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Política de relumbrón

Vivimos tiempos de política de relumbrón. Lo importante no es qué se hace, lo que importa es que brille, que luzca, que se vea. Si aporta o no, pues mira, no es lo prioritario. Unos lo llaman postureo, y no les falta razón: lo que hago debe de deslumbrar, no porque suponga cambios radicales, sino porque de verdad deslumbra hasta cegar. Y todo lo demás es atrezo.

Estos días el alcalde de Vigo se ha enorgullecido de que un periódico como The New York Times se haya hecho eco de sus luces de Navidad. Abel Caballero lleva ya varios años intentando competir con las luces de la Gran Manzana, de hecho, lleva tiempo con el teléfono en la mano esperando la llamada del alcalde Bill de Blasio. Dice Caballero que la llamada iba a ser inminente porque el regidor neoyorquino se "iba a morir de la envidia" de las luces de Navidad de su ciudad. Sus luces son las mejores del mundo, asegura. Y es verdad, hay que admitirlo, que lo ha convertido en todo un reclamo turístico, con sus enormes estructuras de led, con 50 cañones de nieve artificial para crear el mejor ambiente navideño posible. Se ha convertido casi en una tradición para muchos turistas acercarse en Navidad a Vigo para ver cómo se ha superado cada año el alcalde. Caballero de momento tendrá que conformarse con el artículo del periódico porque la llamada del alcalde de Nueva York sigue sin llegar, no se ha producido. Pero llegados a este punto, ¿qué más da, no? Vigo ha vuelto a ser noticia por sus luces, y eso, entendido en esta política de relumbrón, ya es mucho.

Obvia Caballero que en ese mismo artículo el corresponsal recoge también las voces que critican cómo en plena Cumbre del Clima una ciudad española dedica semejante gasto de luces, cerca de un millón de euros, a esa decoración navideña que supone mayor contaminación, más gasto en electricidad, y más contaminación lumínica. Es paradójico (por ser elegantes) porque Caballero es también presidente de la Federación Española de Municipios y Provincias y si algo se repitió durante esa importante cumbre en Madrid fue el compromiso de las grandes ciudades de reducir sus emisiones de gases contaminantes y de su gasto en energías contaminantes. Pero en esa política de relumbrón se admiten las contradicciones porque la luz, cuanto más alumbre, más ciega.

El otro día nos recordaban desde Naciones Unidas que es necesario reducir la contaminación lumínica de las ciudades, y lo importante y necesario que es seguir manteniendo cielos oscuros para poder observar entre otras cosas las estrellas. Seguir soñando mirando al cielo y no "apagar" las estrellas de verdad con las de pega llenas de alambres y que se enchufan a la red. Si viven en una gran ciudad seguro que hace mucho tiempo que no pueden disfrutar de ese espectáculo natural.

Se acaba 2019 y en pocos días se apagarán también las luces de Navidad. Llegará el momento de desmontar toda la decoración y desnudar las ciudades de todo el atrezo. Nos quedaremos con lo que tenemos, sin espumillón ni bolas de navidad y habrá que afrontar de nuevo la realidad. Sin villancicos, ni turrones, ni panderetas. Espero que la política de relumbrón se apague también y nos remanguemos para ocuparnos de lo importante. Falta hace.

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