Europa no sabe qué hacer con los 200.000 millones en activos rusos que mantiene bloqueados

De repente, el tema se ha vuelto candente. Aunque la Comisión Europea ya había empezado a plantearse la cuestión en enero, la “traición” de Estados Unidos a Ucrania ha trastocado todo el escenario. Hay llamamientos para actuar en todos los sentidos. Ahora que Europa necesita urgentemente reconstruir su defensa y suministrar armamento a Kiev, abandonada por Washington, ¿por qué no confiscar los activos rusos congelados desde 2023?
En las arcas europeas están bloqueados más de 200.000 millones de euros procedentes de las reservas del Banco Central de Rusia, principalmente en la cámara de compensación belga Euroclear, en el marco de las sanciones adoptadas tras la extensión de la invasión rusa de Ucrania en 2023. Los países europeos habían decidido no tocar ese capital, pero sí disponer de los intereses, para respetar las normas internacionales.
Este año se han prometido entre 2.500 y 3.000 millones de euros a Ucrania para ayudarla a pagar su esfuerzo bélico. El ministro de Defensa francés, Sébastien Lecornu, anunció a principios de semana que utilizaría los intereses de esos activos rusos para proporcionar 195 millones de euros de material militar adicional a Ucrania.
Según muchos políticos, ya no vale la pena seguir con todo ese postureo para guardar las apariencias de respeto al derecho internacional. “¡Basta ya de hablar, es hora de actuar! Financiemos nuestra ayuda a Ucrania con los activos rusos congelados”, declaró el primer ministro polaco, Donald Tusk, el 20 de febrero. Ahora vienen de todas partes llamamientos a “confiscar los activos rusos”, que hasta ahora procedían principalmente de los países bálticos, Polonia y Finlandia.
Dinamarca se muestra ahora favorable a usar ese dinero para ayudar a una Ucrania devastada a defenderse y reconstruirse. Alemania, que hasta ahora había defendido una posición prudente, también está cambiando sobre el tema, como en tantos otros. Ya no descarta la incautación de los activos rusos en concepto de daños de guerra.
Por “todos los medios”
Los debates han llegado al Banco Central Europeo. Comienza a resquebrajarse la unanimidad mostrada por los gobernadores de los bancos centrales de la eurozona para oponerse a la confiscación, en nombre del derecho internacional y la estabilidad del sistema financiero. El gobernador del Banco de Letonia, Mārtiņš Kazāks, fue el primero en romper el tabú, al considerar que la confiscación de los activos rusos es “una opción viable para ayudar a Ucrania en su lucha por la libertad y contra la agresión”. Varios responsables de las instituciones monetarias bálticas le han brindado su apoyo.
Por su parte, Francia, Bélgica e Italia siguen abogando por la máxima prudencia, en nombre del derecho internacional y por temor a crear nuevos choques en un sistema monetario internacional ya tambaleante. Durante su visita a Washington, Macron se mostró contrario a cualquier forma de confiscación de los activos rusos.
La primera regla básica del derecho internacional es no invadir a tu vecino
Esta postura fue confirmada unos días después por el ministro francés de Finanzas, Éric Lombard: “La posición de Francia es que estos activos rusos [...] pertenecen en particular al Banco Central de Rusia. No estamos en guerra con Rusia”, explicó, subrayando que tal disposición sería “contraria a los acuerdos internacionales”.
En nombre de ese mismo derecho internacional, los regímenes considerados cercanos al poder ruso, como el de Hungría, se oponen a cualquier confiscación de las reservas rusas, estimando que esta medida supondría un golpe fatal a la credibilidad de Europa y no haría más que alimentar la guerra.
Como era de esperar, los debates en el Parlamento Europeo el 11 de marzo sobre la defensa europea siguieron las mismas líneas de discrepancia. Varios representantes del Partido Popular Europeo y de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas abogaron por el fortalecimiento de la defensa europea y por el apoyo a Ucrania por “todos los medios”, incluida la incautación de los activos rusos.
Otros se mostraron mucho más prudentes al invocar el derecho internacional. Una forma, según Aurore Lalucq (Place publique), “de ocultar posiciones un tanto vergonzosas”. “La primera regla básica del derecho internacional es no invadir a tu vecino”, dice.
Una situación sin precedentes
Aunque no lo reconozcan abiertamente, los europeos ya han cruzado muchas líneas rojas en materia de respeto de las normas internacionales desde el comienzo de la guerra en Ucrania. Hasta entonces, ningún país se había atrevido a tocar las reservas de divisas de un banco central depositadas en el extranjero: incluso en el marco de las sanciones, los activos de los bancos centrales se consideraban sagrados.
Estas reservas, constituidas principalmente por divisas y oro, se supone que sirven para operaciones comerciales, operaciones de cambio, equilibrar la balanza de pagos del país, mantener su moneda y participar en la liquidez del sistema financiero internacional.
En uno de sus manuales sobre la balanza de pagos, el Fondo Monetario Internacional (FMI) recuerda que “esos activos externos están a disposición inmediata y bajo el control de las autoridades monetarias”. Al congelar más de 200.000 millones de euros de activos del Banco Central ruso —casi la mitad de sus reservas—, Europa ya se ha saltado uno de los fundamentos de los tratados internacionales sobre el sistema financiero internacional.
Entonces, ¿por qué no ir más lejos? Porque infringir un poco más el derecho internacional, en particular el derecho de propiedad, en nombre de la defensa del derecho internacional es un poco complicado. Desde la inédita situación creada por las sanciones occidentales contra Rusia, los expertos en derecho internacional no paran de discutir sobre si Europa tiene derecho o no a incautar sus activos para ayudar a Ucrania a financiar su guerra.
Algunos consideran que esto no plantea ningún problema, mientras que otros opinan que el uso de los activos rusos debería poder revertirse en caso de que se alcance un acuerdo de paz. Algunos subrayan que Ucrania puede incautar directamente los bienes rusos para compensar la devastación sufrida por la invasión, pero los europeos, que solo son depositarios de los bienes rusos y no han sufrido daños, no pueden hacerlo. Y, en cualquier caso, no para financiar sus gastos militares.
La inseguridad jurídica que rodea esta cuestión lleva a muchos juristas a recomendar prudencia. Sobre todo porque no hay nada que indique cómo se escribirá el futuro.
El fin de la inmunidad de los bancos centrales
Más allá del problema jurídico, la confiscación de los activos rusos plantea otra amenaza: la de desacreditar a las instituciones de la zona del euro y desestabilizar el sistema financiero. Ese es el argumento que no ha dejado de sostener el Banco Central Europeo y su presidenta, Christine Lagarde, para tratar de disuadir a Europa de tomar medidas irreversibles.
Desde hace más de un siglo, los bancos centrales forman una especie de club, cooperan y se comunican entre ellos, y aseguran a través de esta red el equilibrio del sistema, base de los intercambios monetarios, financieros y comerciales. Préstamos de divisas, swaps, diversos instrumentos financieros, utilizan todas las herramientas a su disposición, e incluso a veces inventan otras para responder a situaciones de emergencia o intentar controlar las crisis, como en 2008.
Existe el riesgo de que se instale la sospecha, especialmente hacia las instituciones de la zona euro
“Los bancos centrales son la fuente última de liquidez, por lo que sus acciones son decisivas para mantener la confianza, resolver las disfunciones del mercado y apoyar el crédito a empresas y hogares”, recuerda un informe reciente del Banco de Pagos Internacionales. “Los episodios de stress financiero también han confirmado la importancia de garantizar la liquidez en divisas, poniendo de relieve la necesidad de cooperación entre los bancos centrales”, prosigue.
En esta organización, los activos de los bancos centrales depositados en el extranjero constituyen uno de los pilares de esa cooperación. Tocarlos equivale a decir que los bancos centrales ya no gozan como antes de inmunidad internacional para asegurar la gestión monetaria, un bien común global, sino que pueden verse envueltos en otras batallas.
Existe el riesgo de que se instale la sospecha, especialmente en relación con las instituciones de la zona del euro, que podrían dejar de considerarse seguras y fiables.
Euroclear, actor dominante del inmenso mercado del eurodólar
Debido a que la mayor parte de las reservas rusas depositadas en Europa se encuentran allí, Euroclear se ha convertido en el centro de todas las atenciones, un objeto de deseo. Ahí estaría el centro oculto de resistencia a la incautación de los activos rusos, la explicación de la negativa de París, según el eurodiputado francés Raphaël Glusckmann (Place publique).
“París también se niega a incautar los 200.000 millones de euros de activos públicos rusos congelados en bancos europeos. ¿Por qué? Porque Euroclear, la institución belga que posee la inmensa mayoría de esos fondos, tiene como accionista a la Caja de Depósitos francesa. Nuestros Estados han actuado como mercaderes de alfombras. Hemos sido demasiado débiles para tener un impacto decisivo”, declaró en una entrevista con Nouvel Obs.
Ese razonamiento ha sumido en la perplejidad, y a veces en la hilaridad, a quienes conocen Euroclear. “Euroclear, al igual que Clearstream, es una cámara de compensación, una infraestructura técnica esencial para los bancos centrales. Hay que resistir la tentación de instrumentalizarla, de convertirla en un arma”, explica un especialista en el sistema monetario.
Euroclear, con sede en Bélgica, se ha convertido a lo largo de los años en uno de los principales actores del inmenso mercado de eurodólares, conservando los activos de los bancos centrales extranjeros y otros actores financieros, participando en el funcionamiento de los mercados, los intercambios y la liquidez.
Es cada vez más urgente reconstruir un sistema monetario más acorde con el mundo multipolar
La incautación de los activos rusos podría poner en duda la fiabilidad de Euroclear. “Si se produce una confiscación, todo tendrá que cambiar, incluidos los compromisos y las responsabilidades”, advirtió la directora general de Euroclear, Valérie Urbain, imaginando un escenario en el que Rusia le pidiera algún día una indemnización por el perjuicio sufrido.
Aunque no lo digan, los responsables europeos tienen otra preocupación en mente: preservar el estatus del euro como moneda de reserva. En un momento en el que cada vez más países cuestionan el predominio del dólar en el comercio mundial, en el que Donald Trump ha asestado un golpe a la moneda americana con su política devastadora y sus aranceles, es cada vez más urgente reconstruir un sistema monetario más acorde con el mundo multipolar.
El euro, que ya ha adquirido el estatus de moneda de reserva (alrededor del 20 % de las reservas de divisas de los bancos centrales de todo el mundo son euros), puede desempeñar un papel en este sentido, junto con otras monedas, y reforzar el papel de Europa. Aprovechar los activos rusos en este contexto es correr el riesgo de disuadir a otros países, especialmente del sur, de convertir parte de sus reservas a euros y es participar en el juego de Trump, donde todo se convierte en una cuestión de equilibrio de poder.
Los activos rusos como medio de presión
¿Debemos abstenernos pues de mencionar el tema de los activos rusos, de utilizarlo en la resolución de la situación ucraniana? Las primeras reacciones, especialmente las rusas, muestran que el tema merece ser planteado.
Si la cuestión de los 200.000 millones de euros rusos, silenciada durante más de dos años, vuelve con tanta fuerza en los debates europeos, no es solo por el abandono americano. Es también una forma de que los europeos se inviten a las negociaciones de alto el fuego entre Estados Unidos y Rusia, de las que han sido excluidos.
Putin no oculta que uno de sus objetivos en estas conversaciones es, sin hacer ninguna concesión, conseguir el levantamiento de las sanciones y ser reintegrado en el concierto de las naciones. Trump ya ha accedido en parte a su petición: quiere que Rusia vuelva a formar parte del G7.
Al recordar la existencia de los activos rusos congelados y la posibilidad de confiscarlos definitivamente, los europeos agitan una amenaza que puede asustar a Moscú y plantean la cuestión de los daños de guerra a Ucrania que las delegaciones rusa y americana parecen querer ocultar.
En este ámbito, los pasos en falso y las exigencias injustas o poco realistas pueden tener consecuencias muy graves
Según un informe del Banco Mundial, se necesitarán al menos 500.000 millones de euros para reconstruir este país devastado por tres años de guerra. Considerándose vencedor sobre el terreno y apoyado por los Estados Unidos de Donald Trump, Vladimir Putin no tiene intención alguna de pagar ni un céntimo a Kiev.
Los europeos no quieren que Rusia se vaya de rositas fácilmente. París y otras capitales europeas buscan una solución de compromiso que, respetando el derecho internacional, garantice a Ucrania una indemnización por daños de guerra pase lo que pase. La solución pasaría por una especie de pignoración de los activos rusos para ayudar a financiar la reconstrucción de Ucrania. En caso de que Rusia no pagara los daños de guerra acordados, Ucrania tendría derecho a embargar los 200.000 millones de euros, devolviendo la responsabilidad de la situación a Moscú.
Todo esto requiere muchas precisiones y aclaraciones. Porque en este ámbito, los pasos en falso y las exigencias injustas o poco realistas pueden tener consecuencias muy graves. El precedente del Tratado de Versalles nos lo recuerda. En cuanto al mundo financiero, tiene memoria de elefante: la cuestión de la no devolución de los préstamos rusos en 1918 no se resolvió hasta cien años después.
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Traducción de Miguel López