Vacunados, pero ¿de espanto?

Javier Herrera

No estoy muy seguro de que la mejor respuesta a las continuas provocaciones a las que se está sometiendo a nuestra sana convivencia, desde que este Gobierno de coalición llegó al poder, sean las continuas llamadas a la sensatez, al sentido común, a los datos, las estadísticas y al raciocinio. 

Dichas provocaciones suelen articularse en "cuentos chinos" (ahora dicen, relatos), que como todas las ficciones tienen una base real (mínima, en este caso) y que se difunden masivamente con el único objetivo de generar actitudes de descontento primero, para degenerar en cabreo después, y, finalmente, en violencia; violencia y malestar artificialmente creados cuyo único fin último es derribar al gobierno legítimo que, más bien que mal, nos gobierna. 

Tal proceso es evidente que está orquestado y dirigido por gurús y mentes perturbadamente maquiavélicas de la derecha que parten de una hipótesis falsa: considerar ilegitimo a un gobierno que salió a la palestra tras la moción que derribó democráticamente a Rajoy; por lo que se trata en mi opinión y en toda regla de una auténtica vendetta política sin cuartel; además un Gobierno -y ese es el principal argumento de ese relato perverso- que gobierna por primera vez con ministros de una órbita más izquierdista y apoyado parlamentariamente por "los que quieren romper España" o por "los enemigos de España", que tanto da. 

La estrategia es, desde el primer día, de acoso y derribo, un acoso y derribo que se acentúa a medida que ese Gobierno cosecha éxitos y va cumpliendo más bien que mal sus promesas electorales; un énfasis que también aumenta en decibelios e infundios a medida que se acercan campañas electorales, en este caso la de Castilla y León, una campaña igualmente sacada de madre por los intereses personales de Pablo Casado para neutralizar el carisma emergente del ayusismo, más del gusto del doberman aznarista, cuya pretensión es absorber al hijo díscolo franquista, antaño en su seno. 

Se trata de un plan perfectamente elaborado, sin fisuras, que apela, absorbe y contrata a profesionales del matonismo y la delincuencia organizada, un tipo de humanoides que casan muy bien con el pedigrí endémicamente corrupto que el ínclito Ansar inoculó en el partido, aún (ya veremos por cuánto tiempo) hegemónico de la derecha. 

Para mí, que nos quieren llevar tales profesionales de la España negra, perpetuamente privilegiada y señoritil, a una cada vez mayor bipolarización entre extremos pues los tradicionales caladeros donde habita el sentido común están ya obsoletos; a las fuerzas vivas de siempre (caciquismo, clerecía y milicia) ya no les sirven esas apelaciones al buen sentido: tienen que sacar los tanques a la calle aunque ahora los tanques se disfracen de ciudadanos paramilitares que asaltan las instituciones de todos en un remedo tibio del modelo acuñado por el "gran padrino" yanqui. 

Frente a esos profesionales del infundio, la mentira, la falacia y la sinrazón dudo que hagan efecto, y lo siento, las estadísticas, los datos, los razonamientos sensatos; sólo cabe en mi opinión romper con sus simplezas mentales, con sus falsas analogías, articulando otro relato alternativo que se superponga al suyo falso; pues falso es por poner un ejemplo asimilar el campo y la agricultura a la derecha y la ciudad a la izquierda surgiendo de ahí un falaz enfrentamiento que es el que encabrona a los cortos de mente que solo piensan con sus vísceras, por supuesto porcinas. 

Ya sabemos que, tanto la mentira como el mal, no duran cien años, que al final se impone la verdad, pero el problema es que no podemos esperar, que esta vida tal y como está montada no soporta la calma, el sosiego, el equilibrio y la ecuanimidad. Pero es cuando las mayorías no saben articular relatos positivos que neutralicen los negativos y falsos cuando la amenaza del fascio es más real que nunca pues se corre el riesgo de ser gobernados por una chusma delincuente que prefiere entonar a grito pelado el "¡Vivan las caenas!" que caminar por la senda del progreso, el respeto y la tolerancia. 

Y ahora mismo el mejor relato que tiene el Gobierno son los hechos; verbigracia: que se apruebe la reforma laboral, que se investiguen los abusos de la iglesia católica y seguir repartiendo los fondos europeos como hasta ahora, visto que parece ser que ya estamos vacunados de casi todo menos de espanto… aunque en mis ratos de pesimismo suelo preguntarme: ¿nos dejarán las hienas ahuyentar el espanto y estar vacunados del todo?

Javier Herrera  es socio de infoLibre

Javier Herrera

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