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LOS FALLOS DE LA RECUPERACIÓN

El 'efecto lunes' o cómo las empresas en España abusan del empleo temporal

El turismo es uno de los sectores con mayor tasa de temporalidad.

España tiene la segunda tasa de temporalidad más alta de la Unión Europea, sólo superada por Polonia. El 26,1% de los trabajadores poseen un contrato temporal, según la última edición de la Encuesta de Población Activa (EPA). En 2017 el Servicio de Empleo Público Estatal (SEPE) registró 21,5 millones de contratos, de los cuales el 91% tenían fecha de extinción. Acudiendo a las estadísticas de la Seguridad Social, las cifras son igualmente reveladoras: en 2016 se registraron 26,02 millones de nuevas afiliaciones, 1,5 veces el número total de cotizantes del sistema –17,85 millones ese año–. Cada día se dan de alta en la Seguridad Social más de 100.000 trabajadores… y otros tantos se dan de baja. En resumen, el flujo de trabajadores de la actividad al paro no sólo es constante sino también enorme.

Además ese trasiego de trabajadores se produce según un patrón temporal muy determinado que han estudiado los investigadores de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA). La mayoría de esos nuevos contratos/afiliaciones se registran los lunes y viernes de cada semana y al principio y final de cada mes. Sobre todo, los lunes: ese día se crean el doble de empleos que el resto de la semana. Los viernes, un 20% más. A final de cada mes se produce una colosal destrucción de empleo. Y ésta crece de intensidad según avanza el año; es decir, aumenta de marzo a agosto: la probabilidad de que un alta se convierta en baja al acabar cada mes es mayor a partir de Semana Santa.

Además, cuando coinciden un lunes o un viernes con el comienzo o el final de un mes, el efecto se disparael efecto se dispara. Así, los lunes de 2017 se crearon de media 213.230 empleos –un jueves, sólo 74.532–, pero ese mismo día se destruyeron también otros 186.548 puestos de trabajo. Los viernes se dieron de baja 100.966 personas en promedio. Como resultado, cada viernes se reduce el stock de afiliados en 25.365 trabajadores, cuando el lunes anterior había aumentado en 26.583. ¿La creación neta de empleo en esa semana promedio? Sólo 3.611 nuevos cotizantes. Como resume uno de los autores del estudio, José Ignacio Conde-Ruiz, “España crea empleo neto el lunes para destruirlo el viernes”.

Pero por encima de esas medias, ha habido días en que por ese efecto calendario donde se suman lunes, primer día de mes y época de apogeo laboral –de marzo a agosto– en España se crearon 387.714 empleos, como el 1 de julio de 2013. O se destruyeron 362.682, como el 1 de agosto de 2016. El 30 de junio de 2017, viernes y final de mes, fueron dados de baja 341.334 trabajadores.

Los picos aumentan con la mejora económica

Los autores del estudio destacan también que estos enormes flujos diarios de creación y destrucción de empleos han aumentado al mismo tiempo que se recupera la economía. Siempre ha existido ese patrón temporal en el mercado de trabajo español, pero desde 2014 se ha intensificado. “¿Es porque las empresas durante la crisis han aprendido a aprovechar al máximo las leyes laborales para minimizar costes? ¿O es por la nueva tecnología digital, que facilita los procesos de trabajo bajo demanda?”, se preguntan José Ignacio Conde-Ruiz, Manu García, Luis A. Puch y Jesús Ruiz, economistas de la Universidad Complutense de Madrid que presentan su trabajo como una herramienta útil para diseñar políticas de lucha contra el fraude.

Con la mejora de la actividad económica, las empresas están utilizando más los contratos temporales y cada vez más breves, para evitar pagar cotizaciones a la Seguridad Social o a los trabajadores los días de vacaciones o festivos. En otras palabras, los contratos temporales tienen poca o ninguna relación con necesidades urgentes o adicionales de producción o ajustes cíclicos. A juicio de los autores del estudio, “estas circunstancias explican por qué las empresas se apoyan en los contratos muy breves, de menos de un mes, de una semana, de un fin de semana o de sólo unos días”.

En efecto, según las estadísticas del SEPE, en 2017 la duración media de un contrato era de sólo 51,67 días, cuando en 2007 alcanzaba 78,55 días. Los contratos de menos de siete días crecieron un 8,4% el año pasado. Entonces se firmaron 5,57 millones de estos minicontratos, cuando hace una década su número, en pleno apogeo económico, era de sólo 2,8 millones. Entonces representaban el 15% de los contratos registrados; hoy equivalen al 26%. La misma tendencia se observa al ampliar el foco un poco más. En 2017 los contratos de menos de un mes de duración ascendieron a 8,14 millones, el 37,8% de los suscritos. En 2007 se firmaron 4,98 millones de contratos que no llegaron a 30 días, el 26,7% del registro del SEPE.

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En ningún otro país

El estudio señala a dos sectores como los principales responsables de la masiva creación y destrucción diaria de empleo: el turismo y la agricultura. Que resultan ser, además, dos de las ramas con mayor tasa de temporalidad: el 60% y el 40%, respectivamente, muy por encima de la media nacional del 26,1% antes citada. De ahí, también, la estacionalidad de estos flujos, que se hacen más intensos a partir del verano. Por ese motivo, las ocupaciones que más sufren el efecto lunes son los empleos de la restauración, los dependientes comerciales y los trabajadores no cualificados de la industria. A los que el estudio añade los profesores, no importa el tipo de enseñanza, que son contratados masivamente en septiembre y despedidos del mismo modo cuando acaba el curso. 

Para las empresas, recurrir por sistema a los contratos temporales es una forma de reducir al mínimo el riesgo. Lo que significa que éste se traslada por completo al trabajador, advierten los autores del estudio, un desplazamiento que a su juicio no sólo es “injusto”, sino también “ineficiente”. No hay ningún otro país con unos picos de creación y destrucción de empleo tan pronunciados, destaca además Conde-Ruiz. Ni siquiera alcanzan a España los efectos de calendario observados en Reino Unido y Países Bajos con formas de empleo tan precarias como los contratos de cero horas –en los que el trabajador tiene que estar disponible en cualquier momento, el empresario no garantiza un número mínimo de horas de trabajo ni un salario mínimo– o con las transiciones desde y hasta el autoempleo, según destaca el estudio.

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