Más peces y de más calidad: el fin de la pesca de arrastre en Mallorca beneficia sobre todo a los pescadores

Imagen de archivo de un pesquero de arrastre.

Grupos ecologistas pelearon con el Gobierno y las cofradías pesqueras hasta lograr que en 2016 se prohibiese la pesca de arrastre en el canal de 40 kilómetros que separa Mallorca y Menorca. Ocho años después, un grupo de investigadores españoles ha viajado a la zona para estudiar las consecuencias de esta decisión y ha constatado que todos los implicados se han beneficiado. Los campos de algas que se querían preservar se han repoblado y eso ha permitido que los peces que viven allí sean más abundantes, tengan una mejor alimentación y que los pescadores de las zonas contiguas puedan capturar mejores ejemplares para el consumo humano, resume Francesc Ordines, investigador del Centro Oceanográfico de Baleares y responsable de la campaña. 

Los datos acaban de ser recopilados y están en proceso de análisis, pero el experto ya adelanta que los resultados preliminares son muy optimistas. "Lo que hemos observado hasta ahora es que la cantidad de salmonetes es bastante mayor en las zonas protegidas que en las abiertas a la pesca de arrastre y que la masa de alga laminaria es mucho mayor que hace diez años. Es un hábitat extremadamente sensible a la pesca de arrastre, pero vemos que se recupera rápido una vez que se abandona", explica Ordines. Con él viajaron once investigadores del Instituto Español de Oceanografía, la Universitat de les Illes Balears y la Universitat de Barcelona.

El canal que separa Mallorca y Menorca ha sido ampliamente estudiado en la última década por científicos españoles debido a su alto valor biológico, ya que es uno de los fondos marinos más interesantes del Mediterráneo. Uno de los motivos es la abundancia de algas calcificantes rojas –rodolitos– y algas verdes laminarias, que permiten a los peces pequeños y medianos y a los crustáceos esconderse para vivir y reproducirse, además de facilitar su alimentación. 

El equipo de oceanógrafos centró su análisis en cómo la recuperación de la flora submarina en esa zona ha impactado en las poblaciones de cabrilla, salmonete de roca, rubio y pulpo de roca, cuatro especies muy afectadas por la pesca comercial. Según Ordines, además de crecer en número, han constatado que el salmonete y la cabrilla que nadan en la zona protegida tienen una alimentación basada en otros peces porque hay más presas disponibles, mientras que los que habitan en zonas con el suelo arrasado se alimentan principalmente de invertebrados. "Esta dieta afecta a la calidad de la carne del pescado porque determina su nivel de ácido graso omega 3, aunque es algo que aún lo estamos investigando. También tenemos que ver cómo impacta sobre su nivel de crecimiento y su reproducción", apunta el experto. 

Los beneficios no se quedan ahí, ya que los resultados preliminares del estudio de genética afirman que los animales que habitan en esta zona protegida también se mueven a aguas donde sigue presente la pesca de arrastre, por lo que los pescadores que trabajan allí pueden capturar peces de mayor peso y calidad, una muy buena noticia según el coordinador del proyecto. "El objetivo final de la investigación es recabar la información suficiente para lograr una pesca de arrastre que nos abastezca, disminuyendo al máximo su impacto en el ecosistema", comenta Ordines.

La organización ecologista Oceana lideró durante años la campaña de presión sobre el Gobierno central para implantar esta zona de protección en el canal balear. Desde 2009 existe una amplia cartografía del fondo marino en ese canal elaborada por el Instituto Español de Oceanografía precisamente para ubicar los lugares donde se encuentran estas concentraciones de algas, y esa información fue la que usó la ONG para demostrar que se estaba destrozando un ecosistema de alto valor. En realidad, los ecologistas solo reclamaban cumplir con el reglamento europeo de 2006 sobre recursos pesqueros del Mediterráneo, que exigía proteger las zonas costeras donde predominasen los rodolitos. "Logramos un avance increíble y es una muy buena noticia que ahora se demuestre que era necesario. En realidad, esto es una prueba de que habría que ampliar estas protecciones a otros lugares", afirma Silvia García, científica marina de Oceana.

El grupo ecologista aprovecha para reclamar que la pesca de arrastre sea vetada de forma generalizada en España debido a su impacto en el fondo marino. Se trata de un arte de captura que consiste en una red de hasta 220 metros de ancho anclada al fondo marino mediante dos compuertas pesadas de metal que mantienen abierto el embudo, de forma que captura todos los peces que la atraviesan y además daña las plantas sobre las que se apoya. 

Según la Agencia Europea de Medioambiente, el 79% de los fondos costeros de la UE están físicamente alterados debido principalmente a esta práctica. También es una de las técnicas de pesca que más descartes de pescado genera, ya que no tiene forma de seleccionar las presas que captura, y además necesita de barcos con potentes motores que consumen mucho combustible y contaminan el agua y la atmósfera. 

De hecho, la pesca de arrastre es uno de los frentes abiertos que tiene la Comisión Europea sobre la mesa y el pasado febrero comunicó a los Estados miembros que en marzo 2024 deberán haber prohibido esta forma de captura en las aguas que pertenezcan a la Red Natura 2000, que en España representan el 12,2% de las aguas nacionales. Sin embargo, el ministro español de agricultura y pesca, Luis Planas, respondió en marzo en Bruselas que cumplir el mandato de la Comisión "podría trasladar la flota española a zonas que tengan regulaciones de pesca menos sostenibles" y añadió que en su opinión eso sería "un fracaso absoluto". Tampoco está clara la potestad de Bruselas para imponer normas a los Estados mediante comunicados, un formato que no es vinculante.

Francesc Ordines conoce bien las consecuencias de la pesca de arrastre en los ecosistemas y reconoce que en las zonas sensibles arrasa con todo, pero cree que hay que buscar un equilibrio y no se puede vetar en toda la costa. "Cualquier tipo de pesca tiene un impacto, pero también hay que tener en cuenta que hay que abastecer el mercado y la demanda de pescado. Si no lo hacemos nosotros lo vamos a importar de otras zonas donde se tiene menos en cuenta, y eso solo sería peor", opina.

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