Los libros

'El juego del revés', de Antonio Tabucchi

Portada de 'El juego del revés', de Antonio Tabucchi.

El juego del revésAntonio TabucchiTraducción de Carlos GumpertAnagramaBarcelona2016El juego del revés

Antonio Tabucchi es un escritor muerto por fuego amigo, el que lanzó sobre él su novela más famosa, Sostiene Pereira, cuyo éxito internacional volvió en cierto sentido invisibles otros libros suyos muy estimables, por ejemplo Nocturno hindú o Dama de Porto Pim, que de ninguna manera eran obras inferiores, ni merecían una atención menor, sino justo lo contrario: su ambición era mayor, su originalidad, también. Me atrevería a decir, incluso, que otro efecto secundario de la celebridad que alcanzó aquella novela fue el de casi obligar a su autor a intentar reproducirla en otros títulos posteriores y menos afortunados, como La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, con su amago de narración policiaca. Cosas del mercado, que sólo le saca brillo a lo que ya ha deslumbrado a los consumidores.

Otro de los puntos fuertes y de los territorios favoritos de Tabucchi era el del relato de media distancia, ni corto ni largo sino todo lo contrario, y en ese mundo consiguió volúmenes dispares, como suelen serlo todos los de cuentos, pero llenos de momentos extraordinarios, que no faltaban en El tiempo envejece deprisa, Pequeños equívocos sin importancia o el que ahora recupera la editorial Anagrama, El juego del revés, donde reúne los siete textos de la publicación original, la aparecida en el año 1981, otros dos que añadió más adelante, al volver a darlo a la imprenta, y uno inédito que se traduce por primera vez y le da a este regreso un aura de novedad muy llamativo.

En estos escritos está Tabucchi en estado puro, con todas sus obsesiones, por ejemplo la que tuvo a lo largo de toda su vida por Portugal y especialmente con Lisboa, donde el protagonista del relato que da título al tomo regresa cuando recibe en Madrid, y para ser más exactos en el Museo del Prado, donde ha ido a ver Las meninas, la mala noticia de que una amiga, María do Carmo, ha muerto. En el cuento vamos a oírle hablar una vez más de Pessoa, no vamos a saber, lo mismo que en otros libros suyos, si el autor y el narrador son la misma persona o sólo se parecen mucho, porque en él lo autobiográfico y lo ficticio conviven de manera natural a menudo; y, por supuesto, nos encontraremos con otra de sus obsesiones recurrentes: la búsqueda de lo que conocimos una vez y el tiempo o algunas circunstancias nos demuestran que tenía muchos ángulos a oscuras, desconocidos. ¿Quién era esa mujer de la que algún día creyó saberlo todo? ¿Qué relación tenía de verdad con el marido que le espera para tener la conversación que no tuvieron nunca, para hacerle saber que no ignoraba, que sufrió un daño irreparable y para tratar de convencerle, tal vez por un sentido de la justicia o por un simple deseo de venganza, de que la fallecida no sentía por él lo que daba por hecho?

“Carte desde Casablanca” está disfrazado de historia de una cantante venida a menos, que en algún momento tuvo público, dinero y fama, pero que cuando la encontramos tiene que conformarse con actuar en un cabaret de tres al cuarto, donde pone sobre la escena mucha pasión para muy pocos espectadores. Pero lo cierto es que todo va a dar un giro cuando un día pierda la voz y quien nos estaba contando sus peripecias, que a la vez es su seguidor más entregado, decida ocupar su puesto.

“El pequeñó Gatsby” habla de las falsas apariencias, que en ocasiones tienen como objeto engañar a los demás y otras veces sirven de mentira para ti mismo, y en estas páginas para hablar de unos seres que existen por imitación, que tratan de mirar lejos para no ver lo que las rodea y las amenaza, que van en busca de un hotel miserable donde murió su padre porque allí esperan hallar respuestas, pero sólo van a darse de cara contra el mismo dolor puesto en otro sitio. Si no existiera la mala suerte, no tendríamos ninguna, dicen los norteamericanos, y como este cuento acaba en Baltimore, no viene mal atribuírsela a sus protagonistas.

Y, por poner otro ejemplo, quizá el más emotivo de todos los relatos sea “Dolores Ibárruri llora lágrimas amargas”, que habla del modo en que nos gusta tener fe, pero no cargar con el peso de las decepciones a las que suele conducirte conservarla durante más tiempo del que conviene. De forma sutil, y dando un rodeo que nos llevará a un final inesperado, Tabucchi habla aquí de los totalitarismos, de la estafa de quienes hacen que les sigan sólo para poder dejar atrás a los otros, para traicionarlos y una vez instalados en el poder, saltar por encima de ellos. La carta de la Pasionaria con que se cierra el relato es muy emocionante y vuelve a recordarnos el talento de Antonio Tabucchi para mezclar las dos historias, la que se debe escribir con hache mayúscula y la otra. Porque ahí están todas las lecciones.

Es una buena noticia esta vuelta a los escaparates de El juego del revés, porque sin duda se trata de el mejor volumen de relatos de un escritor que merece la pena.

*Benjamín Prado es escritor. Su último libro, Benjamín PradoMás que palabras (Hiperión, 2015).

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