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El futuro de Cataluña

La renovación del PP y el PDeCAT alimenta los extremos en Cataluña y pone más difícil el diálogo a Sánchez

Los asistentes a la clausura de la primera Asamblea Nacional del PDeCat en el Palacio de Congresos de Cataluña atienden un mensaje grabado del expresidente Carles Puigdemont.

Fernando Varela

El escenario ya era complicado, pero después de este fin de semana el Gobierno de Pedro Sánchez lo tiene aún más difícil. Su apuesta por el diálogo y la normalización en Cataluña se enfrenta a una radicalización de las posiciones más extremas. De un lado, el nuevo presidente del PP, Pablo Casado; del otro, el expresident de la Generalitat Carles Puigdemont.

El nuevo líder de la derecha española no está dejando espacio a la especulación. Después de convocar en Barcelona un simbólico primer Comité Ejecutivo Nacional en Barcelona con el que quiere “trasladar el mensaje de que el PP dará la batalla a favor del constitucionalismo y las libertades públicas en Cataluña”, tal y como él mismo ha subrayado en Twitter, sus primeros mensajes a través de los medios de comunicación han tomado forma de advertencia: si los independentistas continúan con la “agenda secesionista”, reclamará de nuevo la aplicación del artículo 155 de la Constitución española. El PP, recordó, “tiene mayoría absoluta en el Senado”, obviando que la decisión acerca de una nueva intervención de la autonomía catalana le corresponde al Gobierno, aunque el apoyo de la Cámara alta sea indispensable.

“No vamos a ser la muleta de ningún Gobierno que esté desmontando las reformas que hicimos o incluso dando aire a los que quieren romper nuestra nación”, subrayó Casado. Y no va a "dejar ningún tipo de resquicio a la negociación y a los chantajes de los que quieren romper la nación”, advirtió al presidente Sánchez.

Lo que tienen que hacer los independentistas, concluyó, es asumir “que ya no hay más transferencias que realizar y que son una comunidad autónoma en el país más descentralizado del mundo”.

El discurso de Casado, que es ahora el del PP, sintetiza la posición más radical de la derecha española, que en otoño criticaba, casi siempre en privado, la supuesta tardanza de Mariano Rajoy a la hora de destituir al Govern e intervenir Cataluña. Entre ellos el expresidente José María Aznar, al que todo el mundo sitúa como el autor intelectual del pensamiento derechista del nuevo líder del PP.

El debate territorial no sólo sirve para poner en dificultades la estrategia del Gobierno de rebajar tensión e intentar construir un diálogo institucional normalizado con la Generalitat sino que le permite dar la batalla contra Ciudadanos dentro de Cataluña, precisamente donde la formación naranja se ha hecho con la representación mayoritaria de los ciudadanos contrarios a la independencia y la comunidad en la que el PP está más próximo a la irrelevancia política.

La apuesta de Puigdemont

Claro que si por la derecha Sánchez no puede esperar comprensión, ni mucho menos ayuda, en el flanco opuesto las cosas también se han complicado este fin de semana para el presidente del Gobierno. Carles Puigdemont ha conseguido hacerse con el control del PDeCAT, la antigua Convergència, y ya tiene todo el mando del espacio independentista a la derecha de Esquerra Republicana. Y en los próximos meses intentará ampliar ese espacio presionando a los republicanos para que se integren, también bajo su liderazgo, en la Crida Nacional per la República (CNR), el proyecto a partir del cual el expresident quiere unificar todo el independentismo.

Esquerra ya ha dicho que no, pero el nuevo presidente del PDeCAT, David Bonheví, no se da por aludido e insiste en hacer un llamamiento a todos los independentistas a incorporarse a la Crida con la promesa de que todos podrán conservar su “espacio ideológico”.

Puigdemont, reforzado por el fracaso de la justicia española en su persecución internacional, cree según distintas fuentes que alimentar la confrontación con el Estado español favorece los intereses del independentismo y la movilización de sus seguidores, y por eso se opuso en su momento a que el PDeCAT apoyase la moción de censura contra Mariano Rajoy. Consumado el relevo en la Moncloa, el expresident quiere elevar el tono y aumentar las exigencias al Gobierno de Pedro Sánchez. Así lo confirmó este lunes su diputada en el Congreso y nueva vicepresidenta del PDeCAT, Míriam Nogueras.

“Pedro Sánchez no podría ser presidente sin el apoyo del PDeCAT y ERC. Esto se traslada en que los votos de estos dos grupos son cruciales. Se tienen que hacer valer y ser coherentes con la situación de las relaciones entre Cataluña y el Estado", señaló por su parte la portavoz del Govern, Elsa Artadi, considerada muy próxima también a Puigdemont.

Sin el respaldo del PDeCAT y con la oposición de Ciudadanos y el PP, el Gobierno no tiene mayoría para sacar las votaciones que tiene por delante, algunas de ellas esta misma semana. En primer lugar, la designación de la periodista Rosa María Mateo como administradora única de RTVE a la espera de que se complete el trámite para que la Cámara baja elija un nuevo consejo de administración y un presidente. Si el PDeCAT, tal y como señalaron fuentes del partido a la Cadena SER, no apoya a Mateo, Sánchez se enfrenta a una nueva derrota en su intento de arrebatar al PP el control de los medios públicos.

Los Presupuestos, en riesgo

La segunda votación relevante de esta semana tendrá lugar el viernes y de ella depende la capacidad del Gobierno de ampliar el gasto el año que viene en 6.000 millones de euros, tal y como autorizó hace dos semanas la Unión Europea a España. En línea con los presidentes autonómicos del PP, que la semana pasada votaron en contra de los planes del Gobierno, a pesar de que si no salen adelante significa que dispondrán de menos dinero el año que viene para sanidad, educación y dependencia, Casado adelantó este lunes en una entrevista en Onda Cero que, “siendo coherente” con su “discurso, ahora mismo lo que hace falta en España no es una expansión presupuestaria” como la que propone Sánchez.

El presupuesto de Rajoy para este año “ya era suficientemente expansivo”y el “entorno internacional” aconseja “ser más responsables que nunca. Lo que tenemos que hacer es amortizar deuda”, concluyó.

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Sin el respaldo del PP en el Senado, los planes de gasto del Gobierno no pueden salir adelante. Pero sin el PDeCAT, el Gobierno estará ante un problema mayor, porque no tendrá mayoría para aprobar los presupuestos de 2019, esenciales para garantizar la continuidad de una legislatura que Sánchez quiere prolongar hasta 2020.

El Gobierno, a través de la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet, y de la vicepresidenta Carmen Calvo, ha optado por la prudencia. El PSC fue má explícito y a través de su secretario de Organización, Salvador Illa, lamentó el triunfo simultáneo de las “posturas radicales” en el PP y el PDeCAT. A pesar de lo cual los socialistas catalanes insisten en la necesidad de “diálogo, negociación y acuerdo. De apostar por la vía del acuerdo, la solución y la distensión para aprovechar este tiempo nuevo que se ha abierto de la mano del presidente Sánchez", reivindicó.

El calendario que viene, sin embargo, no juega a favor de esa estrategia. El independentismo prepara una movilización para los próximos meses que empieza en el primer aniversario de los atentados de Barcelona —ese día los partidarios de la secesión van a reivindicar la figura del que fuera jefe de los Mossos, Josep Lluís Trapero, procesado por sedición—, incluye la Diada del 11 de septiembre y la jornada del 1 de octubre y no acaba hasta el 27 de ese mismo mes, un año después de la declaración de independencia del Parlament. Los planes de Puigdemont pasan por incrementar la presión coincidiendo previsiblemente con la apertura del juicio oral contra del mismo y el resto de los principales dirigentes del procés, acusados de sedición, sin descartar una hipotética nueva convocatoria de elecciones para finales de año.

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