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‘Los cínicos no sirven para este oficio’, Ryszard Kapuściński

'Los cínicos no sirven para este oficio', Ryszard Kapuściński

Nieves García Prados

Los cínicos no sirven para este oficio

Ryszard KapuścińskiAnagramaBarcelona2006

Ni la verdad ni siquiera la lucha política importa. Lo verdaderamente necesario en periodismo es el espectáculo. Las palabras de Kapuściński me retumban día a día, como un moscardón incómodo, cuando recuerdo los titulares de la semana. El periodismo muere en las redacciones, cuando la noticia la decide el espacio de portada, la que venderá más ejemplares. Decía el periodista polaco, testigo de más de una decena de guerras y de otras tantas revoluciones del siglo XX, que, por norma general, los periodistas podrían dividirse en dos grandes categorías: la de los siervos de la gleba y la de los directores. Estos últimos son los que dictan las reglas y la agenda setting, los “grandes ejecutivos” de los medios, los que comprendieron hace mucho que la información podía ser un gran negocio lucrativo. Los mismos que están empezando a cavar la propia tumba, la zanja que lleva abierta varios años.

Los periodistas, los soldados rasos de las redacciones, no hemos sido inocentes en asumir el trato, hemos cerrado los ojos al despido del compañero, hemos mirado de soslayo el éxito ajeno, hemos agachado la cabeza a la orden del delegado comercial/director y hemos vuelto a casa con una nómina, con un coche nuevo, con un nuevo teléfono con el que colgar en las redes sociales nuestros “grandes éxitos”, con el conformismo de quien ve acercarse la tormenta en otoño. Pero elegimos la profesión sabiendo que no íbamos a hacernos ricos, que no tendríamos el beneplácito de la sociedad, que no tendríamos más aval que nuestro trabajo.

Ryszard Kapuściński (1932-2007) creía que para ejercer el periodismo había que ser un buen hombre o una buena mujer. En Los cínicos no sirven para este oficio (Anagrama) el escritor polaco reconstruye los pilares de lo que en su opinión debe ser el buen periodismo, proponiendo un ideario moral y ético del periodista que está cansado de ver agonizar su profesión. Para ejercer el oficio correctamente es necesario tener nociones de psicología y ponerse en el lugar del otro, y por eso nunca puede ser un buen periodista quien es un cínico. El cinismo, el perejil de todas las salsas de las tertulias televisivas, es incompatible con la profesión. En las entrevistas que recoge el libro, muy recomendable para quien haya olvidado para qué se metió en una redacción, Kapuściński cree que la arrogancia y el cinismo harán imposible que comprendamos al otro, necesario para la construcción de la información. “Es un error escribir sobre alguien con quien no se ha compartido al menos un tramo de la vida”, advertía el reportero polaco, que además veía en la objetividad una quimera.

Cuando a García Márquez le preguntaron en uno de los talleres de periodismo que organizaba su Fundación si era lícito reforzar el efecto literario de una crónica, el Nobel colombiano lo tenía claro. No había traición en eso. “Tú también mientes a veces, ¿verdad Ryszard?”, le preguntó al escritor polaco entonces. Él se limitó a sonreír. La única información posible siempre resulta “personal y provisional”, había dicho. Kapuściński ya advertía hace casi veinte años de que la prensa internacional estaba manipulada por diversas razones, ya fueran económicas o ideológicas, y también ponía el acento en algo que bien pudiera estar escrito hoy mismo: la dependencia que tiene el periodista actual de las nuevas tecnologías, y su conversión en multimedia. Es decir, el advenimiento del periodista sin problemas éticos de ninguna clase, al que lo mismo le da publicar en su perfil de Twitter que todo apunta a que el perturbado que ha disparado contra personas indefensas en Múnich era alguien que había pedido asilo en Alemania tras huir de su país en guerra que una foto de sus últimas vacaciones.

Pese a todo, sigue habiendo ejemplos heroicos que llenan de esperanza el futuro del periodismo. Profesionales incómodos para el poder, que se resisten a caer en sus tentáculos, como lo fue Kapuściński, que no sucumbió al espectáculo y que prefirió la verdad a la imparcialidad, en su continua defensa de la importancia de contar el sufrimiento del mundo, de la necesidad de mantener con vida un periodismo que “no consiste en pisar las cucarachas, sino en prender la luz, para que la gente vea cómo las cucarachas corren a ocultarse”.

*Nieves García Prados es periodista. Nieves García Prados

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