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Cinco reflexiones cruciales para la democracia a las que invita la carta de Sánchez (más allá del ruido)

moción de censura

La 'maldición' de La Moncloa: los seis presidentes terminaron su mandato de forma traumática

El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.

El Congreso de los Diputados sentencia a Mariano Rajoy. El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, constató este miércoles en la Cámara baja que reúne los apoyos necesarios para que salga adelante la moción de censura interpuesta por los socialistas tras la sentencia de la primera época del caso Gürtel. Hasta este jueves, el futuro de la moción estaba todavía en el aire. Sánchez tenía prácticamente asegurado desde el miércoles que su movimiento en el Parlamento contaría con el respaldo de los 85 diputados del PSOE, los 71 de Unidos Podemos, los 9 de ERC, los 8 del PDeCAT y los 2 de EH Bildu. Sin, embargo, para que la fórmula prosperara era necesario también el apoyo del PNV, que hace una semana facilitó la aprobación de los Presupuestos del Gobierno. A primera hora de la tarde, los nacionalistas destaparon sus cartas: “Votando sí somos responsables”, señaló su portavoz parlamentario, Aitor Esteban.

En total, 180 votos a favor que este viernes quedarán dibujados en los paneles de votación de la Cámara Baja y que convertirán a Rajoy en el sexto expresidente del Gobierno de España. Después de seis años y medio al frente del Ejecutivo, el líder de los conservadores saldrá por la puerta de atrás, asolado por los escándalos de corrupción que zarandean, día sí y día también, al Partido Popular. Es la maldición de La Moncloa. Hasta la fecha, ninguno de los seis líderes del Ejecutivo en democracia ha conseguido cerrar su mandato esquivando los finales abruptos. Todos, sin excepción, han abandonado el cargo con un regusto amargo. Ya sea por el estallido de su propio partido, por la coyuntura económica o por las cascadas de escándalos que no les dejaban ni respirar.

Adolfo Suárez y la ruptura de UCD

“No quiero que el sistema democrático de convivencia sea, una vez más, un paréntesis en la historia de España”. Con estas palabras, pronunciadas en un discurso televisado el 29 de enero de 1981, el entonces presidente del Gobierno, Adolfo Suárez, anunciaba su dimisión. Lo hacía sólo ocho meses después de conseguir imponerse en el Congreso de los Diputados a la primera moción de censura planteada en democracia, la que interpusieron los socialistas y que se cerró con 166 noes de los diputados de UCD y 152 síes de los parlamentarios socialistas, comunistas, andalucistas –a los que se sumaron dos del Grupo Mixto–. A pesar de esa victoria, la suerte de Suárez, bajo enorme presión política y militar, estaba echada. Menos de un mes después, Tejero entró a tiros en el Congreso. Suárez sabía de lo que hablaba al referirse a que no quería que la democracia fuese un paréntesis. A ello se unía la división interna en UCD. "La mitad de los diputados de UCD se entusiasman cuando oyen en esta tribuna al señor Fraga. La otra mitad lo hace cuando quien habla es Felipe González", llegó a señalar en alguna ocasión Alfonso Guerra, entonces portavoz socialista en el Congreso.

Calvo Sotelo, golpe de Estado y caída al pozo de UCD

Leopoldo Calvo-Sotelo, que sucedió a Adolfo Suárez como líder del Ejecutivo, comenzó su mandato con ruido de sables. El mismo día que iba a ser investido, irrumpió en la Cámara Baja el teniente coronel Tejero con la intención de dar un golpe de Estado. Y, como Suárez, también acabó saliendo de la Presidencia del Gobierno por la puerta de atrás, con un partido hundido por completo. Las elecciones generales de 1982, a las que el propio Calvo Sotelo acudió como número dos de la lista por Madrid, se cerraron con la debacle electoral de UCD, que pasó de tener 166 diputados en el Congreso a tener sólo 11 asientos. El partido estaba sentenciado. Y sólo unos meses después, en febrero de 1983, el Consejo Político de la formación acordó, poniendo fin así al largo proceso de confrontación interna, iniciar los trámites para pagar las enormes deudas económicas acumuladas durante años y disolver definitivamente UCD.

Felipe González, guerra sucia y corrupción

También fue abrupta la salida de la Moncloa de Felipe González. En marzo de 1996, los socialistas, que llevaban catorce años ocupando la Presidencia del Gobierno, perdieron en las urnas frente a un PP que, con el apoyo de CiU, PNV y Coalición Canaria, consiguió sentar en el Ejecutivo a José María Aznar. El PSOE se dejó en esos comicios dieciocho escaños. Y Felipe González se vio obligado a abandonar Moncloa por la puerta de atrás, acosado por la guerra sucia contra ETA y los escándalos de corrupción. En su última etapa al frente del Gobierno tuvo que lidiar con las revelaciones del diario El Mundo sobre el terrorismo de Estado de los GAL, el caso Ibercop, el caso Roldán –acabó con la condena del exdirector de la Guardia Civil por malversación de caudales públicos– o el estallido del escándalo de los fondos reservados, por el que fueron juzgados varios ex altos cargos del Ejecutivo de Felipe González.

Aznar y las mentiras del 11-M

El final de Aznar en Moncloa también fue traumático. Las encuestas situaban al PP, a pesar del enorme rechazo social que despertó la participación de España en la guerra de Irak, como favorito para las elecciones convocadas el 14 de marzo de 2004. Sin embargo, las mentiras vertidas por el Ejecutivo conservador para tratar de ocultar la autoría real de los atentados del 11-M en Madrid terminaron por pasarle factura y Rajoy perdió los comicios. Durante tres días, desde el Gobierno se aseguró por activa y por pasiva que la masacre, en la que perdieron la vida 191 personas, había sido obra de ETA. Incluso el entonces director del CNI, Jorge Dezcallar, presentó su dimisión al sentirse "engañado y manipulado al servicio de torpes maniobras partidistas" después de que el Ejecutivo le pidiera salir a desmentir las primeras noticias que apuntaban hacia la vía yihadista. Dezcallar había avisado en alguna ocasión a Aznar de que se estaban preparando células yihadistas para cometer atentados.

Zapatero, crisis económica y reforma del 135

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José Luis Rodríguez Zapatero llego a La Moncloa con aires de renovación. Bajo su etapa al frente del Ejecutivo se aprobó la ley contra la violencia machista, se dio luz verde al matrimonio homosexual y se sacó adelante la ley de dependencia, la de igualdad y la de memoria histórica. Medidas que se vieron empañadas en sus últimos años como jefe de Gobierno con el estallido de una crisis económica que el líder socialista tardó en reconocer. Entonces llegó el recorte de gastos sociales por valor de 15.000 millones de euros –reducción del salario de los funcionarios, congelación de las pensiones o tijeretazo en el gasto para la dependencia fueron alguna de las medidas– y, unos meses más tarde, la reforma laboral, un movimiento que le costó una huelga general en septiembre de 2010. Su etapa al frente del Ejecutivo se cerró con otra decisión muy criticada: la reforma del artículo 135 de la Constitución, que priorizaba el pago de la deuda pública.

Rajoy, sorteando escándalos de corrupción

Este viernes, si no hay sorpresas de última hora, Mariano Rajoy se convertirá en el sexto presidente del Gobierno que deja el cargo de forma abrupta. Lo hace acosado por los continuos casos de corrupción que han zarandeado a su formación política desde que alcanzó la Presidencia: de la Gürtel a Lezo, pasando por Púnica, los papeles de Bárcenas o Brugal, entre otros muchos. La mecha que ha provocado el estallido ha sido la sentencia sobre la Época I de la trama dirigida por Francisco Correa. La decisión judicial, de más de un millar de folios, es demoledora: reconoce la existencia de una caja B en el PP desde al menos 1989 y cuestiona la “credibilidad” del propio presidente durante su declaración como testigo en el juicio. Ahora, tras conocer la posición de los partidos de cara a la votación definitiva de mañana, Mariano Rajoy tendrá que abandonar La Moncloa. Y el PP deberá afrontar su todavía negro futuro judicial en la oposición.

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