Plaza Pública

La realidad que se nos impone (en el Día de la Resistencia Rromani)

La Cañada Real Galiana

Iñaki Vázquez | Celia Montoya

Hoy conmemoramos el Día de la Resistencia Rromani. Recordamos a nuestros héroes y heroínas que plantaron cara a nada más y nada menos que a los nazis en los campos de exterminio durante la infame Segunda Guerra Mundial. Pero no lo hacemos desde la perspectiva que la blanquitud nos impone. Nuestros héroes no forman parte de los cómics más vendidos, ni de las películas que ven nuestros jóvenes. Tampoco son referencia para el conjunto de la población, aunque podrían serlo sin duda. Nuestros héroes no visten trajes especiales o capas voladoras. Tampoco tienen superpoderes mágicos. Fueron y son personas normales, con vidas sencillas, con sufrimientos mundanos. Nuestras heroínas reían y lloraban, amaban y odiaban. Nuestros héroes son como nuestra familia, como cada uno de nosotros. Nuestros héroes y heroínas eran gitanos y gitanas que les tocó vivir, en el territorio español, la aniquilación literal de nuestra lengua, el Rromano, y en la Europa de los años 40, las atrocidades del fascismo, y que tuvieron que resistir hasta ser asesinados por la maquinaria criminal del nazismo y del odio, sin reparación. Quede dicho para los cada vez más numerosos desmemoriados.

Nuestras heroínas de 1944 nos recuerdan cómo debemos vivir hoy. Cuan duro es saberse el último escalafón de una sociedad que te necesita para reafirmar su orden. Ese orden que condena a miles de personas a la barbarie y al ostracismo. Un orden criminal y asesino, pero que se sigue considerando a sí mismo como el más civilizado y recomendable. Un orden que permite que el fondo del Mediterráneo esté lleno de cadáveres para vergüenza de todos. Un orden paradigma de su desorden avaricioso e insaciable. Donde se consienten Centros de Internamiento de Extranjeros (CIE) donde se vulneran los Derechos Humanos, donde se considera tolerable la existencia de barrios gueto, estableciéndose como verdaderas “reservas” de migrantes y gitanos, donde parece ser “normal” que una familia blanca (paya) pueda elegir que sus hijos no vayan al mismo colegio que gitanos y migrantes, y esta elección sea respetable.

Estamos obligados a asumir (como primer paso de la imperiosa transformación) una normalidad que nos obliga a resistir como única forma de supervivencia. Nuestros héroes nos enseñan qué hacer en “La Cañada Real”, donde los indignos gobiernos y las compañías energéticas han mostrado impúdicamente su insensibilidad ante miles de personas sin suministro eléctrico en medio de uno de los más grandes temporales de nieve que hemos conocido. El frío sufrido por miles de niños no estremeció la conciencia de muchos de nuestros conciudadanos que observaban las pocas noticias que se emitían sobre esta ignominia como quien viera una serie de Netflix.

Los Rromanies, que con palos y piedras supieron frenar a las SS con fiereza en Auschwitz-Birkenau, nos recuerdan que el racismo mata, que el antigitanismo mata. Como ocurrió con nuestro primo Eleazar García, un joven gitano discapacitado que fue reducido hasta por 15 agentes del mal llamado “orden público” en Gijón hasta provocarle la muerte. O como el caso de Manuel Fernández Jiménez, en Rociana (Huelva), que por un puñado de habas fue abatido a tiros y quien lo hizo disfruta de su “libertad” desde hace pocos días tras pagar una fianza de cinco mil euros, enseñándonos de manera cruel cuánto valor tiene la vida de un gitano en este país. El caso del primo Daniel Jiménez, que en extrañas circunstancias salió muerto de una comisaría de Algeciras. Ellos son solo los últimos casos de una antigua realidad existente, que se llama Antigitanismo y siguen cuestionando la enfermedad de una sociedad incapaz de reconocer el monstruo del racismo en todas sus formas y asociarlo con todas sus letras, institucional y estructural.

Vivir resistiendo no es una opción. No se constituye en una elección. Cuando tienes que aprender a convivir con la (re)presión policial en los barrios gueto. Cuando debes ser consciente de que por tu color de piel tienes muchas menos posibilidades de encontrar un empleo. Cuando las condiciones de vida te condenan a tener una esperanza de supervivencia hasta 15 años menor que las personas no gitanas. Cuando tienes que usar el sentido del humor como manera de sobrellevar que una guarda de seguridad te persiga cuando entras en un supermercado. Resistir no es una opción. Es una necesidad.

Resistir no es una opción. Para las personas gitanas, resistir es tan necesario y está tan presente en nuestro día a día como un trozo de pan o una prenda de ropa para guarecerte de las inclemencias del tiempo. Resistir es para las gitanas y los gitanos una filosofía de vida, una forma de entender el mundo. Si no fuera así no estaríamos hoy aquí escribiendo este artículo como personas gitanas, ya que habríamos sucumbido a los intentos reiterados de genocidio perpetrados contra nuestra gente.

Por eso, cuando nos proponemos hacer un homenaje a quienes resistieron, lo mejor que se nos ocurre es seguir usando la fuerza de la Rromanipen (gitanidad). Constituirnos una vez más en la frustración del sistema que nos quiere ver extinguidos. Seguir siendo la constatación de su fracaso como proyecto social y político. Es duro, pero créannos, es nuestra manera de saber que seguimos resistiendo y luchando, sin conformarnos, organizando el descontento.

Resistir implica una reflexión de nuestro Pueblo, que tiene que plantearse la necesidad de cambiar, moverse, dejar la anestesia y la pasividad, el conformismo. Es necesario, actuar, hacer algo diferente para que empiecen a pasar cosas distintas y mejores.

Tenemos que salir a las calles a reclamar justicia y reparación para nuestro Pueblo. Apoyar desde el pensamiento y la acción crítica a los primos y las primas que están haciendo política institucional y luchando desde donde está cada uno y cada una. Los derechos se conquistan, se pelean desde todos los ámbitos. Usar la fuerza de la Rromanipen, ese es nuestro legado; lo que nos han dejado nuestros antepasados en la epigenética hay que conservarlo y utilizarlo. Tenemos que dejar de vivir de las rentas de las acciones de generaciones anteriores. Bebamos del valor y energía de lucha de nuestros ancestros y produzcamos las nuestras; desde el hoy y el ahora; desde la acción realista; para que las nuevas generaciones puedan estar orgullosas de nosotros y nosotras; porque se lo debemos a la memoria larga y al futuro.

¡¡EN HONOR A SU LEGADO LUZ Y MEMORIA!!

¡¡VIVA LA LUCHA DEL PUEBLO GITANO!!

¡¡OPRE RROMANO USTIPEN!!

#RromaRightsHumanRights  #RromaniResistence #UstipenRromaniphen  #StopAntigitanismo

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Iñaki Vázquez y Celia Montoya son miembros del programa Rromani Pativ

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