Librepensadores

Aznar o Asnar

José Amella Mauri

Con nombres ajustados a su talante y figura, como presidente y como ciudadano, se han barajado y utilizado cientos de denominaciones. Unas hacían referencia a su arrogancia, otras a su vanidad, otras a la falta empatía, otras a su pésima pronunciación, otras a su contumacia y tozudez en mantener como verdades, verdades que ya se habían demostrado mentiras...

Un marciano que aterrizara en cualquier punto de España seguramente consideraría como ofensivas la mayor parte de esas denominaciones. Aznar, castellano adicto a los refranes, diría que no ofende quien quiere, sino quien puede. En ese recurrir al refranero, Aznar se olvida que referirse con nombre adecuado a unas características de un objeto o animal no es un insulto aunque fuera de contexto se podrían estimar como mofa, befa o burla. Ejemplos mútliples de los tics, gestos y monólogos, diálogos se le desconocen, están a disposición del lector en las hemerotecas.

De todas las acepciones que más han llamado mi atención, recojo dos que me parecen perfectas para definir su talante y figura:

Asnar y Oráculo meseteño. Son concisas y se acoplan a la imagen que retengo en mi memoria de ese personaje como el mejor traje confeccionado por el mejor modisto vallisoletano o no.

Lo de Oráculo meseteño, en sí mismo no se puede considerar ni humillación ni afrenta ninguna, pues Aznar es de Valladolid y en esa medida meseteño. Lo de oráculo, creo que tampoco está alejado de la realidad pues siempre está profetizando desastres para su España; por cierto, desastres que se convertían en realidad cuando era presidente y cuando gobiernan aquellos a los que les ha dado el visto bueno. Ejemplos múltliples de sus afirmaciones están a disposición del lector en las hemerotecas.

En cualquier caso estimo que es mejor, por bien que le siente el traje, no utilizar esa expresión que puede parecer despreciativa para los habitantes de la Meseta y también para no ofender a las pitonisas del Oráculo de Delfos. Por estas sencillas razones, desaconsejo su uso para referirse a Aznar como Asnar. En toda buena definición de una persona hay que evitar que otros seres humanos puedan sentirse aludidos, sea por bondades, este no es el caso de Aznar, o maldades, que sí es el caso.

Lo de Asnar tiene más enjundia ya que se deriva, creo yo, de que su amigo tejano, el expresidente Busch lo llamaba Ansar, así que con un intercambio de las consonantes n y s, se debió crear lo de Asnar. Aunque fácil y chistoso, por apropiado y definitorio que resulte el apelativo, también desaconsejo su uso para referirse tanto al presidente Aznar, como al expresidente Aznar, como al ciudadano Aznar.

El primer motivo de mi sugerencia es sencillo y evidente. El primero es que Juan Ramón Jiménez se sentiría ofendido al comparar a su Platero con Aznar. Y no le faltarían razones. Las bondades de su Platero no pueden ser atribuidas al personaje público de Aznar. Cabe que en privado no fuera aplicable, no lo sé, pero lo dudo. Creo que la lectura o relectura de Platero y yo me dará la razón en no ofender a Platero al compararlo con Aznar. De ahí que estime aconsejable no referirse a Aznar como Asnar, pues el gremio de los asnos, no sólo Platero, en ningún caso merece ese desprecio.

El segundo motivo es que, aún cuando a un personaje público se le aplica un mote, por muy ceñido y acomodado y certero que pueda ser el elegido, toda la fuerza de la crítica a su gestión queda encapsulada en el apodo, como si no fuera necesario añadir nada más y desgranar todas y cada una de las mentiras y necedades de las que hizo gala, así como de las atrocidades, disparates y desenfreno que, como en el caso de Aznar, fueron su Tizona con la que arremetió, más que acometer, su gestión.

Así es o así me lo parece.

José Amella Mauri es socio de infoLibre

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