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El 'caso Weinstein' o el día que las víctimas de acoso dijeron basta

El productor estadounidense Harvey Weinstein.

El caso Weinstein ha dado la vuelta al mundo. Más allá de las consecuencias en Estados Unidos, más allá de las reacciones en Francia, se ha generado un debate planetario. Testimonios de personas conocidas o anónimas, negación continua por parte de aquéllos que no quieren ver las situaciones de violencia y de acoso sexual que sufren las mujeres, innumerables debates en torno a los resortes de la dominación masculina… Las redes sociales, en las que ha circulado la etiqueta #MeToo y su versión en otras lenguas (#YoTambién, #IchAuch, #JaTez…), han hecho hablar, en los cinco continentes, a numerosísimas mujeres –también hombres– sobre este fenómenos. A estos testimonios, que se han producido de forma espontánea, sin limitarse a los círculos feministas, le han seguido revelaciones publicadas en los medios de comunicación y que atañen al mundo del arte y de la política. Aquí y allí, los editorialistas toman posiciones, difundiendo o atacando esta ola de denuncias.

En Canadá, las consecuencias no se han hecho esperar: días después de la publicación de la investigación de The New York Times, han empezado a verse los resultados. En Quebec, en concreto, decenas de hombres y mujeres han roto el silencio para denunciar públicamente los comportamientos abusivos de los productores y hombres de negocios Éric Salvail, Gilbert Rozon y Gilles Parent. Este último, presentador de radio, ha sido apartado de la antena “hasta nueva orden”.

Al otro lado del Atlántico, la cantante islandesa Björk ha cuestionado, en su cuenta de Facebook, el comportamiento de “un realizador danés” –sin dar su nombre– en un rodaje. “Porque procedo de un país donde la igualdad entre sexos es de las mayores del mundo y porque entonces me encontraba en una posición de fuerza en el mundo de la música con una independencia duramente ganada, vi de forma muy clara, cuando di mis primeros pasos como actriz, que la humillación y el acoso sexual de que era objeto eran la norma y algo habitual para el realizador y la docena de personas de su equipo que lo permitían y animaban”, escribe la artista en su post. “Tomé consciencia de que era universalmente aceptado que un realizador pudiese tocar y acosar a sus actrices como le pareciese y que la industria del cine lo permitía. Cuando rechazaba al realizador, como hice en varias ocasiones, se enfada, me castigaba y me hacía creer que yo era el elemento difícil”. El realizador Lars Van Trier, con quien Björk rodó Bailar en la oscuridad, ha negado las acusaciones.

Este lunes, el diario alemán Süddeutsche Zeitung publicaba el testimonio de seis actrices de teatro y de cine víctimas de acoso sexual. Una de ellas es Yazmeen Baker, que dice haber sido víctima de chantaje por parte de un realizador cuando tenía 28 años. “Puedes tener el papel pero primero vamos a divertirnos un poco”, le llegó a decir. Se negó. “Tienes un buen culo, no tienes talento ninguno, no vas a llegar a nada”, le dijo entonces ese realizador.

Otro lugar, idénticas revelaciones: en Bruselas, en los laberintos del Parlamento Europeo, donde los abusos sexuales parecen ser moneda corriente desde hace años, en la más absoluta omertà. The Sunday Times ha sido el primero en levantar ese velo en un artículo publicado el domingo.

Más de una docena de mujeres reconocen haber sido víctimas de abusos sexuales. El diario británico, sin hacer público el nombre de los acosadores, menciona el caso de un exeurodiputado y exministro Yves Cochet. “The Sunday Times ha tenido acceso a un sms enviado por Yves Cocher […] a una asistenta, de 25 años, de otro eurodiputado”, se puede leer en el artículo. “Cochet, de 71 años, se mete con ella por haber rechazado una invitación a cenar y dice que quiere que la mujer comparta sus ‘pasiones, sueños y fantasías’”.

A raíz de estas revelaciones, cinco eurodiputados pidieron la apertura de una investigación externa y la formación de un comité especial sobre acoso sexual para ayudar a las víctimas y asegurarse de que los autores rinden cuentas ante la Justicia.

 

Por su parte, la web de información europea Politico ha puesto en marcha un sondeo en línea con el que servir de altavoz a las víctimas, de forma confidencial. Ya ha recabado 87 testimonios de mujeres y seis testimonios de hombres, que incluyen desde un contrato de trabajo a cambio de relaciones sexuales al envío de mujeres a fiestas para cambiar favores sexuales por promesas de voto. Un asistente cuenta también que el diputado para el que trabajaba le pidió que organizase citas con prostitutas. “Si Harvey Weinstein era el secreto peor guardado de Hollywood, el acoso generalizado (y a veces peor) es el secreto peor guardado de Bruselas”, escribe Politico. “La burbuja europea de Bruselas es pequeña: estas conversaciones son difíciles, en especial para las víctimas, que dicen que sienten que su carrera va a verse bloqueada si hablan. Algunas víctimas dicen que es su deber proteger a sus agresores, un deber que se basa en la lealtad partidista o en el respeto de la jerarquía social”.

Peor que el acoso sexual

En un texto hecho público este lunes, la delegación Europa Ecología del Parlamento Europeo –del que formaba parte Yves Cochet– se posicionaba a favor de las mujeres que han ofrecido su testimonio e instaba a la apertura de un proceso judicial. “Comportamientos así no son tolerables y deben ser sancionados. El acaso sexual en el lugar de trabajo revela terribles abusos de poder y apoyamos plenamente a las mujeres que han tomado la valiente decisión de hacer públicos esos hechos. Todos los casos de acoso sexual deben ser investigados, con independencia de quiénes sean los actores concernidos”.

También en el Parlamento Europeo ha tenido repercusión el caso Weinstein. Y el miércoles 25 de octubre por la mañana debatía sobre “la lucha contra el acoso y los abusos sexuales en la UE”.

En Reino Unido, los laboristas también están empezando a tomar conciencia. Todo empezó con las disculpas, el 20 de octubre, del diputado laborista Clive Lewis por sus palabras en un acto organizado por el partido el mes pasado; le dijo al actor Sam Swann: “Ponte de rodillas, guarra”. Jeremy Corbyn, el jefe de los laboristas, también ha condenado estas palabras.

Después, miembros del partido abrirían una web que incluye un cuestionario con el que recabar testimonios anónimos para luchar internamente contra los casos de discriminación, acoso y violencia sexuales. “La semana pasada, asistimos a un increíble movimiento de mujeres que decían #MeToo para poner de manifiesto la omnipresencia del acoso sexual y los abusos a los que ellas deben hacer frente en Reino Unido. Sin embargo, para aquéllos de nosotros que hemos sufrido o sido testigos de un caso de acoso como miembro, activista o representante elector del laborismo, resulta especialmente difícil manifestarse”, puede leerse en la web.

Hasta ahora, la dificultad estriba en tomar la palabra; al menos eso se desprende de la ola de testimonios a la que asistimos desde que se hicieron públicos los testimonios de las víctimas del productor norteamericano. A decir de los testimonios sobre las redes sociales, esta dificultad afecta a todos los ámbitos y no se limita al mundo del espectáculo. Por ello, para numerosas mujeres, estas revelaciones son salvadoras; para muchos, también es insuficiente. En todo caso, así lo cree la cronista de cuestiones de género de The Guardian, Jessica Valenti. “Al principio no entendía lo que me incomodaba del #MeToo. Después de todo, cuanto más comparten sus historias las mujeres y hacen oír sus voces, mejor. Y aunque conocíamos las estadísticas sobre violencia sexual, puede ser fácil pensar esas cosas en términos de cifras en lugar de en términos de personas. Así que ¿por qué no humanizar esa problemática? Después me di cuenta: ya lo hemos hecho tantas veces en el pasado. […] ¿Necesitamos realmente desangrarnos de nuevo? ¿Cuántas veces necesitaremos mostrar nuestros traumas con la esperanza de que por fin llegue el momento en que la gente se preocupe por hacer algo? La periodista rechaza darse por satisfecha con las denuncias anónimas. Considera que es hora de poner nombres y apellidos a los agresores.

En otros puntos de Europa, el caso Weinstein ha dado lugar a interpretaciones diversas. En Italia, donde el poder –mediático o político– es muy masculino, el debate a veces ha dado un giro misógino en lo que respecta a las mujeres víctimas de violencia sexual, sobre todo desde que una actriz italiana, Asia Argento, ha aparecido entre las víctimas citadas en la investigación de The New York Times. El director del diario Libero llegó a refutar el testimonio de la actriz: “Ceder a las propuestas de su jefe para hacer carrera es prostitución, no una violación. Su reflexión ha sido más bien larga. Le gustó, claramente, de lo contrario habría dejado de verlo”, escribía en su editorial del 14 de octubre.

Irritada ante ese tipo de argumentaciones, la autora y bloguera Giulia Blasi ha lanzado la etiqueta #quellavoltache (la vez en que), desencadenando una avalancha de testimonios anónimos sobre abusos sufridos en el pasado o en el día a día. En un post publicado en la web feminista internacional Athena Talks, saca de esta experiencia una constatación grave: “El patriarcado italiano es un monstruo valiente respaldado por un ejército de esbirros, cuya mayor parte no tiene ni idea de que alimentan el mismo sistema que los mantiene en la servidumbre”.

Otra tentativa de negación, esta vez en Polonia. Días después de las revelaciones de The New York Times, el periodista octogenario Andrzej Bober, un habitual de la televisión polaca, escribió en su cuenta de Facebook: “Cada vez más mujeres hablan de abusos sexuales ocurridos en el pasado. En el caso de algunas de ellas, no me parece creíble, a mi modo de ver”. Ante las reacciones airadas registradas en las redes sociales, el hombre borró el post. En ese país donde las mujeres son especialmente activas en la defensa de sus derechos desde la llegada al poder del partido Derecha y Justicia (PiS) hace dos años, en las redes sociales, a raíz del caso Weinstein, se encuentran numerosos textos solidarios con esta movilización. “Me resulta difícil de creer, pero hay algo aún peor que las historias de mujeres que cuentan en internet sus experiencias de acoso sexual. Lo peor son las reacciones de los hombres que en lugar de apoyarlas, las hieren una vez más”, escribe el periodista Stanisław Skarżyński, en la Gazeta Wyborcza. Y lamenta la ausencia de programas de prevención y de educación sexual en las escuelas, así como la de mecanismos eficaces y seguros para poder denunciar los abusos. “Estoy completamente a favor de la acción #Metoo”, escribe la filósofa feminisra Agata Czarnacka en Facebook. “Desde hace unos días estoy pensando en ello, estoy muy entusiasmada y me preparo para escribir algo. Entre las diferentes actitudes, la impotencia es lo más doloroso, cuando se ve lo fácil que resulta ser mitómano, cómo las instituciones y las personas que deben defenderte, desde padres a los profesores de universidad, se encogen de hombres y dicen que no pueden hacer nada”.

La onda de choque provocada por el caso Weinstein también ha sacudido en sociedades mucho menos avanzadas en lo que a derechos de las mujeres se refiere. La bloguera de Le Courrier International Lucie Azema, francesa instalada en India, dice de su país de adopción: “En India, una mujer es violada cada 20 minutos. La semana pasada, las víctimas de agresiones llenaron las redes sociales indias de testimonios, dando muestras de un increíble valor en una sociedad excesivamente patriarcal y donde la palabra de las víctimas de violencias sexistas rara vez se toma en serio. Los mensajes denunciaba casos de acoso sexual en la calle (una violencia diaria, repetitiva y todavía muy aceptada socialmente), la cultura de la violación o la cultura del silencio, gran cómplice de estas agresiones masivas”. También ofrece un testimonio escalofriante que dice mucho de la situación de las mujeres en el ámbito laboral indio. “Un día, me llamó mi superior jerárquico a su despacho, me preguntó si querría divertirme con él algún día después del trabajo; dejó caer, de paso, que podría recibir una compensación económica. En estado de shock y vejada, balbuceé una negativa y me preguntó si no conocería a alguna chica que accediese y a la que poder contratar?”.

Pero, sin duda, es en China donde las repercusiones del caso Weinstein han sido más absurdas. “El tipo de acoso sexual perpetrado por el productor americano no se habría producido nunca en China”, ha escrito el diario del Estado China Daily. Porque “los chinos han aprendido a ser protectores con las mujeres. Comportarse de forma inapropiada con las mujeres, incluso acosándolas, va en contra de todos los valores y de todas las tradiciones chinas”. El vídeo difundido en abril pasado, en el que se puede ver la agresión sexual de una mujer en un hotel en presencia de testigo, sin duda se le escapó a las autoridades. No así a la población. Siete millones de internautas lo han visto.

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  Traducción: Mariola Moreno

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