La portada de mañana
Ver
El PSOE se lanza a convencer a Sánchez para que continúe y prepara una gran movilización en Ferraz

Buzón de Voz

Traidores y valientes

Ni arde Cataluña ni España se rompe, para frustración de toda una tropa de agoreros siempre dispuesta a vaticinar la catástrofe. Hubo reunión entre Sánchez y Torra. Hubo encuentro paralelo entre sus lugartenientes. Hubo flores amarillas, y también rojas. Hubo foto de grupo, que no encuentro bilateral “entre Estados”. Hubo comunicado conjunto con elementos suficientes para que cada cual pusiera el foco en las cesiones del otro. Hubo Consejo de Ministros en Barcelona, donde se aprobaron las medidas sociales de mayor calado en lo que va de legislatura, más gestos de distensión y reconocimiento hacia Cataluña. Hubo miles de manifestantes en la calle, cortes de carreteras y algunas agresiones inaceptables, pero una vez más se impuso mayoritariamente la protesta pacífica. Tendrán que pasar meses (quizás años) para valorar con exactitud los efectos de este otro 21-D, aunque a esta hora ya podemos esbozar algunas pinceladas de un dibujo político bien distinto al que se venía imponiendo desde tantas tribunas políticas y mediáticas escoradas (sin complejos) a estribor.

1.- Cuando el debate público descansa sobre la exageración permanente, el exabrupto y la distorsión de la realidad, más temprano que tarde el discurso inflamado se estrella contra la realidad y hasta se revuelve contra el emisor. Se empieza por definir como “golpismo” la desobediencia y se termina por calificar de “traición” la flexibilidad política. Se empieza por acusar de “fascista” a Joan Manuel Serrat y se termina por considerar botifler a todo el que no viste un pasamontañas. Algo debería indicarnos la coincidencia: Casado y Rivera tachan de “humillación” hacia España los gestos de Sánchez en Barcelona, y como “humillación” hacia Cataluña definen también desde Omnium esos mismos gestos. Ha llegado a tal punto la presión desde las derechas, especialmente sobradas tras el éxito andaluz y la irrupción de Vox, que quizás no han medido bien el riesgo de colocar a Sánchez ante la tesitura de preguntarse: “¿y qué tengo ya que perder?”. Si algo distingue al actual líder del PSOE es su pragmatismo. Recuperó ese liderazgo vistiendo el traje de la rebelión de las bases y la defensa de una España plurinacional. Podría virar hacia un nuevo entendimiento con Ciudadanos si la demoscopia y la prioridad de competir por el centro se lo aconsejaran. Pero mientras Casado y Rivera se disputen a codazos el trono del nacionalismo español más centralista, le sobrarán incentivos a Sánchez para defender un modelo de Estado moderno, diverso y plural.

2.- Eran tan escasas las expectativas sobre el encuentro de Barcelona y tan tremendo el alarmismo sembrado que el simple hecho de producirse ya es un éxito político. Ha sido tan evidente el erial dejado por los gobiernos de Rajoy en los últimos seis años que cualquier indicio de conversación supone un avance. Si no fuera por el clima de absoluta crispación, las quince líneas del comunicado conjunto del Gobierno y del Govern parecerían un listado de obviedades. Asumir a estas alturas la existencia de “un conflicto sobre el futuro de Cataluña”; comprometerse a buscar una “propuesta política” que cuente con “un amplio apoyo” de la sociedad catalana; “potenciar los espacios de diálogo” y “avanzar en una respuesta democrática” respetando “el marco de la seguridad jurídica”… recordarían los versos de aquella canción de El Nano titulada Algo personal (pinche aquí). Pero cuando los representantes de un 48% de la ciudadanía catalana han intentado imponer la independencia a la otra mitad de Cataluña saltándose la Constitución y despreciando a las minorías en el Parlament, y la respuesta del Estado ha sido exclusivamente la vía penal encarcelando a los dirigentes soberanistas y solicitando para ellos penas de 25 años de prisión, entonces todo “comunicado conjunto” de los dos gobiernos que incluya una apuesta por el diálogo sin salirse del marco de “seguridad jurídica” es un éxito político difícilmente discutible.

3.- Horas antes de la cita en Barcelona hubo dos aperitivos importantes para ese menú de distensión: el abandono de la huelga de hambre iniciada por cuatro de los políticos presos y el apoyo del PdeCat y de ERC al techo de gasto que el Gobierno volvió a llevar el jueves al Congreso. Todo el mundo sabe que el PP lo vetará de nuevo en el Senado, pero el gesto encierra un mensaje abierto a la posibilidad de tramitar unos Presupuestos para 2019 que facilitarían alargar la legislatura hasta 2020. Hemos pasado de un Pedro Sánchez en tiempo de descuento tras el desastre andaluz a un escenario en el que cabe desde el superdomingo hasta elecciones en otoño o incluso más allá. Es legítimo deducir que la prioridad de Sánchez consiste en seguir en la Moncloa a toda costa, como también lo es aceptar que una apuesta a fondo por encontrar vías de solución política a la crisis constitucional exige un margen de tiempo suficiente para poder confrontar el discurso complejo de la España diversa al mensaje del “a por ellos”, tan eficaz electoralmente como contraproducente en términos de calidad democrática. Ese margen permitiría a la vez seguir dando pasos hacia el blindaje y la modernización del Estado del Bienestar.

4.- Tan importantes son los términos que figuran en el comunicado de Pedralbes como los silencios implícitos. No hay mención alguna a los presos ni al juicio pendiente. Tampoco a negociación alguna sobre Presupuestos. Las teorías conspiranoicas ya están descontadas. Para las huestes conservadoras, Sánchez es directamente “un traidor” a la patria que está vendiendo la unidad de España a cambio de otro semestre en la Moncloa. La acusación es tan excesiva como la que el PP y sus voceros mediáticos extendieron contra Zapatero, que según ellos estaba “vendiendo Navarra” a cambio de un alto el fuego cuando en realidad lo que se pactaba eran los términos del fin definitivo de ETA sin precio político a cambio.

5.- El mayor freno a la estrategia de Sánchez sobre Cataluña procede de las filas del propio PSOE: barones convencidos de que cualquier diálogo con los independentistas garantiza derrotas electorales en mayo. El espejo andaluz produce pánico. Una parte de la llamada vieja guardia hace los coros a PP y Ciudadanos al proclamar la conveniencia de aplicar el 155 de forma indefinida o la posibilidad de ilegalizar partidos soberanistas, pese a que esa lectura sea por completo ajena a la Constitución. Ni siquiera parecen poner en valor otra evidencia: la arriesgada apuesta de Sánchez ha dejado fuera del escenario a Carles Puigdemont, quien ha tenido que conformarse con tuitear desde Bélgica mientras su delfín Torra y sus adversarios íntimos de ERC pactaban con el Gobierno del Estado y llamaban al sosiego a las bases más radicales del movimiento soberanista.

Si la etapa de “diálogo efectivo” anunciada desde Barcelona se sustancia o queda limitada a movimientos puramente tácticos y cortoplacistas lo sabremos pronto. Hay otra reunión prevista para enero, y en el Congreso iremos comprobando en pocas semanas si se producen avances (en la línea en la que están empujando a su vez desde Pablo Iglesias a Íñigo Urkullu) o se mantienen los bloqueos en la tramitación de los Presupuestos. En definitiva, se trata de despejar la incógnita de si es posible convertir la mayoría de la moción de censura de mayo en una mayoría de gobierno. Y, lo que es aún más importante, si quienes son etiquetados como traidores, en Cataluña y en España, tienen la valentía de mirar por encima de la pared de las próximas elecciones para poner sobre la mesa iniciativas de entendimiento desde el respeto democrático. Sin exclusiones.

Más sobre este tema
stats