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Músculo e insultos, la diplomacia en tiempos de Twitter

El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden.

François Bougon (Mediapart)

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¿Es la pandemia la que crispa? ¿O el deseo de marcar claramente el cambio entre las presidencias de Donald Trump y Joe Biden? ¿O simplemente es el cambio de mundo, en el que los chinos, apoyados por los rusos, desafían abiertamente el dominio estadounidense?

Seguramente, hay un poco de todo. En cualquier caso, se corta la tensión en el panorama internacional. Los insultos llueven por todas partes, hasta dar la impresión de que estamos volviendo a un cierto calor verbal de la Guerra Fríacalor, cuando Estados Unidos era, en opinión de Mao Zedong, un “tigre de papel” y se trataba de luchar contra los “sabuesos del imperialismo norteamericano”.

Joe Biden, el nuevo presidente estadounidense, ha abierto las hostilidades. La semana pasada, preguntado por un periodista de la televisión ABC, de EE.UU., el sucesor de Donald Trump aceptó el término “asesino” para describir al líder ruso Vladimir Putin.

Putin le respondió con ironía, recurriendo a la fórmula infantil: “El que lo dice lo es”. El líder ruso también aprovechó la coyuntura para recordarles a los estadounidenses el lado oscuro de la historia del país: las bombas nucleares lanzadas sobre Nagasaki e Hiroshima, la esclavización de los negros y el genocidio de los pueblos indígenas. “Si no, ¿de dónde saldría el movimiento Black Lives Matter?”, bromeó.

Poco después, en Anchorage (Alaska), las delegaciones estadounidense y china iniciaban las conversaciones. De una manera poco tradicional y bastante dura. Los estadounidenses, incluido el jefe de la diplomacia de la administración Biden, Antony Blinken, pusieron sobre la mesa desde el principio los temas espinosos –Xinjiang, Hong Kong y Taiwán–, pocos días después de adoptar nuevas sanciones por la política de Pekín en la antigua colonia británica.

Estos discursos ofensivos provocaron una respuesta firme (y larga en el primer caso) del consejero de Estado Yang Jiechi y del ministro de Asuntos Exteriores Wang Yi (la secuencia completa puede verse aquí).

El primero, visiblemente irritado, se quejó del tono de las declaraciones iniciales de Estados Unidos, al considerar que habían roto los “protocolos diplomáticos”. También lamentó que Estados Unidos quisiera “hablar con China de forma condescendiente desde una posición de fuerza”. Y añadió, en presencia de la prensa, según un comunicado remitido por el Departamento de Estado: “Es culpa mía. Cuando entré en esa sala, debería haber recordado a la parte estadounidense que tuviera cuidado con su tono en nuestros respectivos discursos de apertura, pero no lo hice. La parte china se ha sentido obligada a pronunciar este discurso dado el tono de la parte estadounidense”.

Los responsables de las diplomacias estadounidense y china no nos tienen acostumbrados a semejante batalla retórica en la introducción de sus debates y en presencia de la prensa.

Como señala Sylvie Bermann, exembajadora de Francia en China y Rusia y presidenta del consejo de administración del IHEDN (Instituto de Estudios Superiores de Defensa Nacional, por sus siglas en francés): “Estábamos más bien acostumbrados a lo contrario. Solíamos empezar con banalidades delante de los fotógrafos y periodistas para las grabaciones y, luego, una vez que éstos se habían ido, entrábamos en el meollo de la cuestión”. Ahora, se ataca de frente primero, en público, y luego se habla, quizá con más calma, a puerta cerrada.

De hecho, en un posible signo de una nueva era, un responsable estadounidense citado por The New York Times señala que “la discusión se calmó después de que los periodistas abandonaran la sala y eso llevó a una conversación de calado que duró mucho más de lo esperado”. Se despedazan delante de testigos y luego se escuchan. Una diplomacia del espectáculo en la era de la información continua y las redes sociales. Y también un mundo en el que, como explica el historiador Pierre Grosser, investigador del Centro de Historia de Ciencias Políticas de Paris y autor de ¿Traiter avec le diable? Les vrais enjeux de la diplomatie au XXIe siècle [¿Tratar con el diablo? Los verdaderos desafíos de la diplomacia en el siglo XXI], “la idea de Rusia y China es no dejar pasar una”.

Por tanto, podemos deducir que este “espectáculo” está destinado a un público muy concreto, el de las opiniones públicas respectivas. Biden, a quien Trump acusó de ser demasiado blando durante la campaña, quiere ahora mostrar su firmeza frente a los dos rivales del momento, China y Rusia (el primero, que desafía el dominio estadounidense; el segundo, sospechoso de haber intentado influir en el resultado de las elecciones).

“Desde el punto de vista estadounidense, es poco probable que la declaración de Biden se vea como un insulto, sino más bien como el nuevo presidente adoptando una postura de político duro y con principios. La entrevista y las declaraciones de Biden sobre Putin estaban destinadas principalmente a un público nacional”, subraya el profesor Alisher Faizullaev, diplomático jubilado e investigador independiente, autor de Symbolic Insult in Diplomacy: A Subtle Game of Diplomatic Slap[El insulto simbólico en diplomacia: un juego sutil de bofetada diplomática].

Desde Rusia, continúa, “la declaración de Biden fue percibida como un insulto inaceptable. Rusia llamó a consultas a su embajador en Washington. Sin embargo, el propio Putin se desmarcó diplomáticamente de la situación, deseando a Biden salud y ofreciéndole un debate abierto. Al mismo tiempo, ha habido mucha retórica antiamericana en Rusia, incluso recientemente, y es probable que esta tendencia aumente”.

En definitiva, como dice Sylvie Bermann, en estos tiempos en que los representantes de los países están tan preocupados por su opinión pública, “no se habla con el otro, se habla con uno mismo”.

Un aspecto de esta nueva situación es el importante papel que desempeñan las redes sociales, especialmente Twitter. Para Jeremie Cornut, profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Simon Fraser de Vancouver (Canadá), “Donald Trump ha abierto la caja de Pandora”.

“Este uso de Twitter como conducta diplomática atípica empieza con él”, continúa el autor del libro Les Excuses dans la diplomatie américaine [Las excusas en la diplomacia estadounidense]. Otros jefes de Estado han seguido los pasos del expresidente estadounidense (2017-2021).

La espontaneidad de esta red social no ayuda a construir un debate educado y respetuoso. El punto Godwin se alcanza rápidamente. Y muchos olvidan el consejo de sentido común: “Think before tweet” (Piensa antes de tuitear). Prueba de ello es la actitud cada vez más agresiva de los diplomáticos chinos, que han invertido mucho desde 2019 en prohibir esta red social estadounidense en China. Y empezaron a responder a partir de abril de 2020 y de forma agresiva a las críticas dirigidas a China sobre su gestión de la pandemia del covid-19.

De ahí su apodo de “lobos guerreros”, en referencia a la película de éxito en China, Wolf Warrior 2, que presenta a un Rambo chino enfrentándose sin descanso a los villanos occidentales en África.

En este ámbito, el representante de Pekín en Francia, Lu Shaye, se ha distinguido especialmente. Preguntado por el calificativo de “lobo guerrero” en un programa de France 2, Lu se preguntó si “los occidentales prefieren que China tenga una 'diplomacia del cordero'”.

“La diplomacia china siempre está en sintonía con nuestros tiempos”, explicó. “Nuestra llamada diplomacia del ‘lobo guerrero’ no ha sido definida por nosotros. La etiqueta nos la han puesto otros. Entiendo que no están acostumbrados al estilo actual de diplomacia de China. Porque antes estaban acostumbrados a que cuando atacaban a China, ésta no respondía. Pero ahora es muy diferente”. Con Xi Jinping, se ha desechado la política de perfil bajo promulgada por Deng Xiaoping a finales de los años 70.

Anteriormente destinado en Canadá, donde destacó por sus ataques a políticos, investigadores y medios de comunicación, acusados de antichinos, Lu Shaye ha continuado en la misma línea en la capital francesa hasta el punto de ser citado en dos ocasiones por Exteriores.

La última vez, el martes 23 de marzo, por los insultos vertidos desde la cuenta de Twitter de la embajada hacia el investigador de la Fundación para la Investigación Estratégica, Antoine Bondaz, calificado de “golfillo”, “hiena loca” y de “troll ideológico”. Según AFP, el director de Asia del Ministerio de Asuntos Exteriores, Bertrand Lortholary, le dijo que “los métodos de la embajada, el tono de la comunicación pública eran perfectamente inaceptables y traspasaban todos los límites comúnmente aceptados para una embajada, dondequiera que se encuentre"”

Cabría preocuparse y preguntarse si estas tensiones e insultos podrían degenerar en un conflicto más abierto. No está claro, porque nos encontramos en el ámbito de lo simbólico. “En los siglos XX y XXI, ningún insulto ha desembocado en un enfrentamiento militar”, recuerda Jérémie Cornut. “En las redes sociales, el insulto es ciertamente más fácil, pero también se olvida más rápidamente”.

Y esta diplomacia ofensiva sigue siendo diplomacia. Las maneras son ciertamente un poco bruscas, pero el diálogo continúa a pesar de todo. En resumen, se trata solo de una guerra de palabras (gruesas)... Sin embargo, para Alisher Faizullaev, esta forma de utilizar los insultos, si bien puede servir para mostrar la determinación de los interlocutores y para “calmar a la opinión pública nacional” –“como si dos camorristas prefirieran intercambiar obscenidades en lugar de pelearse a puñetazos–, “incluso en una situación así, existe el riesgo de que el conflicto se agrave”. Un juego peligroso en tiempos volátiles.

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Traducción: Mariola Moreno

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