De machismos y machistas

Antonio García Gómez

 “El 15,4% de los adolescentes españoles consideran que la violencia de "baja intensidad” tiene cabida en las relaciones sentimentales. En lo que va de año han sido asesinadas en nuestro país 40 mujeres”.

De micros a macros, del puro proteccionismo paternalista al manoseo solapado, del apalizamiento obligado al asesinato “porque era mía”. En un solo día, en nuestro país, dos mujeres fueron asesinadas, tal vez porque “sus amos machistas”, disfrazados de víctimas, no soportaron quedarse solos.

Del “yo haré de ti tu propia diadema”, verso de Pablo Neruda, tan amorosa la intención, tan sobreprotector el autor, al señalamiento de la víctima como causante inicial y final de todos los males que ha de sufrir el machista si aquella elige no someterse.

Como cuando se intenta equiparar “feminismo” y entonces se pretende adjetivar con “nazi”, hasta llegar a formular el palabro “feminazis” sin cortarse un pelo, obviando la razón de ser del consabido feminismo, que intenta alcanzar la igualdad, equiparándolo con “machismo”, como patología denigrante de preservación del supremacismo de los machos con “cojones” sobre las féminas tan delicadas, tan dependientes, tan bellas, tan debidamente sumisas.

Siempre parapetados los machistas tras “sus mujeres” para que les hagan el trabajo sucio, aunque ellos deban vigilar el comportamiento debido, siempre modoso y ortodoxo, porque si no habrán de “salir a pegarse con cualquiera que ose turbar el gallinero propio”.

Recuerdo que hace muchos años, un alumno mío, en un debate de clase, con una edad que rayaba ya la mayoría, enfebrecido, insistía en que todas las mujeres eran unas putas”, dejando fuera, por los pelos, de tal categoría condenatoria, a su madre y a su hermana, pero no a su novia, a la que vigilaba sin desmayo, con emponzoñada insistencia, y de la que, en consecuencia, desconfiaba profundamente. Una desgracia, una tragedia, una tortura continua, una perversión y una malsana idea de lo que podía haber sido otra idea, otra forma de ver su visión de la mujer, basándose en el canto al respeto y a la convivencia en igualdad. Pero no, era, aquel muchacho, la quintaesencia del machismo, amargado, vil y violento.

Que también sabe negar, el machismo, la realidad y la evidencia, tal vez “porque no entiende nada, porque “no era para tanto”, porque seguro que a ella también le gustaba, porque, al cabo, toca “poner las cosas en su sitio”, porque, al final las mujeres son tan volubles…”. Y los machistas las quieren más de lo que, a menudo, se merecen. Seguro.

No es la víctima la que ha de justificarse, sino que es el machista el que ha de responder por su falta de empatía, respeto y capacidad de convivir en igualdad

Porque, en realidad, los machistas,  temen tanto nombrar a las cosas por su nombre, y se resisten a hablar de “violencia de género” y prefieren hablar de “violencia intrafamiliar”, y de nuevo se vuelven a confundir los conceptos, interesadamente, porque si se utiliza la definición correcta se puede llegar a tener que enfrentarse, los machistas, con la realidad de sus inaceptables comportamientos, y su cobarde condición se lo impide.

Porque no es la víctima la que ha de justificarse, sino que es el machista el que ha de responder por su falta de empatía, respeto y capacidad de convivir en igualdad.

Para desterrar de una vez, probablemente, aquello de que lo que no han de comerse los cristianos se lo coman los gusanos”.

Y deje de hacernos gracia aquello tan casposo e injusto de que “la mujer en casa y con la pata quebrada”.

Y luego se corra a despreciar, a temer, haciendo el paripé del proteccionismo efusivo, entre adultos, unos con “capullos” donde concentrar sus neuronas y otras con “vulvas” como cotos cerrados de sus amantes rampantes tras las piezas a conseguir y exhibir. Y que siga el “hedor” de lo más rancio e inaceptable, por mucho que los “señores” se pongan de los nervios.

Para que, en todo caso, se deba “escudriñar” a la víctima, antes y después, para “evidenciar” que “no cumple los requisitos de la víctima perfecta”, y que los atenuantes solo cabrán para el machista agresor, porque, en realidad, “la víctima no se opuso con contundencia y además ha pretendido seguir viviendo con la mayor normalidad”. Por lo tanto: “A la pira, a la pira”… Luego, según esas mentalidades podridas, fue la víctima la causante de tantos comportamientos machistas.

Y entretanto van desvaneciéndose por voluntad política de la derechona, en nuestro país, las “Consejerías y Concejalías de Igualdad”, a la mínima oportunidad, entregada “la derechita cobarde” a “la derecha inflamada", sin que ningún afín ideológico haya piado ni lo más mínimo, haciendo como que, de vez en cuando, se dan golpes de pecho, y echan la culpa a la “sobreactuación” de la izquierda.

_______________________

Antonio García Gómez es socio de infoLibre.

Más sobre este tema
stats