comercial de Trump. Su defensa de los intereses nacionales ante una nueva injerencia gringa en la región le están dando réditos, según un sondeo realizado en agosto por la consultora Pulso Brasil/Inespe.
El exsindicalista y líder del Partido de los Trabajadores (PT) es, de acuerdo a varias encuestas, el candidato con más posibilidades de ganar las elecciones presidenciales en octubre del año que viene. Más allá de la sentencia que recaiga sobre Bolsonaro, su juicio es ya una lección de Brasil sobre cómo frenar el avance del populismo reaccionario en todo el mundo. La fórmula radica en la independencia judicial y la determinación política frente a las presiones internas y externas. El proceso judicial envía también un mensaje palmario a Estados Unidos sobre cómo someter legalmente a los líderes autoritarios.
Bolsonaro, excapitán del ejército de 70 años, se encuentra en prisión domiciliaria en su casa de Brasilia desde mediados de julio. La justicia le impuso una tobillera electrónica al considerar que había riesgo de fuga tras sus fallidas gestiones para solicitar asilo político en la Argentina de su correligionario Javier Milei. Otros siete imputados (exmilitares y exministros) que conformaban la trama serán juzgados junto a Bolsonaro. Los más destacados son el general retirado Walter Braga Netto, ex ministro de Defensa y de la Casa Civil, y el exalmirante y exjefe de la Marina Almier Garnier Santos. El resto de participantes en la involución (alrededor de una treintena) pasarán por el banquillo más adelante.
Bolsonaro está acusado de cinco delitos, entre ellos el de intento de golpe de Estado, pertenencia a una organización criminal y abolición violenta del Estado democrático. En la denuncia interpuesta por la Fiscalía General de la República hace unos meses ha tenido un peso determinante la confesión del secretario personal de Bolsonaro, el teniente coronel Mauro Cid, quien también se sienta en el banquillo de los acusados, aunque su pena podría verse reducida por haber colaborado con los investigadores.
La trama golpista
El 8 de enero de 2023, una semana después de que Lula asumiera la presidencia, miles de seguidores bolsonaristas asaltaron la Plaza de los Tres Poderes en Brasilia, donde se encuentran el Tribunal Supremo, el Congreso y el Palacio del Planalto, sede de la presidencia. Previamente, Bolsonaro habría diseñado junto al grupo de militares afines el plan maestro para revertir el resultado de las elecciones, en las que Lula se impuso al exmilitar por un estrecho margen de votos en segunda vuelta.
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La conspiración involucionista había comenzado en julio de 2022, tres meses antes de las elecciones. La policía halló en la casa de Mauro Cid un vídeo de una reunión celebrada en esas fechas en el Palacio del Planalto en la que se perfilaban ya los detalles del golpe. En diciembre de ese año, con Lula ya como presidente electo, Bolsonaro convocó a los jefes de las Fuerzas Armadas para exponerles el plan de ruptura constitucional. Sólo el almirante Garnier dio el visto bueno, de acuerdo con la confesión de Cid. Los conspiradores tenían previsto asesinar al propio Lula; a su vicepresidente, Gerardo Alckmin, y al juez De Moraes. La estrategia fracasó porque la cúpula de las Fuerzas Armadas no apoyó a Bolsonaro y sus secuaces.
La ultraderecha busca reemplazo
La previsible condena a Bolsonaro ha abierto un intenso debate en el seno de la extrema derecha brasileña sobre quién podría suceder a su hasta ahora incuestionable caudillo. El expresidente está inhabilitado para asumir un cargo público hasta 2030 por un caso de abuso de poder. La justicia lo condenó por sembrar dudas sobre el sistema de urnas electrónicas ante el cuerpo diplomático acreditado en Brasilia semanas antes de las elecciones de 2022. Pero Bolsonaro mantenía hasta hace poco la esperanza de que alguno de sus hijos o incluso su esposa, Michelle, le sucedieran como candidato en las elecciones de 2026. Esa posibilidad se está diluyendo ahora. Eduardo Bolsonaro, diputado nacional e instalado en Estados Unidos, desde donde ejerce como lobista para impulsar sanciones de la Casa Blanca contra el Gobierno de Lula, ya es visto por una mayoría de los brasileños como un traidor a la patria.
Con una condena firme, Bolsonaro tendría que renunciar a las aspiraciones presidenciales de los miembros de su saga familiar y ceder el liderazgo a alguno de los dirigentes de la derecha populista con más tirón electoral. Todas las miradas apuntan hacia uno de sus principales discípulos, Tarcísio de Freitas, gobernador del estado de São Paulo, el más poblado del país. Tanto De Freitas como el resto de gobernadores derechistas con aspiraciones presidenciales ya han sugerido que indultarían a Bolsonaro de manera inmediata si logran derrotar a Lula en las urnas.