Una incautación récord de animales vivos retrata los riesgos para la biodiversidad que entraña su tráfico ilegal

Las tres especies de elefantes que existen, camino a la extinción por el tráfico ilegal de marfil.

Amélie Poinssot (Mediapart)

Pangolines, aves, mariposas, arañas, leones dorados, tigres, etc., pero también huesos y cráneos de primates, marfil, partes de reptiles, corales y vegetales en enormes cantidades. Es impresionante el resumen de lo que ha sido incautado por Interpol y comunicado la semana pasada desde la sede de la organización internacional de policía criminal, en Lyon.

En total, se han realizado más de 4.600 incautaciones de especies silvestres en 134 países durante un mes de operaciones, entre el 15 de septiembre y el 15 de octubre, y tras investigaciones que han durado “entre seis meses y varios años”, según precisa la subdirección de Seguridad Medioambiental de Interpol. Los lotes interceptados suman más de 30 toneladas de especies en peligro de extinción y se han encontrado 30.000 animales vivos. Todo un récord.

“Se suele creer que el tráfico de animales es algo anecdótico, que se centra en los grandes mamíferos, como los cuernos de rinoceronte, y que puede controlarse fácilmente”, comenta el investigador del CNRS Philippe Grandcolas, autor del libro La biodiversidad. Urgencia planeta (edit. Tallandier, 2025). “Pero se trata de un comercio muy amplio, que va mucho más allá de la farmacopea tradicional o la alimentación. Hay coleccionistas de todo tipo que quieren adquirir animales por razones de lo más extravagante. Y cuanto más rara es una especie, más valor tiene en el mercado y más se busca en la naturaleza. Eso tiene un impacto directo en el tamaño de su población”.

Es el caso del tigre, del que Interpol encontró dos ejemplares vivos en México durante una incautación en la que también se encontraron armas de fuego. Esta especie en peligro de extinción sigue siendo objeto de caza furtiva en Asia (principalmente en la India y Tailandia), donde se encuentran los últimos ejemplares.

El felino salvaje más grande, atrapado con lazos para capturarlo vivo o envenenado para aprovechar su piel y sus huesos, podría desaparecer algún día de la faz de la Tierra. “Solo quedan 5.500 tigres en estado salvaje”, explica Lorélie Escot, responsable del programa Vida salvaje, comercio ilegal y coexistencia, de WWF Francia. “En este momento, matar a uno de ellos supone una amenaza directa para la supervivencia de la especie”.

Presión extrema sobre el hábitat

Detrás de una especie amenazada, hay otras poblaciones animales y vegetales, ecosistemas, una cadena de vida basada en la complementariedad, la ayuda mutua y las necesidades alimentarias. “Una especie rara no significa que sea inútil”, dice Philippe Grandcolas. “Más allá de la cuestión ética que plantea el hecho de sacar a un animal de su entorno, hay que entender que este puede desempeñar un papel clave y que, por lo tanto, su desaparición tiene un impacto en la biodiversidad”.

Para la IPBES (Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas), el equivalente al IPCC para el clima, la sobreexplotación de los recursos naturales constituye la segunda amenaza para la biodiversidad, después de la fragmentación de los territorios y el cambio en el uso del suelo, es decir, la urbanización y la deforestación. El comercio de seres vivos, ya sea legal, regulado o ilegal, ejerce una presión extrema sobre el hábitat.

Pero genera mucho dinero. El tráfico de animales salvajes, del que solo se puede percibir una pequeña parte, constituye, según la ONU, el cuarto tráfico más lucrativo del mundo, después del tráfico de drogas, las falsificaciones y la trata de seres humanos. El comercio ilegal de fauna silvestre terrestre ascendería a 20.000 millones de dólares al año, según estimaciones de la ONU e Interpol, y el tráfico de todas las especies, incluidas las marinas y vegetales, a 216.000 millones.

Cada año pasan por el aeropuerto Roissy-Charles-de-Gaulle 600 toneladas de animales silvestres

Lorélie Escot, de WWF Francia

La magnitud de los últimos hallazgos de Interpol demuestra claramente que esta captura de especies silvestres no tiene mucho que ver con la subsistencia y el consumo local. Se organiza a través de vastas redes destinadas a entornos urbanos, pero también a países del norte, y genera enormes flujos de dinero, muy lejos de lo que ganan los primeros eslabones de la cadena.

“Este tráfico implica a actores muy diversos, desde cazadores furtivos locales que actúan por necesidad económica hasta grupos delictivos organizados, a veces estructurados como auténticas empresas ilegales”, dice la subdirección de Seguridad Medioambiental de Interpol. “También hay intermediarios especializados, logísticos, falsos exportadores, corredores, así como empresas ficticias que facilitan el blanqueo y la exportación. En la cima, este comercio beneficia a los jefes del crimen organizado”.

Especies muy venenosas

Durante su operación, denominada Thunder 2025, Interpol incautó 5,8 toneladas de animales silvestres (es decir, murciélagos, roedores, primates, pangolines...) y observó “un marcado aumento” de este flujo procedente de África con destino a Europa. “Una cifra insignificante en comparación con las cantidades realmente capturadas y vendidas”, estima Lorélie Escot, de WWF. “Hay que tener en cuenta que cada año transitan por el aeropuerto Roissy-Charles-de-Gaulle cerca de 600 toneladas de animales silvestres”. Se trata de un tráfico muy organizado, con personas que actúan como mulas y viajan con las maletas llenas.

Para Interpol, este aumento refleja una nueva tendencia en el tráfico: junto con la carne de animales silvestres, también está aumentando el “comercio de insectos” y las “especies muy venenosas, como arañas, serpientes o víboras”. Las mariposas, arañas y otros insectos, en particular, se utilizan para “objetos decorativos y mercados de comida exótica”. En un centro de clasificación postal de Estados Unidos fueron interceptados más de cuarenta paquetes que contenían insectos, y otros ochenta que contenían mariposas.

¿Cuáles son los países de origen y destino de los animales silvestres? La subdirección de Seguridad Ambiental con sede en Lyon no da detalles “debido a la sensibilidad de los datos de las investigaciones” y a los procedimientos en curso, pero indica que “los principales puntos de origen se encuentran en África Central y Occidental” y los destinos “en las grandes metrópolis mundiales” de Europa, América del Norte y Asia.

Tráfico en Instagram

En medio de estos flujos mundiales conectados a otras redes criminales, Francia aparece como una importante encrucijada. París, por el monopolio de Air France hacia algunos países de África, constituye un punto de entrada en Europa, subraya Interpol, que habla de “incautaciones de colmillos de elefante, tortugas, insectos y pangolines, procedentes de varios países”.

Durante la operación Thunder 2025, las autoridades sudafricanas también encontraron pangolines vivos. A este animal, sospechoso al inicio de la pandemia del covid-19 de haber sido el huésped intermediario del Sars-CoV-2, se le caza por sus escamas, cotizadas por sus propiedades medicinales, por su carne y por su piel, utilizada especialmente en Estados Unidos para fabricar cuero.

Eso está estrictamente prohibido: el pangolín está clasificado como “en peligro crítico de extinción” por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) en su rama asiática, y como “especie vulnerable” en su rama africana. Philippe Grandcolas, que pudo observarlos fácilmente durante una misión en Gabón, habla de animales “tan fáciles de atrapar como las gallinas”. Una paradoja: “El pangolín vive en ecosistemas donde la presión humana no era muy grande. Hoy en día, es el mamífero más cazado furtivamente del mundo”.

Aunque el número récord de animales o productos derivados interceptados obedece en parte a una mejor vigilancia y al aumento del número de países participantes, también se debe al crecimiento del propio tráfico, “relacionado con el auge del comercio por internet, el aumento de la demanda de animales exóticos, la mayor presión sobre las especies raras y la debilidad de las sanciones”, precisa Interpol.

Maud Lelièvre, presidenta del comité francés de la UICN, señala incluso una explosión de la demanda de animales exóticos como mascotas entre la gente adinerada de los países del norte. “Los vemos llegar en las maletas que se controlan en el aeropuerto. Serpientes en cajas de puros, tortugas... Es lo que yo llamo ‘tráfico de Instagram’. El parisino bohemio dispuesto a pagar mucho dinero por una serpiente que nadie tendrá”.

La búsqueda de lo exótico parece no tener límites. La última moda en Estados Unidos es el cráneo de chimpancé, que se coloca como un trofeo en la estantería de la biblioteca. “Algunos incluso llegan a pedir el cráneo por internet, y el animal es cazado para ello. Es la uberización del tráfico”, afirma Maud Lelièvre. Entre los numerosos paquetes interceptados por Interpol, había uno, en un centro de clasificación postal de Norteamérica, procedente de Asia, que contenía más de 1.300 huesos o cráneos de monos.

Caja negra

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Lorélie Escot, Philippe Grandcolas y Maud Lelivère fueron entrevistados por teléfono el 11 y 12 de diciembre. No fue posible entrevistar a los servicios de Interpol. La subdirección de Seguridad Ambiental de la organización respondió a nuestras preguntas por escrito.

 

Traducción de Miguel López

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