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Buzón de Voz

Si yo fuera Cristina Cifuentes

Si yo fuera Cristina Cifuentes (cosa imposible desde cualquier punto de vista imaginable) habría elegido ya a estas alturas entre dos únicas opciones: pedir disculpas y presentar la dimisión o exigir de inmediato a la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) que haga público su Trabajo de Fin de Máster (TFM), ofreciendo en ese mismo instante absolutamente todas las explicaciones documentadas acerca de las contradicciones conocidas y respondiendo a todas y cada una de las preguntas que en rueda de prensa abierta a todos los medios se le hagan sobre el asunto desvelado por eldiario.es.

Si yo fuera Cristina Cifuentes no me habría matriculado en un máster o lo habría abandonado en el mismo momento de ser nombrada delegada del Gobierno en Madrid, puesto que cursar un máster exige una asistencia presencial incompatible con el ejercicio de un cargo público de tal envergadura. (O con el del periodismo, por poner un ejemplo más cercano).

Si yo fuera Cristina Cifuentes y llegara a la conclusión de que cursar un máster es oportuno y necesario mientras ejerzo la actividad política, procuraría seleccionar una universidad del máximo prestigio y un tutor absolutamente ajeno al partido en que milito, con el fin prioritario de que no quede la más mínima duda de que nadie me regala un título. (A nada que se hubiera informado con sus amistades universitarias, sabría que precisamente ese campus de Vicálvaro es apodado dentro de la propia URJC como “la charca del PP”, por la numerosa presencia de “ranas” ligadas al PP de Madrid, a sus dirigentes y a sus ilustres imputados en asuntos de corrupción).

Si yo fuera Cristina Cifuentes, y en el hipotético caso de que hubiera sacado mucho tiempo libre de mis obligaciones políticas y derrochado insomnios suficientes para aprobar todas las asignaturas, habría escrito el imprescindible Trabajo de Fin de Máster (TFM) en mi ordenador, habría sacado las copias impresas del mismo que la Universidad exige, habría guardado además varias copias impresas e informáticas, se lo habría enviado previamente a varias personas de confianza o simplemente sabias y con espíritu crítico y habría marcado posteriormente con un rotulador muy grueso la caja en la que me acompañara en cualquier mudanza. Todo universitario sabe que el TFM viene a ser tu primer (y quizás único) libro, ese esfuerzo que si se logra, además de tener un hijo y plantar un árbol, completa casi todo lo importante que uno debe hacer antes de morir. (Vamos, que a uno le parece casi casi imposible extraviar y no encontrar copia alguna de ese TFM que tanto sacrificio supuso).

Si yo fuera Cristina Cifuentes y, siendo delegada del Gobierno en Madrid, hubiera presentado por escrito y oralmente ante el tribunal un TFM titulado El sistema de reparto competencial en materia de seguridad ciudadana, seguro que habría invitado a asistir a algunas amistades y familiares, incluso a personas relacionadas con la materia tratada, vinculada de forma evidente con el cargo que en esa fecha ejercía. ¡Qué menos que celebrar con el resto de asistentes al máster o al menos con algunas o algunos de ellos ese notable conseguido! ¡Cómo no anunciar la buena nueva en mi cuenta de Twitter, cuando tan activa soy en las redes sociales!

Si yo fuera Cristina Cifuentes y la Universidad que me ha otorgado el máster previo pago, asistencia y TFM aprobado con notable hubiera extraviado la copia que obligatoriamente tiene que guardar, denunciaría al responsable del máster y a la propia universidad en las instancias administrativas o judiciales correspondientes.

Si yo fuera Cristina Cifuentes y alguien me acusara de haber aprobado un máster con notas falsificadas sin ser cierto, no habría tardado ni diez, ni cinco ni dos horas en desmentirlo con todas las explicaciones y respuestas al tiempo que buscaría abogado para querellarme contra quien fuera preciso.

Si yo fuera Cristina Cifuentes sería perfectamente consciente de que en el PP hay una fila similar a la de aquella escena de Aterriza como puedas en la que un montón de pasajeros guardan turno para abofetear al viajero mareado y hasta atizarle con una llave inglesa. Un motivo más para aplicar al caso el nivel de transparencia y rigor que una viene exigiendo a la charca de ranas corruptas del aguirrismo en los últimos años.

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Si yo fuera Cristina Cifuentes, y hubiera firmado con Ciudadanos un pacto de investidura que en su tercer punto obliga a apartar a “cualquier cargo público que haya falsificado o engañado en relación a su currículum o su cualificación profesional o académica”, no habría tolerado que el partido de Rivera mantuviera como número dos en la Asamblea de Madrid a César Zafra, sorprendido en varios engaños curriculares que en su día desveló infoLibre. Consentir la trampa del socio extiende la lógica sospecha de que una espere que el socio disculpe a su vez las trampas propias.

Si yo fuera Cristina Cifuentes y, por razones que a uno se le escapan por completo, hubiera buscado y aceptado un título de máster sin cumplir todos los requisitos académicos exigibles a cualquier estudiante… entonces no descarto que me costara muchísimo ofrecer explicaciones convincentes, que intentara trasladar esa responsabilidad a la universidad, que no encontrase por ningún lado el maldito TFM o que insinuara incluso una conspiración manejada por alguno de los numerosos enemigos íntimos acumulados en tres décadas de actividad política en la charca de ranas del PP de Madrid.

P.D. Al fondo de este escándalo existe uno aún mayor que el que afecta una vez más a la credibilidad de la política, y es la mancha que ensucia a una universidad pública que los contribuyentes madrileños sostenemos con 122 millones de euros al año y de la que no tienen culpa tantos profesionales honestos de la docencia, ajenos a ese modelo de negocio privado que gestiona decenas de másteres (en esta y en otras muchas universidades) con una prioridad más crematística que formativa.

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