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Crueldad bíblica

Antonio García Gómez

Lloverá fuego del cielo, sobre Sodoma y Gomorra, las ciudades malditas del Viejo Testamento, y hoy llueve fuego del cielo, tal vez ¿con la intención mal encubierta de hacer desaparecer cualquier rastro de vida en Gaza?, de nuevo el enfado divino, infrahumano, bestial y salvaje, escupiendo fuego sobre cuanto se mueva y respire en la vieja Palestina.

Del Génesis 18, cuando unos mensajeros del dios bíblico, implacable, justiciero y todopoderoso, por cierto del dios que nos explicaron en nuestros píos colegios de antaño, se llegaron hasta Abraham para avisarle de las intenciones divinas de destruir Sodoma y Gomorra, por los muchos pecados y nula veneración al dios Yahvé, según intermediación y aviso final de los mensajeros “cualificados”.

De tal manera se pusieron las cosas que Abraham, hombre bueno, obediente acérrimo de su dios, se atrevió a interceder por salvar a las citadas ciudades, sencillamente invocando la posibilidad de que “con cuántos hombres justos” se conformaría el dios de la alianza con el mismísimo Abraham para suspender la matanza, la destrucción de cualquier rasguño de vida en los terrenos de Sodoma y Gomorra.

Y parece ser que encontraron muy pocos “justos”, apenas la familia de Abraham, con el venerable al frente, como para tomarse en serio, el dios de los contados justos, aquello de suspender la matanza.

Y así se decidió lo inevitable, la muerte asesinada de cuantos debían vivir en las ciudades maldecidas, supongo que también habría ancianos/as y niños/as. ¿Todos culpables? Por lo visto.

Mientras calla el primer mundo, mientras los dioses viejos y vengativos hacen su guerra sembrando toneladas de bombas y odio, odio y más bombas, al mismo tiempo que se compromete el futuro bajo un mundo indecente, cruel e invivible.

No había vuelta atrás. Realmente el dios Yahvé debía encontrarse en un estado de enfado monumental y su determinación era inapelable.

Y todo quedó calcinado, arrasado, bajo la lluvia ordenada por el dios del “azufre y fuego”, un cóctel perfecto para que no quedara ni un mínimo resto de tanto malvado poblador de las ciudades de Sodoma y Gomorra, acusados de “orgulloglotonería y pereza”, reos pues de condena bíblica, a sangre y fuego, que luego nos lo explicaron muy bien los voceros del dios, nos aseguraron que reconvertido en el “dios del amor”, un buen padre, sin duda.

Y recuerdo haber leído este pasaje bíblico, en el libro de Historia Sagrada, que estudiábamos en nuestro tiempo infantil y estudiantil, con el ánimo algo sobrecogido, con la entereza inducida de aceptar la decisión de dios como justa e intocable, como “aviso para navegantes”, siempre que nosotros nos hiciéramos marineros de cabotaje, en aquel tiempo mediatizado por el miedo bajo palio, la dictadura bendecida como cruzada contra los “malos y los rojos”, y por la sospecha de haberse significado más de la cuenta, siquiera un poco, como para haber atraído la santa ira de nuestros dirigentes de entonces, en nombre del “único dios verdadero”, oficial e incontestable, el dios de la Biblia, el dios revelándose en una zarza de fuego, el dios de la tierra prometida que apenas era un erial semidesértico, el dios padre del dios hijo al que envió a sacrificarse, crucifixión por medio, para que nos dejara la marca indeleble del “pecado original”, por pecadores, por siervos rendidos, por creyentes frente a la infidelidad imperante, paranoicamente presente, como eterna reparación debida ante el dios justiciero, cruel, inmisericorde, vengativo y azote de “orgullosos, perezosos y glotones”, vaya por dios, por el dios tan tiquismiquis… el dios, en definitiva, de las siete plagas de Egipto, ¿se acuerdan?

Como para verse reencarnado en los mayores observantes de la fe de tales dioses tan peligrosos, tan veleidosos, tan imponentes, tan crueles… los siervos ungidos y llamados a la Curia todopoderosa. ¿se acuerdan también?, a los iniciados sagrados en la interpretación de los… textos bíblicos, versión muy particular, del ordeno y mando metiendo el mayor miedo posible.

Mientras, se justificarán las mayores barbaridades, llevándose por delante a miles y miles de víctimas, reventadas, aplastadas, degolladas, heridas de muerte… sin que nos acabe de conmover más de lo que podamos aguantar, hasta el punto de seguir “a nuestras cosas” mientras el espectáculo dantesco… seguirá retransmitiéndose en directo.

Y ya van por 3.000 niños asesinados, ¿se acuerdan de los “santos inocentes”, de aquel Herodes vesánico? Mientras calla el primer mundo, mientras los dioses viejos y vengativos hacen su guerra sembrando toneladas de bombas y odio, odio y más bombas, al mismo tiempo que se compromete el futuro bajo un mundo indecente, cruel e invivible.

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Antonio García Gómez es socio de infoLibre.

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