Desde la casa roja

Una mala educación

Escribamos algo que hace doscientos años pensó el poeta Rainer María Rilke: la verdadera patria del hombre es su infancia. Es una patria emocional, donde el sentimiento se exalta a través del reconocimiento en la configuración de una identidad primaria de la que partimos hacia el mundo. Desde la filosofía, “identidad” es la concepción y expresión que tiene cada persona acerca de sí misma y de su pertenencia o no a un grupo. Es curioso cómo hasta en el perfil más comercial de los que nos definen en redes, aparece cómo y dónde nos educaron. La educación nos organiza en grupos, la de dentro y la de fuera de nuestras casas. Nos identificamos. Me llamo Aroa Moreno y soy licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, como tantos, acabo de resumirles buena parte de mi vida. Si algo nos permite borrar nuestras insignificantes biografías y empezar de nuevo, nuestra pequeña baraja de opciones, tiene mucho que ver con la educación (no lo llamemos solo formación porque no es solo eso), y la escuela pública pintaba una línea (entre otras, por supuesto) desde la que, en igualdad de condiciones, todos echábamos a correr. ¿Qué armas si no tengo yo para la huida?

Cuando la educación, los conocimientos especializados o las distinciones lingüísticas se menosprecian, lo único que queda es el poder y la identidad tribal. Lo explica Jason Stanley en su libro Facha, cómo funciona el fascismo y cómo ha entrado en tu vida en un capítulo dedicado al antiintelectualismo de las políticas fascistas. “Para el fascista, las escuelas y universidades existen para adoctrinar en el orgullo nacional o racial, dando a conocer, por ejemplo, los gloriosos éxitos de la raza dominante”. Asusta leer cómo los patrones se reproducen de país a país por todo el planeta: la extrema derecha (Stanley diferencia entre Gobiernos autoritarios y fascistas del siglo pasado y políticas fascistas que acceden hoy al poder, pero reconoce sus herencias a lo largo del ensayo) menosprecia toda enseñanza de contenidos y asignaturas que puedan permitir un mayor entendimiento de la diversidad cultural humana. “En los sistemas antidemocráticos, la función de la educación es producir ciudadanos obedientes que se conviertan en mano de obra barata que no tenga capacidad de negociación y que ideológicamente esté adoctrinada para pensar que el grupo que está en el poder encarna los mejores valores de la historia”.

Turquía debilitó su democracia hace menos de un año votando “sí” en un referéndum constitucionalista que convertiría al país en una república presidencialista concentrando casi todo el poder en su presidente, Recep Tayyip Erdogan. Una de las primeras medidas que tomó fue la redacción de un nuevo plan de estudios para las escuelas en el que serían eliminadas las ideas laicas y toda teoría científica que fuese en contra de la religión, como la teoría de la evolución.

Hace unos meses que Jair Bolsonaro, presidente de Brasil, envió una comunicación a todos los colegios donde recomendaba que se filmara a los niños mientras interpretaban el himno nacional. También se pedía que los profesores leyeran  ante el alumnado el eslogan de su campaña: “Brasil encima de todo, Dios encima de todos” y permitía que fueran grabados por los alumnos para poder denunciar posibles “adoctrinamientos”. Entre otras cosas, Escuela sin partido, el plan que recoge estas directrices, incluye vetar el uso de la palabra “género” en las aulas o la expresión “orientación sexual”. Anecdótico empieza a parecernos que su ministra de Mujer, Familia y Derechos Humanos dijera: “Los niños, de azul; las niñas, de rosa” cuando el gobierno ha anunciado la militarización de las escuelas, que podrían ser dirigidas por miembros del ejército.

Los alumnos de entornos difíciles se concentran en la educación pública

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El Gobierno húngaro, liderado por el nacionalista Viktor Orbán, impuso la lectura en las guarderías de una serie de cuentos populares, leyendas y obras para que los niños recibieran conocimientos sobre una identidad nacional, aprendiesen el amor a la patria y valores culturales cristianos. En las escuelas de Polonia los alumnos ven El orgullo de ser polaco, se ha retirado de los currículos cualquier asunto relacionado con educación sexual y se difunden discursos contra el multiculturalismo, la homosexualidad o el feminismo.

Las cien medidas urgentes con las que Vox quiere cambiar España contienen algunos puntos generales referentes a educación: “generoso y exigente” sistema de becas, reconocimiento a la lengua española y derecho a ser educado en español, PIN parental para autorizar que se hable en el colegio de contenidos sexuales o medidas promocionales y proteccionistas sobre la tauromaquia y la caza. Sin embargo, se intuyen además otros puntos que afectarían a las aulas como la derogación de la ley de violencia de género, el señalamiento de los inmigrantes como agentes de delincuencia, el regreso de optativas escolares sobre toros, arrinconamiento de lenguas oficiales en las comunidades mediterráneas, Galicia o Euskadi, exámenes nacionales de reválida, desprestigio, en definitiva, de la escuela pública, universal y laica a favor de los colegios privados y concertados. Todas estas, las enumeradas bajo un epígrafe claro de educación, pero también otras, son medidas que nos harían retroceder décadas en cuanto la inclusión e integración de la diversidad en las aulas, la exaltación del patriotismo más bruto y un endurecimiento de las fronteras entre nosotros y ellos que podemos titular desigualdad, clasismo o racismo. El paralelismo con otros gobiernos de extrema derecha es fácil, todos se parecen en este punto.

Recordemos: desprecio de la diversidad lingüística, orgullo nacional o racial y el ensalzamiento de los éxitos de la clase en el poder; lo ha escrito el filósofo Jason Stanley. Me pregunto cómo se celebrará el Día de la Paz en las escuelas si se llegara a permitir que organicen un sistema educativo donde se exalta la defensa de la patria o de la familia a través de las armas y se deja atrás el verdadera integración de la diversidad, la intención de entendimiento desde nuestra única patria común: las culturas de los pueblos.

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