Hombres modernos

Anastasia Blanco

En casa de mi abuela materna, allá por la década de los cincuenta del siglo pasado, vivían en la misma casa cuatro mujeres: mi abuela, su cuñada y mis dos tías solteras. Mi abuelo, aunque bastante más joven que su hermana, murió un día de repente y yo no llegué a conocerlo.

Mi tía abuela, entonces con noventa y pico años, chocheaba un poco, cosa que nos hacía mucha gracia. La recuerdo como una mujer muy alegre. No vivíamos en el mismo pueblo y cuando estaba con ella me daba cinco o diez céntimos que inmediatamente se convertían en algún caramelo, regaliz o algo así. Creo que ella pensaba que me daba un tesoro.

Había sido maestra de escuela, de lo que estaba muy orgullosa.

Nos contaban lo que para mí quedó como una máxima: que las mujeres tenían que estudiar

Tanto ella como mi abuela, mi madre y mis tías, nos hablaban de mi bisabuelo como un visionario, moderno diríamos hoy. Nos contaban lo que para mí quedó como una máxima: que las mujeres tenían que estudiar, que no podían ganarse la vida de cualquier manera, que un hombre puede ir a descargar barcos o a picar piedra, pero eso no era adecuado para una mujer. Visto hoy en día puede parecer burgués, que lo es.

El caso es que mi madre y mis tías se licenciaron en la universidad y vivieron de sus trabajos. También sus descendientes, mujeres y hombres. Pero en esta tercera generación hubo un momento en que mi hijo nos dijo que no quería estudiar. Momento de adolescente indolente. Disgusto. Duró poco. La Formación Profesional le hizo madurar un tanto y de ahí pasó a la universidad. Y sigue estudiando, por afición. Hay que instruirse.

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Anastasia Blanco es socia de infoLibre.

Anastasia Blanco

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