Libros

Vacías, originales, repetidas: portadas para (des)cubrir libros

Una generación de poetas ciber

Permitidme, para empezar, dos apuntes y una reflexión.

Año 2008. Caballo de Troya, editorial que se presentaba como la casa de los "nuevos autores, nuevas propuestas, nuevas voces", decidió prescindir parcialmente de sus cubiertas únicas (sobre un fondo hueso, el equino del sello silueteado en un color muy sobrio) para "facilitar" su colocación en las librerías. Al menos dos libros al año saldrían con sobrecubierta o camisa, que aligeraría la sobriedad de la cubierta tradicional.

Desde entonces, las cosas han cambiado mucho…

Año 2010. Los libros de bolsillo de Alianza Editorial cambian de piel. El sello nacido en 1966 no sólo nos permitió leer, a precios asequibles, títulos fundamentales sino que sus cubiertas, diseñadas por Daniel Gil, revolucionaron el panorama. Gil no sólo cambió el concepto de la portada, sino que hizo una portada para cada libro. "Unas veces usaba objetos encontrados –en su mayoría los domingos, en sus paseos por el rastro de Madrid– , otras tramas de impresión ampliadas, otras veces solo tipografías o papeles y cartulinas rasgados. Como director de arte de la editorial, tuvo completa libertad para crear, sin ningún tipo de traba. Cualquier método era válido si le llevaba a representar no una escena del libro o el argumento, sino la sensación que la publicación dejaba al lector una vez que se lo hubiese leído", escribió Tina García, coordinadora de Ah Magazine.

El elegido para la nueva etapa fue Manuel Estrada, alumno de Gil, y el rediseño era mucho más ambicioso que un mera limpieza de fachada: incluso retocó el logo de Alianza. El cambio fue respetuoso pero sustancial…

La reflexión. Cualquiera que haya tenido en sus manos un libro editado en Francia se habrá dado cuenta de que las editoriales más prestigiosas prescinden en sus portadas de todo artificio. De hecho, algunas de las colecciones de más renombre tienen un mote que les viene dado por el color de sus cubiertas: la amarilla de Grasset, la azul de Stock, la blanca de Gallimard (en realidad, crema al principio y amarillo pajizo después).

¿Qué historia nos cuenta esa sobriedad? "Esta es la tesis de Paul Benichou", explicó Antoine Compagnon en un curso sobre "el nacimiento del escritor clásico". En La consagración del escritor. 1750-1830, Bénichou traza la historia de la "dignificación de la literatura profana", la de "la emancipación de la literatura en relación con la autoridad de la religión e incluso la sustitución de la autoridad de la literatura a la de la religión. Los escritores se convirtieron en los héroes y los santos del siglo XIX". Y al menos en Francia siguen siéndolo. De ahí que las letras no soporten la interferencia de determinadas portadas.

Horror vacui

"Creo que es un tema de cultura visual. Hay gente que, cuando ve un diseño de colección rígido o estrictamente tipográfico, interpreta erróneamente que es así para no romperse demasiado la cabeza con cada portada –nos dice Gabriel Saiz, diseñador gráfico (Filo Estudio)–. Sin embargo, muchas veces las razones son muy distintas: la dificultad de representar ciertas ideas, temáticas o géneros con imágenes figurativas; la necesidad de publicar ágilmente muchos títulos; para diferenciar visualmente con facilidad catálogos muy extensos o complejos; o por ser un diseño tan reconocible y asumido por el público que sería contraproducente cambiarlo. O simplemente por diseño, porque mola y punto".

Saiz sabe que una buena portada ilustra, desarrolla y sitúa la temática, tono y contenido del libro a quien la contempla, ya sea en la librería o en una página web. "Y un buen diseño de colección confiere la identidad de la editorial a la cubierta, su forma de entender las obras. A veces la fotografía o ilustración elegida puede ser el apoyo imprescindible que necesita un título demasiado abstracto o metafórico. Y algunas veces un diseño bien parido, junto con una cuidada edición, aportan al libro un valor añadido de tal magnitud que a veces incluso trasciende a la obra misma".

Colabora con Capitán Swing, editorial dedicada fundamentalmente al ensayo clásico y moderno, un género a priori condenado al desastre comercial en este país. "Al abordar el diseño de esta colección con el editor Daniel Moreno, nuestro objetivo era salirnos del clásico diseño tipográfico y tratar de competir con los demás géneros en las librerías, dando un toque de imagen y color a temas y títulos que, en principio, pueden sonar áridos o directamente infumables". Y cuenta que, en una ocasión, Julián Lacalle, de Pepitas de Calabaza (que aparte de editor es un gran diseñador), les dijo que las portadas de la colección de ensayo le parecían carteles de cine, que se habían salido de la norma. "Quizás suene pretencioso, pero creo que romper esa convención establecida de 'ensayo = diseño aséptico/abstracto/tipográfico' fue la clave del éxito de la colección".

Juzgad por vosotros mismos.

Volviendo al asunto de las portadas sin imagen, le pregunto a Gabriel por qué en España nos cuesta tanto aceptarlas. "La mayoría de editores con los que he trabajado tienen una fobia congénita a las composiciones abstractas o puramente tipográficas, les parece que es muy simple, que está todo vacío, o que está poco trabajado, cuando puede ser justamente lo contrario. Para mí es mucho más difícil crear una buena composición tipográfica, que guarde equilibrio entre las masas de tinta y exprese cosas al mismo tiempo, que trabajar con imágenes".

Y cita un ejemplo que no es el que yo puse al inicio, sino el de la editorial argentina Adriana Hidalgo, que tiene un diseño de colección totalmente plano y tipográfico creado por un reconocido diseñador argentino hace 15 años que aquí no funcionaba.

"Hablé con ellos, estaban frustrados porque no conseguían implantarse aquí, no acababan de hacerse un hueco en nuestro mercado editorial, y decidimos imponer una faja a los libros que venían importados desde allí, que incorporase fotografías, pero al mismo tiempo respetase el diseño original y jugara con él. Parece que la solución adoptada está dando sus frutos, tanto que ahora se están planteando implementarlo allí".

El colmo de un "portadista"

Las portadas, ya lo leen, están hechas para diferenciarse. Pero…

El año pasado, un lector, Simon Stevens, denunció en un tuit la apabullante similitud que presentaban las portadas de libros relacionados (por autor o tema) con África.

Premio Nacional... ¿de consolación?

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Para entonces, algunos llevábamos tiempo con un entretenimiento sencillo, a la par que edificante: cazar portadas repetidas. Es el colmo del editor: diseñar una cubierta para que tu libro se diferencie de los demás, y darte cuenta de que lo único que consigues es confundirlo en una masa de volúmenes de apariencia intercambiable.

"Cuando publiqué el post 'Portadas Clonadas' en mi blog, algún editor me escribió diciendo que habían sido ellos los primeros en poner en la portada del conocido cuadro de Edward Hopper, Habitación de hotel", recuerda Javier Coria, periodista y escritor, miembro de la redacción de la revista digital Rambla.com. "Es una imagen que se ha utilizado y se utiliza de una forma masiva en todo el mundo. Yo puse 22 portadas de libros con la misma imagen, pero me consta que hay más. El post lo leyeron 30.000 personas y se hizo viral cuando se compartió en redes sociales y se multiplicó exponencialmente su lectura. Creo que ahora, por lo menos en España, los editores se lo pensarán cuando alguien les proponga la manida imagen como portada de un libro".

Javier, que antes de escribir y ser un plumilla en la prensa diaria fue diseñador gráfico y fotógrafo, cree que las causas de este fenómeno son varias. Una: abaratar costes, cuando se usan cuadros clásicos cuyos derechos ya son de uso libre. "Pero me temo que en muchas ocasiones es por pura pereza, por no saber lo que publica la competencia y, permíteme que lo diga, por una desconsideración y menosprecio hacia los lectores –añade–. Me molesta cuando la gran industria editorial se dedica a hacer libros como churros y claro, los churros, al final todos se parecen. Por suerte, ahora hay algunos editores que se preocupan y miman sus libros. Buscan diseños exclusivos para sus portadas, incluso nuevas traducciones cuando se trata de libros de autores extranjeros. Se está precarizando el trabajo de los portadistas, traductores, correctores, lectores editoriales, y no te digo de los autores, que la final y en el mejor de los casos, se llevan sólo el 10% del precio de venta al público".

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