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Artes escénicas

La dedicación de las Naves de Matadero a la creación de vanguardia enfrenta al teatro madrileño

Matero Feijóo, director artístico de las Naves de Matadero, y Celia Mayer, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Madrid.

La presentación el martes por la mañana de la nueva programación hasta julio de las Naves de Matadero, uno de los espacios de artes escénicas del Ayuntamiento de Madrid, estaba inusualmente concurrida. Entre el público, casi por entero compuesto de profesionales del sector, se veían caras de apoyo y entusiasmo ante el proyecto de Mateo Feijóo, nuevo director artístico del espacio, pero también caras de desacuerdo e indignación. El motivo: el nuevo gestor, elegido por concurso público el pasado septiembre, tiene un proyecto dedicado a las artes escénicas de vanguardiaperformance, danza, música y el teatro más contemporáneo— y rompe con la línea llevada por los anteriores directores, Mario Gas, Natalio Grueso y Juan Carlos Pérez de la Fuente. Hasta hora, las Naves del Español se habían dedicado a teatro de texto más convencional. Ahora, desgajadas ya del Español, que dirige como centro independiente Carme Portaceli, las Naves dejarán de lado este tipo de obras. 

El cambio de línea de las Naves de Matadero se venía fraguando como nueva polémica del Ayuntamiento de Madrid desde el fin de semana. Entonces, creadores como la actriz Blanca Portillo —acaba de estar con la obra El cartógrafo en Matadero— o Sergio Peris-Mencheta —que puso allí en escena piezas como Tempestad o Un trozo invisible de este mundo— se oponían públicamente al proyecto de Feijóo. La primera decía en su Twitter: "Me parece magnífica la inclusión de todo tipo de disciplinas; lo que no quiero es la exclusión del Teatro". El segundo escribía en su Facebook: "No me cabe duda, y así lo he expresado en diversas ocasiones, que la danza es la gran olvidada de las artes escénicas. Y ya la performance, ni te cuento. El hecho de que no tengan un espacio no creo que deba implicar que haya que arrancárselo al teatro de texto. (...) Esta jugada, una vez más, divide y debilita al sector". 

La polémica había llegado a las Naves también por otros cauces. Fernando Arrabal denunció el sábado en su cuenta de Twitter que su nombre y el de Max Aub, que daban nombre a dos de las tres naves, habían sido retirados de ellas. Fue una de las primeras cuestiones que Celia Mayer, concejala de Cultura, se vio obligada a aclarar, argumentando que se trataba de un malentendido. Según la representante de Ahora Madrid, los carteles se retiraron para adaptarlos a la nueva imagen del centro y serán restituidos cuando proceda (aunque no especificó fechas). Insistió, de todos modos, en que la denominación "oficial" de estos espacios son Nave 10, 11 y 12 —es la que aparecía, por ejemplo, en los pliegos del concurso público—, y que los nombres "extraoficiales" y "artísticos" son los de Sala Max Aub y Sala Fernando Arrabal. Quien bautizó los espacios fue Juan Carlos Pérez de la Fuente, el anterior director destituido en marzo de 2016 por el Ayuntamiento de Carmena, dos años antes del fin de su contrato. El nombre oficial del teatro en su conjunto —no de sus salas— es Naves Matadero Centro Internacional de Artes Vivas.

"Ellos y nosotros"

Así, la presentación de Feijóo incluía respuestas a las críticas previas. "¿Las estructuras se muestras herméticas porque tienen miedo a lo desconocido?", se planteaba en un largo discurso. "El miedo", respondía, "hace que dejemos de hacernos preguntas sobre las razones de las cosas. El ruido no nos deja pensar. Hemos construido una sociedad de la opinión". El nuevo director artístico llamaba a la "diversidad", a afrontar "un cambio histórico", a crear "ideas, libertad y contenido". E iba más allá: "O hacemos esto, o tendremos una idea artística vacía, vieja, antigua y siempre a contrapie". El proyecto de Feijóo, que ganó de manera colectiva con María José Manzaneque y Almudena Ávalos, quiere "integrar" el teatro "dentro del centro de creación". Las Naves están situadas en un gran espacio cultural que incluye una sala de arte contemporáneo, un centro dedicado al diseño de vanguardia y una sala de cine dedicada al documental y el videoarte, entre otras iniciativas. 

Las explicaciones no convencieron a los que no iban ya convencidos. "¿Por qué si como madrileña puedo votar para decidir la remodelación de la plaza de España no puedo decidir sobre la línea de programación?", se quejaba una asistente que se identificaba como parte de la profesión. Varios creadores abandonaron el acto en señal de protesta. Uno de ellos era el actor y productor Eduardo Velasco, que estrenó la obra El jurado en la pasada temporada. "Claro que nos sentimos excluidos, nos han dado una patada en el culo", comentaba a infoLibre, señalando que "cada vez quedan menos espacios para el teatro en Madrid". El Ayuntamiento dispone de al menos dos centros que programan teatro textual: el Teatro Español y el Fernán Gómez. También participa en la Fundación del Teatro de la Abadía, dirigido por José Luis Gómez. El Centro Dramático Nacional (CDN) tiene dos sedes en la capital: el María Guerrero y el Valle-Inclán. Los Teatros del Canal de la Comunidad de Madrid, aunque también programan danza, dan prioridad al teatro textual. El único espacio dedicado exclusivamente a las artes escénicas de vanguardia en Madrid es el Pradillo, una iniciativa privada y muy minoritaria. 

De otra opinión es Carlota Ferrer, coreógrafa y directora de escena que ha trabajado tanto en Matadero como en La Abadía o el CDN. Ella hace teatro textual, pero con una mayor presencia del cuerpo y la danza. "Este teatro internacional es del que he aprendido yo, y como espectadora estoy encantada con que esto exista. No me preocupo de si la artista que soy va a trabajar o no aquí. Ni es la preocupación que tiene que tener la ciudad, que tiene que mirar más desde una perspectiva macro: ¿cuántos espacios hay para el teatro que se hacía aquí?", dice a la salida de la presentación. Hasta ahora, la reivindicación de un espacio dedicado a programar danza, performance y teatro no convencional había sido una reivindicación del sector, que solía calificar de "parches" festivales dedicados a estas disciplinas como el Fringe (en Matadero), El lugar sin límites (CDN) o el desaparecido Escena Contemporánea.

Álvaro Vicente, director de la publicación especializada Godot, contextualiza la polémica: "Hay que mirarlo con perspectiva histórica. En los noventa, hay un despunte de la creación contemporánea en Madrid que se diluyó por la falta de apoyo de las instituciones. Desde entonces se ha primado en todo al teatro convencional. Madrid nunca ha tenido un espacio como este, y habría que pensar si no era hora". Creadores muy reconocidos internacionalmente, como Angélica Liddel y Rodrigo García, dejaron de trabajar en España (y la primera ha prometido no volver). Vicente afea el comportamiento de los críticos con la decisión: "Que haya un sector del teatro que diga que está en peligro, eso de que nos quitan el pan de la boca, no me parece inclusivo ni respetuoso. Este discurso de ellos y nosotros es peligrosísimo".

Ha habido otro insólito tema para la polémica. El Ayuntamiento ha recuperado el sistema de cachés, que garantiza a los artistas un tanto fijo por representación, tanto en el Teatro Español como en las Naves. Ese sistema, muy común antes de la crisis, fue sustituido por otro, mucho más arriesgado para las compañías, que les otorgaba solo un tanto por ciento de la taquilla. El regreso al caché es una vieja reivindicación de la profesión, pero tanto Velasco como la productora Concha Busto, gran figura del sector, se quejaban de que este cambio sucediera ahora que ellos no estrenarán en el espacio. "Nosotros hemos arriesgado, El jurado tuvo 8.000 espectadores. ¿Y ellos van a ir a caché?", preguntaba indignado.

"Los demás espacios se ocupan de todo eso, nosotros intentamos crear algo diferente, dar la posibilidad a quienes están en circuitos solo internacionales o más marginales", pedía Feijóo, que llamaba a la "tranquilidad" y la "respiración" y apeló en varias ocasiones al "por favor" ante las críticas de sus compañeros. Sí perdió la paciencia cuando un asistente le comparó con Pablo Iglesias: "Mira, lo voy a decir, solo he votado una vez en mi vida y fue a Ahora Madrid. Pero no voy a volver a votar en mi vida". Parte de los asistentes rieron mientras Mayer ponía cara de circunstancias. 

Programación con "poco tiempo"

La presentación de la programación, con una tensión palpable entre el público —que se fue agudizando al final de las dos horas de presentación, cuando comenzaron a participar los asistentes—, prestó, paradójicamente, poca atención a la propia programación. Feijóo insistió en que con poco tiempo de antelación (cinco meses), no ha podido contar con compañías con las que querría trabajar. El proyecto presentado incluye, como grandes nombres, a la bailarina y coreógrafa alemana Susanne Linke, mito de la danza contemporánea que ha formado parte de la renovación de la disciplina en los últimos cincuenta años, y a Trevor Carlson, mano derecha de Merce Cunningham, otro gran nombre de la danza. Ambos impartirán talleres, y Linke participará en tres charlas sobre su obra. 

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En estos cinco meses se verá también una pieza de la compañía portuguesa Ana Borralho y Joao Galante, que contarán con la participación de 100 ciudadanos de Madrid en un experimento realizado en 35 países (del 2 al 9 de abril). El proyecto de las Naves incluye danza urbana (Ray Lee y Co-lapso, que actuaron en la presentación), arte (el pintor Aitor Saraiba está construyendo un mural en una de las Naves) cine (documentales sobre Angélica Liddel incluidos), o música (el estadounidense Chris Garneau o el músico de trap Khaled). Five easy pieces, del creador suizo Milo Rau, es una apuesta por el teatro textual de vanguardia. No hay por ahora en la programación compañías españolas de performance o teatro, como podrían ser La Tristura o El Conde de Torrefiel. Feijóo aseguró que las habrá en la temporada 2017/2018. 

El Ayuntamiento dedica 1.200.000 euros a las Naves, de los cuales se dedican 600.000 a la programación. Feijóo aseguró que, aunque "el dinero no es un problema", con eso no puede mantener el listón del caché para las compañías y una programación constante "de martes a domingo". Las entradas a los espectáculos varían mucho, desde los 22 euros de las compañías con más renombre a los 8 de las más desconocidas. Hay también actividades de entrada libre. 

 

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