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Gran Bretaña

Las paradojas del debate sobre el Brexit: paranoia populista, desinformación y miedo

Las paradojas del Brexit: ¿Estamos ante un debate nacional sobre la impotencia de los gobernantes?

A decir de numerosos observadores del referéndum sobre la salida de Gran Bretaña de la Unión Europea, el Brexit, “el problema actual no es el euroescepticismo de los británicos, sino la indiferencia que éstos sienten ante el proyecto europeo”. Es lo que asegura Paul Copeland, director del centro de investigación europea de la Universidad Queen Mary de Londres. “A los ingleses les gusta Europa, allí es donde pasan sus vacaciones, pero la siguen viendo como un lugar ajeno a ellos”, insiste el activista Nick Dearden, defensor de un “sí de izquierdas” a favor de permanecer en la UE. “No tienen sentimiento de pertenencia al continente, no se sienten concernidos porque no conocen los beneficios que Gran Bretaña saca la Unión Europea”. “La Unión Europea se percibe como una cuestión franco-alemana que concierne tangencialmente a los británicos”, añade Renaud Thillaye del think thank Policy Network.

¿Indiferencia? En vista del debate sobre el Brexit, que hace furor desde hace varias semanas, resulta difícil entender. Y, sin embargo, es una de las múltiples paradojas que rodean este referéndum. Por un lado, está la élite londinense, muy movilizada; por el otro, se encuentra la población para quien la cuestión europea se sitúa en la parte baja de la lista de sus prioridades, según reflejan los sondeos de opinión. Por un lado, la prensa tabloide se ha impuesto a los eurócratas de Bruselas a base de aproximaciones falsas; por el otro, extensos estudios austeros sobre el impacto económico del Brexit. Por un lado, en las filas conservadores se pelean sobre la respuesta en el referéndum, divididos como están entre los neoliberales en torno a David Cameron y los ultraliberales, a los que representan Boris Johnson y Nigel Farage; por el otro lado se sitúa una izquierda dividida pero más serena, que se pregunta si es posible una Europa progresista.

Sobre todo, se da la paradoja de los partidarios de abandonar la Unión Europea, que precisan que en 1975 eran partidarios de una alianza económica y no de una unión política, en un momento en que la UE cada vez se considera más una zona de libre comercio que ha abandonado sus ambiciones sociales, humanitarias y culturales. “Este referéndum es un accidente”, se lamenta Paul Copeland. “Se ha decidido por razones políticas y ¡corremos el riesgo de salir de la UE por un accidente! Mientras, ¡los políticos de Bruselas son una copia de los políticos neoliberales británicos!”.

Efectivamente, los eurófilos tienen motivos para mesarse los cabellos. Especialmente porque David Cameron y el equipo designado para hacer campaña por el remain (a favor de permanecer en la UE) tienen dificultades a la hora de transmitir un mensaje positivo. “Su comunicación consiste en hablar de los riesgos de una salida de la UE, nunca aspectos positivos. No entusiasma ni lo más mínimo, pero a fin de cuentas es lo que puede funcionar mejor”, suspira Tim Bale, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Londres. “Si nos quedamos en la UE será fruto de un cálculo frío y no de un sentimiento europeo”.

Los desafíos económicos son los únicos que se destacan. Más allá de la cuestión del empleo, los partidarios del remain parece que cada día sacan una nueva estadística inquietante: hoy es la bajada del precio de la vivienda, en caso de salida de la UE; mañana, el miedo a ver cómo el precio de las vacaciones en el continente sube una media de 300 euros y como la factura telefónica se dispara.

Eso lleva a los partidarios del Brexit a resucitar un viejo eslogan que ya sirvió contra el Gobierno en el referéndum escocés de 2014: Project fear, el proyecto del miedo, o cómo los defensores de una Gran Bretaña dentro de la UE busca instrumentalizar los miedos de sus conciudadanos. Está claro que es efectivamente el mensaje subliminal lo que trata de comunicar la campaña por el remain. “Preferimos alejarnos de la cuestión emocional de pertenencia a la UE para centrarnos en una cuestión de coste/beneficio”, explica un portavoz de la campaña oficial que, mientras niega la idea del project fear, admite la decisión de concentrarse en los riesgos que acarreará para la población británica una salida de la Unión.

Sociedad británica

Por más que los antieuropeístas se erijan en indignados, seguirán siendo los portadores de una línea razonada y razonable. De no ser por que hace años que ejercen de pirómanos. Más allá de las salidas de tono de un Boris Johnson que compara el proyecto europeo con la dominación hitleriana, hace años que el UKIP (el partido nacionalista y eurófobo que dirige Farage) apunta a la inmigración como el principal problema de la pertenencia a la UE. “Eurofilos y euroescépticos quieren apropiarse de la cuestión que más beneficios le puede proporcionar, por lo que el debate sobre el Brexit a veces se reduce a un enfrentamiento entre el mantenimiento del empleo versus lucha contra la inmigración”, analiza Renaud Thillaye, de Policy Network.

En ese sentido, los partidarios de abandonar la UE pueden contar, a la hora de hacer campaña, con una parte de la prensa tabloide que está haciendo su agosto con las vagas reglamentaciones europeas (vieja cantinela), pero también con la crisis migratoria (se acusa abiertamente a los migrantes de todos los males: paro, servicios sociales desbordados, criminalidad...), a base de titulares sensacionalistas que dan escalofríos y que no desentonarían de la propaganda del Frente Nacional.

Sin embargo, The Sun de Rupert Murdoch (y su equivalente de alta gama The London Times) no ha sacada la artillería pesada. El diario, euroescéptico moderado, no ha derramado el ácido que tenia reservado antaño a Jacques Delors. “Murdoch es prudente, sabe que el resultado del referéndum será ajustado y no quiere enemistarse con la mitad de los británicos, piensa en vender periódicos”, dice un periodista de Fleet Street. “Todavía no ha dado ninguna consigna a sus medios y es muy posible que no lo haga, o incluso que se oponga al Brexit por razones económicas”.

Pese a todo, por encima de la indiferencia, de las paradojas y de los cálculos de cada uno, este referéndum también dice algo de la sociedad británica. El aspecto más evidente es el de la soberanía, como apunta Renaud Thillaye: “Si se rasca un poco en el discurso de UKIP y de los euroescépticos, no tarda en salir el debate de la soberanía nacional y del discurso del 'poco importa que se tomen decisiones buenas o malas, lo que cuenta es que sean las nuestras'”. Eso remite también a la historia de Reino Unido. Todos los sondeos de opinión subrayan la existencia de una brecha única en Europa: los jóvenes son más favorables a la UE que sus antepasados. Y todo porque, en el continente, las personas de más edad han conocido la guerra y ven el proyecto europeo como un medio de evitarla. No obstante, en Gran Bretaña, se ve de forma contraria: por no estar dentro del continente en 1939, los ingleses tienen el sentimiento de haber evitado la guerra y mantenido la democracia.

Los partidarios del Brexit tratan de captar esta emoción visceral, mientras los opositores se mueven en el registro del miedo a un futuro incierto, no para el conjunto de los europeos, sino en lo que se refiere a los asuntos de Su Majestad. Por su parte, los eurófilos británicos piensan que realizan un debate deprimente. Los euroescépticos tienen la impresión de que se trata de un combate en defensa de los valores eternos de su Reino.

“El verdadero debate de fondo en torno al Brexit es que se trata de un debate nacional sobre la desconexión de Westminster del resto de la población. El personal político británico, de derechas y de izquierdas, hace varias décadas que ha fracasado en el plano económico y social y Europa se ha convertido en el cabeza de turco de dicho fracaso”. Dicho de otro modo, salir de Europa o quedarse en las condiciones de David Cameron son simplemente dos fórmulas diferentes de una misma ecuación cómo lo es culpar a una institución internacional de la crisis de las políticas nacionales para luchar contra la desindustrialización, crear empleos, preservar la red de seguridad social, repartir la riqueza de forma equitativa...

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Traducción: Mariola Moreno

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