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'Compañero del metal', un homenaje a José María Calleja

'Compañero del metal'.

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infoLibre ofrece un anticipo de Compañero del metal. Miradas a la figura de José María Calleja (Catarata), un libro que reúne el testimonio personal de voces muy conocidas que rinden homenaje a la figura del periodista fallecido víctima del covid. Pepa Bueno, José Mari Múgica, Consuelo Ordoñez, Fernando Savater, Borja Sémper, Cristina Cuesta, Fernando Grande-Marlaska, Luis Castells, Eva Orúe, Gorka Landaburu o Luis R. Aizpeolea ofrecen en su páginas una emocionante visión del comunicador desaparecido. Reproducimos el capítulo que firma Ignacio Sánchez-Cuenca.

Un libro con Calleja

Ignacio Sánchez-Cuenca *

Supongo que, por deformación académica, a mí lo que inicialmente me atrajo de José María Calleja fueron sus libros. Ya me imagino que esta debe ser una vía de aproximación más bien rara en su caso, pues lo que más destacaba y atraía era su personalidad, un compuesto formado por elementos muy variados entre los que destacaban el entusiasmo, la energía, el sentido del humor, el coraje y la claridad moral.

Calleja tenía una presencia constante en los medios y la esfera pública a través de los programas de televisión (informativos, entrevistas, debates, tertulias) y una actividad permanente como articulista (en eldiario.es, El Correo, etc.). Sin embargo, lo que llamó mi atención fueron sus dos primeros libros, Contra la barbarie. Un alegato en favor de las víctimas de ETA (Temas de Hoy, 1997) y La diáspora vasca (Aguilar, 1999). Yo andaba por entonces muy interesado en el terrorismo nacionalista vasco, tratando de proporcionar, desde las ciencias sociales, una explicación de la evolución estratégica de ETA. Creo que leí prácticamente todo lo que se había escrito al respecto. Contra la barbarie figura entre mis lecturas favoritas de aquella época. Era el primer libro, y durante algún tiempo también el único, que abordaba la violencia terrorista desde el punto de vista de las víctimas. Estaba escrito en un lenguaje muy directo y eficaz, conseguía ponerle al lector la carne de gallina con las historias tremendas de las víctimas y sus familias, pero aquello era más que literatura periodística: las crónicas escalofriantes de Calleja eran fruto de su experiencia con el dolor causado por ETA y de un conocimiento profundo de la ideología y de la forma de actuar de la organización terrorista.

Tanto Contra la barbarie como La diáspora vasca tenían unos apéndices finales que para mí fueron un tesoro. El primero contenía una relación de las víctimas mortales de ETA, incluyendo datos con la fecha de la muerte, el lugar, la condición de la víctima (miembro de las fuerzas de seguridad, político, civil, etc.) y el “detalle”, donde Calleja aportaba una información breve pero muy valiosa sobre las circunstancias del atentado. El segundo libro venía con un listado similar de todos los secuestros realizados por grupos terroristas desde 1970. Toda esa información se podía digitalizar y analizar estadísticamente para entender mejor tanto las estrategias de ETA como el daño que había causado.

Siguiendo el ejemplo de Calleja, me propuse construir una base de datos, lo más detallada y rigurosa posible, de las víctimas mortales de ETA. La Administración no tenía un listado oficial y los listados que circulaban contenían numerosos errores. Tras varios años de trabajo un tanto detectivesco, conseguí completar la tarea. Más allá del análisis académico, quise dar visibilidad a los datos y escribir un trabajo divulgativo, libre de las servidumbres de la investigación. Inmediatamente pensé en proponérselo a José Mari para hacerlo conjuntamente. Le había conocido en 2003 y, como le pasaba a todo el mundo, también había quedado cautivado por la persona. Me lo presentó Jimena García-Pardo, amiga de ambos (era tal el entusiasmo de Jimena por la actividad de Calleja que, antes de conocerlo y a modo de agradecimiento por su labor y valentía, le hizo llegar un jamón como regalo de cumpleaños).

A Calleja le pareció bien la propuesta y nos pusimos manos a la obra. El objetivo era preparar un texto breve acompañado por un listado más o menos definitivo de víctimas de ETA, con información muy detallada. El libro analizaría las distintas campañas terroristas de ETA y su evolución a través de las historias de las víctimas. La primera parte de cada capítulo la escribía Calleja, seleccionando algunos episodios de especial impacto que ilustraran las tesis generales de las que me encargaba yo en la segunda parte. Nuestro modo de trabajar no podía ser más opuesto. El escribía de un tirón y me mandaba su contribución en el cuerpo de los correos electrónicos, todo escrito en mayúsculas. Como era característico en él, los textos tenían una fuerza brutal. Luego me ocupaba yo de encajar aquello en cada capítulo, tratando de conseguir cierta continuidad entre mi estilo más distanciado y el suyo torrencial. Milagrosamente, a pesar de que sus autores fuéramos tan diferentes, el libro salió adelante. Lo terminamos a mediados de 2006, cuando arrancaba el proceso de paz iniciado por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Tan esperanzados estábamos que titulamos el libro La derrota de ETA. De la primera a la última víctima. Nos equivocamos, es evidente, aunque no tanto. El atentado de la T-4 en diciembre de aquel año nos mostró que habíamos pecado de optimistas; pero el error no fue tan grande, pues ETA, efectivamente, se encontraba ya en fase terminal y, pese a volver a las armas, la lista de víctimas mortales no se extendió mucho en los años siguientes (hubo 12 personas asesinadas entre diciembre de 2006 y marzo de 2010).

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Las editoriales grandes no mostraron demasiado interés en el libro, y eso que Calleja era un periodista muy conocido y con gran tirón. Salió publicado en una editorial pequeña, Adhara, con una portada poco atractiva. A la vez, “colgué” una versión resumida de la base de datos en internet, para que cualquiera pudiera consultarla y utilizarla. Presentamos el libro en varios lugares, incluyendo El Corte Inglés de la calle Goya de Madrid, algo que a mí me resultó una experiencia de lo más exótica. Guardo un gran recuerdo de aquellos actos al lado de Calleja, siempre eran ocasión para disfrutar de su ingenio y humor. Mantuvimos la amistad hasta su final tan prematuro y desgraciado, en encuentros frecuentes con Jimena y otros buenos amigos. Además, éramos compañeros en la Universidad Carlos III: me provocaba invariablemente una gran carcajada con sus comentarios sobre el mundo universitario, que él veía con distancia a pesar de llevar tantos años enseñando.

Haber escrito un libro con Calleja es una de las grandes satisfacciones de mi trayectoria académica. Fue un privilegio conocerlo.

* Ensayista y profesor de la Universidad Carlos III de Madrid.

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