Terrícolas, escribas, fariseos, hipócritas

José María Barrionuevo Gil

Hace mucho tiempo, una mujer mayor nos dijo que “el mundo es redondo y el que no lo entiende va a lo hondo”. Con este recuerdo nos aventuramos a afirmar que seguimos siendo ignorantes. Incluso podemos pensar que el mundo se nos ha convertido en un lugar inhóspito, no solo de tierras planas, sino también de mentes poco relevantes, como muchísimos encefalogramas nos podrían mostrar. Podemos echar una ojeada sobre nuestros pasos y darnos cuenta de que nuestros pies marchan sobre arenas movedizas y que no podemos pisar muy fuerte porque podemos hundirnos demasiado.

Fidel Habib nos aseguró que “la laicidad duró, incluso, décadas de siglos y que es anterior a cualquier inventario religioso”. Se nos acabaron el paraíso terrenal y los siglos de convivencia, de autogestión y de apoyo mutuo y poco a poco comenzamos con las sobrevenidas desavenencias. 

Nos han contado que fuimos expulsados del paraíso por un Yahvé poco tolerante y todo por una santa manzana de la discordia y que ya desde entonce tuvimos que buscarnos la vida como simples terrícolas. Caín no se conformaba con hincar el lomo y cultivar la tierra, mientras el mimado de Abel se dedicaba a que las ovejas se buscaran la vida por su cuenta y él, tan encantado de su propia existencia. Ya la muerte rondaba por aquel terruño y Caín, con una quijada de un asno, más que muerto ya por aquel entonces, se cargó a a su hermano Abel.

Nos han contado también que Yahvé atosigaba a Caín, cada dos por tres, preguntándole: “¿Dónde está tu hermano?” Asunto éste que no ha pasado a la historia de hoy en día y que se oculta como  pasa con todo lo que está ocurriendo en Palestina, donde ya no mana leche ni miel sino que se ha convertido en un reguero de sangre inocente. 

Con el tiempo, fueron necesitando muchos terrícolas incultos, que además ni cultivaban la tierra, que alguien interpretara la historia, que poco a poco se iba complicando, y echaron manos de los escribas, que se dedicaban a tomar buena nota de todas las ocurrencias y antojos del poder.

La hipocresía aprovecha la poca información y cultura de la gente y ha conseguido que las creencias superen en mucho a las evidencias

Por otro lado, como la rigidez mental puede aliarse perfectamente con el fariseísmo, que habla más de defender las leyes que de cumplirlas, todos los días daban el cante con las leyes que pregonaban para los demás, pero que ellos no las cumplían, porque se sentían más que privilegiados. Así, cada día más, nos iban carcomiendo la cabeza con esa connivencia farisaica, que olvida leyes y oculta maldades patentes con sus marcas registradas de armas y por sus sonrisas hipócritas de buenos amigos, que nos quieren ayudar siempre bélicamente hablando.

La hipocresía aprovecha la poca información y cultura de la gente y ha conseguido que las creencias superen en mucho a las evidencias. Así llegamos a nuestros tiempos en los que las evidencias quedan ocultas por credenciales demasiado baratas, credenciales de usar y tirar, pero que van inundando nuestro planeta, cada día más errante, de un fango mortal, que lo está inundando todo, sin más miramientos que el enriquecimiento del homo faber, que todo lo supedita al enriquecimiento particular, que se forra con la fabricación y venta de armas cada vez más perfectas, para conquistar una tierra que supone de antemano que es suya.

Cada día que pasa, somos testigos del derroche en el cuidado de las mascotas, que obligan a muchos a humillarse, incluso casi solemnemente, a recoger las heces de las mascotas, dando las espaladas no sólo al cielo, sino a cualquier genocidio que se presente y que, para colmo, apenas suele apreciarse, dado ese bloqueo persistente de toda información sobre las tropelías criminales y que son ejecutadas por un pueblo “elegido”, según Yahvé, o que se inventó un Yahvé propicio, que, a nuestro parecer, es un dios que da mucho de qué dudar sobre si es el hacedor de la vida y el baluarte eterno de la verdad.

A diario el Tío Sam nos llama la atención para distraernos y que no veamos lo que les pasa a unos hermanos que son tachados de terroristas o de cómplices de terroristas por  el genocida mayor que ha sentado plaza en este mundo, en el que todos nos merecemos mejores compañeros de viaje.

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José María Barrionuevo Gil es socio de infoLibre.

José María Barrionuevo Gil

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