Liebre por gato

Discurso

La escritora Julia Otxoa.

Julia Otxoa

La sección de microrrelatos inéditos Liebre por gato está coordinada por Gemma Pellicer y Fernando Valls. En esta nueva entrega recoge dos textos de la escritora y artista gráfica Julia Otxoa.Gemma PellicerFernando VallsJulia Otxoa

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  Discurso

Su seriedad asnal se extendía como masa de estiércol hacia nuestras narices. Tan sólo en el último instante, cuando ya estábamos a punto de perecer en su dogmatismo pútrido, la poderosa carcajada de Alcibíades desde la tercera fila demudó el rostro del gran maestro de ceremonias, frenando en seco su verborrea.

Sólo entonces, el resto de la audiencia estalló en una risa incontenible, diluyendo la densa viscosidad de su palabra única, aquella nube de negros moscardones que disputaban a los buitres los despojos del alba.

Al mismo tiempo, quedó al descubierto el trampantojo, tras los pesados cortinajes que escondían el mecanismo que movía la boca y las manos del orador.

Sí, aquel fue un día memorable para todos nosotros, títeres de Babilonia.

  Oficina de empleo

El hombre tras la ventanilla suplicaba trabajo.

Desde el otro lado le contestaron con cajas destempladas:

─A ver: ¡Trabajo! ¡Trabajo! ¿Pero qué ofrece usted a cambio?

─¡Mi tiempo! ¡El sudor de mi frente!

─No es suficiente, eso lo ofrecen todos… a ver qué más ofrece.

El hombre en busca de trabajo temblaba como un pequeño pájaro en medio de la nieve, pero sacó fuerzas de flaqueza y adoptando un gesto de dignidad, respondió:

─Tengo dos pulmones, puedo ofrecer uno a quien me dé trabajo.

─Bueno… eso ya es otra cosa… a ver, estudiaremos su caso… ahora a esperar la carta, la recibirá en breve, y apártese, que hay mucha gente a la que debo atender. ¡Que pase el siguiente!

Este tipo de cosas hizo que las oficinas de empleo pronto se convirtieran en un lugar insalubre. Densas nubes de moscardones merodeaban constantemente entre las bolsas en las que se guardaban vísceras, ojos, piernas… de todos aquellos que buscaban trabajo.

Llegó hasta tal punto el caos, que ningún empleado era capaz de encontrar expediente alguno en el infecto desorden de carpetas, ficheros y restos humanos. Así que a la Administración no le quedó otro recurso que adiestrar a perros olfateadores de expedientes y órganos humanos para agilizar las solicitudes de los parados.

Claro que los perros a veces se equivocaban y mordían con furia los órganos de los espantados funcionarios, con gran regocijo de los solicitantes de trabajo que, al otro lado de las ventanillas, eran legión de desdentados, tuertos, cojos, mancos y hasta desorejados.

*Julia Otxoa es poeta, narradora y artista gráfica. Estos dos microrrelatos inéditos forman parte de un libro de próxima aparición titulado Julia OtxoaConfesiones de una mosca. Entre sus obras anteriores, de este mismo género, destacan Un extraño envío (2006) y Escena de familia con fantasma (2013), ambas publicadas en la editorial Menoscuarto.

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