Elecciones europeas

Los riesgos que afronta la futura Eurocámara ante el auge de las formaciones euroescépticas

Matteo Salvini (c) junto a los dirigentes de Verdaderos Finlandeses, AfD y Partido Popular danés.

El euroescepticismo continúa organizando su asalto a Bruselas. La extrema derecha francesa anunció a principios de abril la incorporación de Reagrupación Nacional –el viejo Frente Nacional– a la alianza paneuropea impulsada desde Roma por la Liga Norte del ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, para los comicios al Parlamento Europeo que se celebran esta próxima semana, entre el 23 y el 26 de mayo. Con la incorporación de la formación liderada por Marine Le Pen, la propuesta de la ultraderecha italiana de dejar a un lado las diferencias e impulsar un único grupo eurófobo en la Eurocámara ganó fuerza. El objetivo del proyecto gestado en suelo comunitario busca aglutinar el mayor número de eurodiputados para maximizar la influencia euroescéptica en pleno corazón de la Unión Europea. Sin embargo, a pesar de que las encuestas vaticinan un repunte de estos partidos en las elecciones, algunos expertos sostienen que no tendrán la fuerza suficiente como para influir significativamente en la toma de decisiones. Ni siquiera, añaden, si consiguieran un tercio del hemiciclo, siempre y cuando los grupos fuertes europeístas mantuvieran un bloque sólido.

Con la Liga al alza en los sondeos, Salvini se erigió a comienzos de abril como el artífice de la nueva internacional populista. El ministro del Interior italiano presentó su propuesta durante un acto celebrado en Milán al que acudieron los líderes de Alternativa para Alemania (AfD), del Partido Popular danés (DF) y de Verdaderos Finlandeses, la formación ultranacionalista que solo un mes antes estuvo a dos décimas de convertirse en la más votada en las elecciones parlamentarias de Finlandia. Fue en aquella conferencia –Hacia la Europa del sentido común, el pueblo levanta la cabeza– en la ciudad lombarda donde parte de la extrema derecha comunitaria anunció su intención de impulsar en la Eurocámara el grupo Alianza Europea de los Pueblos y las Naciones (AEPN), un nombre tras el que se esconde un proyecto que se sostiene sobre tres pilares: defensa de los valores cristianos, política migratoria estricta sin reubicaciones y recorte del poder de Bruselas sobre las políticas económicas que adoptan los Estados miembro.

En aquel encuentro se dejó bien claro que todas las formaciones euroescépticas tienen “una invitación” sobre la mesa. Pero allí no había representantes de otros partidos ultras como Reagrupación Nacional, el PVV holandés o el Partido de la Libertad (FPÖ), los islamófobos que comparten gobierno en Austria con el Partido Popular. Hubo que esperar hasta el acto celebrado este mismo sábado en Milán para hacer el recuento definitivo de apoyos. Una de las incógnitas que deberá despejarse ahora es, por ejemplo, si la extrema derecha española compartirá bancada con sus correligionarios italianos, daneses, alemanes o finlandeses. Para Salvini, Vox es uno de esos “movimientos alternativos a la Europa socialista y popular” cuyas medidas tienen encaje en su proyecto para el Viejo Continente. Pero el apoyo que el ministro del Interior italiano ha brindado en redes sociales en diversas ocasiones al independentismo catalán no agrada a la formación que dirige Santiago Abascal. Este es, en definitiva, el principal escollo. Por el momento, Vox ha preferido desmarcarse de la cumbre de Salvini y Le Pen en Milán y ha dicho que ya decidirá más adelante quiénes serán sus socios tras la cita con las urnas.

Otra de las incógnitas que tendrán que despejarse sobre el proyecto, en el que los partidos euroescépticos descartan presentar programa común, es si conseguirá sumar a los dos colosos ultranacionalistas de la Eurocámara: Ley y Justicia (PiS) y Fidesz. Ambas formaciones, que en la actualidad lideran el gobierno polaco y húngaro, se encontraban durante esta legislatura integradas en el Grupo de los Conservadores y Reformistas Europeos y en el Grupo Popular Europeo, respectivamente. Y, en los últimos meses, los guiños para que formen parte de una alianza ultra paneuropea han sido constantes. Abascal, por ejemplo, se desplazó el pasado mes de marzo a Varsovia para abordar con el líder del PiS, Jaroslaw Kaczynski, una posible colaboración tras los comicios de mayo. Y los halagos al húngaro Viktor Orban, cuyo partido fue suspendido temporalmente el pasado mes de marzo de la familia política conservadora, se han convertido en habituales. Para Steve Bannon, cerebro del éxito de Trump en EEUU y uno de los cocineros de esta “revolución populista” en la UE, Orban y Salvini son “los políticos más importantes hoy en Europa”.

Influencia “muy limitada” en la Eurocámara

En la pasada legislatura, las principales fuerzas eurófobas se distribuían alrededor de tres grupos parlamentarios que sumaban 157 escaños. El más fuerte era el de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR, por sus siglas en inglés), en el que se integraron formaciones como Ley y Justicia, Partido Popular danés o Verdaderos Finlandeses y que sentó en el hemiciclo a 76 eurodiputados. El segundo con mayor representación –41 asientos– fue Europa de la Libertad y la Democracia Directa (EFDD, por sus siglas en inglés), del que formaban parte Alternativa para Alemania, el Movimiento 5 Estrellas italiano, el UKIP británico, el ultranacionalista Orden y Justicia lituano o la formación xenófoba Demócratas de Suecia, que el pasado mes de noviembre consiguieron convertirse en el tercer partido más votado del país escandinavo. Y, con 37 escaños, el tercer grupo parlamentario en el que se integraron fue Europa de las Naciones y de las Libertades (ENF, por sus siglas en inglés), del que formaron parte la Liga Norte, el Frente Nacional, el PVV o el FPÖ austriaco.

 

Última proyección de voto realizada por la Eurocámara. | PARLAMENTO EUROPEO

De cara a la cita con las urnas de esta próxima semana, los diferentes sondeos auguran un ligero incremento de la representación de estas formaciones. Según la última proyección de voto publicada por la Eurocámara, realizada en base a las encuestas hechas a nivel nacional, los tres grupos podrían sumar tras los comicios 173 escaños –66 ECR, 62 ENF y 45 EFDD–. Pero a pesar de esta ligera subida, algunos expertos como el director de la Fundación Alternativas, Carlos Carnero, consideran que los partidos euroescépticos seguirán teniendo poco margen para interrumpir el normal funcionamiento de las instituciones comunitarias. “Evidentemente, es preocupante tener muchos millones de votos que se traducen en decenas de diputados para formaciones euroescépticas”, apunta el también exeurodiputado socialista. No obstante, añade, estas no van a crecer “tanto como se piensa”: “En los países en los que ya tienen una influencia importante, es difícil que aumenten más. Sí que pueden crecer en los pequeños, pero esos reparten pocos eurodiputados”.

Carnero reconoce que estos partidos pueden influir a nivel comunitario si logran que las formaciones conservadoras se muevan hacia posiciones más radicales en determinadas cuestiones. Y más, explica, si estas organizaciones que forman parte del Partido Popular Europeo están en sus respectivos países liderando gobiernos en coalición o con el apoyo externo de los eurófobos. “Pueden terminar influyendo en sobre las posiciones que el líder del Ejecutivo conservador tenga en el seno del Consejo Europeo”, explica el director de la Fundación Alternativas. Sin embargo, cree que la “influencia real” que podrán tener en la Eurocámara será “muy limitada”. “Pongamos que consiguen entre 160 y 175 escaños. Con esos eurodiputados no consiguen frenar de ningún modo la actividad normal del Parlamento”, explica Carnero. Y menos, dice, si tienen frente a ellos un bloque sólido formado por S&D, PPE, ALDE y Greens/EFA, “profundamente europeísta” y que sumaría, según las encuestas, 462 asientos en el hemiciclo.

El peligro un tercio y división

Con todos estos elementos sobre la mesa, el exeurodiputado se muestra convencido de que “numéricamente no decidirán, pero políticamente sí influirán”. Ni siquiera se muestra, a priori, preocupado ante la posibilidad de que estas formaciones puedan controlar más de un tercio de los eurodiputados del hemiciclo, que equivaldría a más de 250 escaños sobre una Cámara de 751 o más de 235 sobre un Parlamento de 705 –tras la salida de Reino Unido–. “En primer lugar, no creo que ni de lejos lleguen a sumar un tercio”, sostiene Carnero, que añade que si lo consiguiesen sería “un auténtico fracaso de las grandes familias europeas” y la UE proyectaría de cara al exterior una imagen muy preocupante. Pero incluso si lo lograsen, completa el director de la Fundación Alternativas, no habría de qué preocuparse “siempre y cuando” se mantuviera “la mayoría transversal del Grupo Popular Europeo, los socialdemócratas, los liberales y los verdes”. “Es importante la capacidad que tengan los grandes grupos de saber mantener su unidad en los temas esenciales”, sentencia.

Iratxe García, candidata a presidir el grupo de los Socialistas europeos en el Europarlamento

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Sobre este peligro alertó el pasado mes de febrero el think tank Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en su estudio Las elecciones europeas de 2019: cómo los partidos antieuropeos planean hacer fracasar a Europa y qué se puede hacer para evitarlo, un documento en el ponen de relieve la importancia de los comicios del próximo mes de mayo en tanto permitirán establecer, “en gran medida”, los “límites” de la “batalla de ideas” en la que se encuentra inmersa a día de hoy la Unión Europea. Con la vista puesta en la cita con las urnas, los investigadores consideran que las formaciones europeístas deben impedir que los partidos eurófobos tomen “la iniciativa” y encuadren “la discusión”, un “error estratégico” del que “no podrán recuperarse”. Y, con la composición de la próxima Eurocámara aún en el aire, avisan del riesgo que supone que las fuerzas euroescépticas logren superar el tercio de los escaños: “Les permitiría formar una minoría que podría bloquear algunos de los procedimientos y hacer que la adopción de una nueva legislación sea mucho más complicada”.

El trabajo da algunas pinceladas sobre la influencia que esta representación eurófoba podría tener en el hemiciclo. En la composición del futuro Parlamento, podrían sentar en la Mesa entre cuatro y seis vicepresidentes, decidir los presidentes de un tercio de las comisiones y, si el bloque europeísta se divide, obstaculizar la elección del presidente de la Eurocámara. Los euroescépticos también podrían, por ejemplo, dificultar que salga adelante una moción de censura contra la Comisión Europea, para cuya aprobación se requieren dos tercios de los votos emitidos que representen, a su vez, la mayoría de los diputados que componen el Parlamento. O bloquear la aplicación del artículo 7 del Tratado de la Unión Europea, el procedimiento sancionador que puede iniciarse contra cualquier Estado miembro que no respete los valores comunitarios –en la presente legislatura se ha activado contra Polonia y Hungría– y que requiere el visto bueno de la mayoría absoluta de los diputados al Parlamento Europeo y dos tercios de los diputados al Parlamento Europeo que participan en la votación.

A nivel legislativo, el estudio avisa de que una división del bloque transversal al que hacía referencia Carnero unido a una representación euroescéptica por encima del tercio del hemiciclo podría “desbaratar o influir en la forma de las leyes conforme al procedimiento legislativo ordinario” o hacer descarrilar tratados comerciales o acuerdos internacionales que requieren el visto bueno de la mayoría absoluta de la Eurocámara. Bajo estas mismas condiciones, en materia presupuestaria podría influir en el Marco Financiero Plurianual –límites de gasto que fija la Unión Europea para un periodo de cinco años– y sus programas, así como sobre el presupuesto anual comunitario. Además, la fuerza también podría presionar influyendo en las resoluciones que emita el Parlamento Europeo.

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