Crisis del coronavirus

Temor a que las aulas sucumban a la segunda ola tras dos meses de aprobado raspado en el examen del covid

Un grupo de niños durante una actividad en el aula del colegio Reina Sofía de Totana (Murcia).

Han pasado casi dos meses desde que abrieron las primeras aulas. Lo hicieron a pesar de las muchas dudas que mantuvieron en vilo a familias, profesores y equipos directivos hasta el último minuto, agravadas por el maremágnum de protocolos y recomendaciones modificados apenas unos días antes de preparar las mochilas para hacer frente al deseado y en ocasiones temido primer día de colegio. Lidiar con la situación no ha sido fácil, pero los colegios, al menos por ahora, han resistido. Según los sindicatos, gracias a sus trabajadores. Las administraciones, critican, no han ayudado demasiado. Las ratios recomendadas no se han cumplido porque los profesores necesarios no han terminado de llegar y los servicios de salud dedicados a actuar ante casos positivos tampoco han funcionado como deberían. Por eso las escuelas se han sentido solas en demasiadas ocasiones. Y así han hecho frente al aumento de los contagios que han sufrido, consecuencia de la llegada de la segunda ola en la que ya se encuentra inmersa España. 

Marian González es la directora del Instituto de Educación Secundaria (IES) Juan de Mairena, situado en el municipio madrileño de San Sebastián de los Reyes. Afortunadamente, en todo este tiempo no han tenido que echar el cierre a ningún aula ni mandar a su domicilio a sus alumnos y alumnas. Han tenido, como mucho, 13 casos positivos en coronavirus. Ahora solo son "dos o tres". Cuando detectaban uno, explica desde el otro lado del teléfono, llamaban a Salud Pública, una tarea demasiado complicada al principio. "Antes era horroroso, no contestaban", recuerda. Así que las decisiones las tomaba esa figura que todos los centros educativos tuvieron que crear: "el coordinador covid". En su caso era la jefa de estudios. "Nos sentíamos muy desasistidos", lamenta. Por suerte, la situación mejoró.

Eli Ojeda ha vivido estos meses desde la situación contraria. Ella es madre de dos mellizos de cuatro años, un niño y una niña. Estudiaban, hasta este año, en clases diferentes del mismo colegio público de Sevilla. Ahora lo hacen en el mismo aula porque Eli lo pidió. Le parecía, recuerda en conversación con infoLibre, mucho más seguro para prevenir un posible contagio. Reconoce la labor que realizan los profesionales como Marian y todos los profesores. "Todo se lo están trabajando ellos, que ponen su máximo empeño", dice. Aun así, hay situaciones inevitables.

Sus hijos empezaron el curso un jueves. Ese día y el viernes, tal y como recuerda, tan sólo tuvieron un "periodo adaptativo" y acudieron al colegio una hora. El lunes ya fueron tres. "Pues ese mismo día, a las 22.15 de la noche, no se me va a olvidar, me llama el director diciendo que había habido un positivo en clase y que no podíamos ir hasta pasados 15 días. La primera en la frente", lamenta. Ese era su miedo, tal y como confesó a infoLibre a finales de agosto. Al estar al frente de uno de los 1,8 millones de hogares monoparentales —los monomarentales suponen el 81%— esperaba la vuelta al cole como agua de mayo. En su caso es vital para conciliar. Por suerte, su empleo como trabajadora social le ha permitido teletrabajar y, con ayuda de una vecina, no les ha faltado de nada. Pero eso sí, ni una llamada del centro de salud hasta el octavo día de confinamiento. "Ese día le hicieron una PCR a los niños, aunque el resultado no llegó hasta cinco días después, ya casi cuando habíamos pasado la cuarentena", critica.

Los brotes escolares, en línea con los generales

Según el Ministerio de Sanidad, que especifica los brotes conocidos en ámbitos como el educativo en el informe de cada viernes, hasta el 29 de octubre ha habido 936 brotes en centros escolares, lo que supone el 8% del total —el 31% se han producido en entornos sociales como locales de ocio o reuniones familiares o de amigos. Hasta este día se habían acumulado 5.693 casos positivos en las aulas, 1.220 de los cuales se habían producido desde el viernes 23, semana en la que se detectaron 204 brotes.

Las cifras eran peores que las registradas en el documento de la semana previa —la que va del 16 al 23 de octubre. Hasta el 23 de octubre los brotes acumulados se situaban en 733, 190 surgidos durante esa semana. Los casos, por su parte, sumaban 4.369, 1.286 en esos últimos siete días. Según informa el Ministerio de Educación a infoLibre, las aulas confinadas representan un 1,6% del total.

¿Por qué han empeorado tanto las cifras de contagios en las aulas en tan poco tiempo? ¿Hay algo que no esté funcionando? Joan Ramón Villalbí, portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas), lo descarta. Afirma que el aumento de contagios en los centros educativos se debe a que el número de positivos, en general, no deja de crecer. "Las infecciones en las escuelas están aumentando porque les toca una parte de la infección que hay en la comunidad en la que se encuentran. La mejor predicción de los casos en las escuelas son los casos de la comunidad", explica. Según el informe publicado este viernes por el Ministerio de Sanidad, el coronavirus ha infectado a 1.185.678 personas en España, 139.546 más que hace una semana, cuando el número de positivos desde que empezó todo estaba en 1.046.132 personas. Los contagios aumentaron en esa semana, por tanto, un 13,3%.

Villalbí menciona un estudio que acredita sus palabras. Lo llevó a cabo el grupo de Biología Computacional y Sistemas Complejos de la Universidad Politécnica de Cataluña y fue entregado a la Comisión Europea. Según reveló el documento, recogido por El País, las primeras semanas de curso no tuvieron un impacto significativo en la evolución de la epidemia en España."Si las escuelas hubieran actuado como amplificadoras de los contagios, ya debería observarse un efecto en la incidencia global", señalaba el documento. "Las comunidades donde la incidencia estaba subiendo han seguido haciéndolo a un ritmo parecido, y las que estaban bajando han continuado haciéndolo", relató la investigadora Clara Prats, una de las autoras del informe, al periódico.

Más allá del estudio, existe un caso práctico que afianza estas palabras. Suecia nunca cerró los colegios. Su estrategia para frenar el avance de la pandemia pasó por dejar las aulas abiertas, apostar por el teletrabajo, limitar las reuniones a 50 personas y confinar a los mayores de 70 años. Y ahora están mejor que el resto del continente europeo. Según el repositorio de la Universidad de Oxford, el país nórdico tiene una incidencia acumulada de 167 casos por cada millón de habitantes en los últimos siete días. La de España, en cambio, se sitúa en 408.

La crisis sanitaria ha sido un aprendizaje constante. Al principio se creía que los niños jugaban un papel muy importante en la cadena de transmisión, que eran grandes contagiadores y, por tanto, un peligro. De ahí el miedo a abrir las aulas. Pero ahora sabemos que eso no es así. "Los niños más pequeños se infectan menos que los adultos y que cuando se infectan es muy difícil que se pongan enfermos. Pasan versiones del virus muy asintomáticas y por eso es menos probable que contagien, porque no tienen tos, por ejemplo", explica Villalbí. "Antes esto no lo teníamos más claro", recuerda. Por eso apuesta por que, pase lo que pase, las aulas permanezcan abiertas. "Interrumpir la educación de una generación tiene consecuencias y además afecta al funcionamiento de otros aspectos de la vida", dice, refiriéndose al papel tan importante que juegan los centros educativos en la conciliación de las familias, sobre todo en las que son como Eli Ojeda.

La apuesta por la presencialidad… pero segura

El cierre de las escuelas dejó patente una desigualdad tecnológica acuciante. El Gobierno fue consciente y por eso apostó por garantizar la máxima presencialidad de los alumnos y alumnas en la vuelta al cole. La ministra de Educación, Isabel Celaá, llegó a decir incluso que el objetivo era que si los contagios aumentaban peligrosamente —como ya está ocurriendo— los colegios serían "los últimos en cerrar". La presencialidad también la requerían los sindicatos y, sobre todo, las familias. Así que Educación y las comunidades autónomas acordaron un plan para garantizar esa seguridad. Pasaba por lo básico: medidas de higiene, mascarillas y distancia social, lo que requería la reducción de las ratios a 20 alumnos por aula. Algo que, según cálculos de CCOO, pasaba por la necesaria contratación de 70.700 profesores. "Se han contratado a unos 38.000, lo que quiere decir que las ratios recomendadas no están garantizadas", critica Francisco García, secretario general de la Federación de Enseñanza del sindicato, que especifica que la Comunitat Valenciana es la región donde sí se está respetando. En otras como Madrid o Andalucía, critica, se está intentando después de que los profesores convocaran una huelga para solicitar más personal.

Maribel Loranca, responsable de Enseñanza de FeSP-UGT, también asegura que ha fallado la falta de efectivos. Critica que "no ha habido voluntad de garantizar la presencialidad, que es lo que garantiza la equidad y la igualdad de oportunidades". No se ha hecho por lo que dice García: ni se han contratado profesores, ni se ha reducido el número de estudiantes por aula. "No se han puesto recursos encima de la mesa", resume. Ni tampoco se han hecho protocolos sanitarios adecuados. Lo que le pasó a Marian, por ejemplo, fue la tónica general en la Comunidad de Madrid. "Ha sido desastroso porque era el director del centro el que tenía que llamar al sistema de salud cuando había algún positivo. Y al principio nadie cogía ese teléfono", denuncia. En otras como Cantabria y Extremadura, por contra, lo hacía la inspección educativa, lo que agilizaba la respuesta y no dejaba la decisión de confinar o no en manos de la comunidad educativa. "Los equipos directivos han tenido que tomar decisiones en el límite de su responsabilidad y están sufriendo un estrés y una presión brutal porque se están haciendo cargo de una situación verdaderamente complicada", lamenta García.

Sin embargo, la vuelta a un confinamiento y a una escuela eminentemente online no parece la solución a esa más que cuestionada presencialidad. Tanto García como Loranca creen que el sistema educativo continúa teniendo carencias que acentuarían la desigualdad entre los alumnos. "No creemos que los centros estén preparados para implantar de nuevo la educación a distancia. Es más, los padres y profesores están denunciando la educación semipresencial que tienen establecida algunos cursos", lamenta la sindicalista, que recalca que habría que "garantizar la conexión de los centros, los servidores y las plataformas online", además de que todos y cada uno de los estudiantes cuenten con un equipo con una conexión adecuada para poder estudiar.

Una encuesta realizada por Save the Children entre 2.290 familias españolas revela que el 32% no cuenta con ningún equipo en funcionamiento —ni ordenador, ni portátil, ni tablet— y un 23% reconoce no disponer de los medios de conectividad adecuados para poder facilitar el acceso de los alumnos a los recursos ofrecidos por parte de las escuelas. Además, según CCOO, el 40,3% de los centros no tiene servicios en la nube a los que pueda acceder el alumnado, mientras que sólo un 12% de los centros educativos no universitarios no cuentan con un entorno virtual para el aprendizaje del alumnado.

"En meses de educación a distancia aprendimos, pero otra cosa a tener en cuenta es ser capaces de llevarla a cabo", zanja García, que coincide con Loranca en celebrar la capacidad y el trabajo llevado a cabo por la comunidad educativa, que es la que está sacando adelante el curso más difícil que se recuerda. "Hemos intentado que los alumnos sufran lo menos posible la situación, porque emocionalmente es muy complicada. No dejamos de trabajar para que los alumnos reciban la mejor formación posible", asegura Marian.

El aula, ¿un entorno seguro?

Pero la presencialidad requiere algo más que grupos estables o grupos burbuja. El entorno en sí mismo debe ser seguro. Las aulas, como el resto de espacios, no estaban preparadas para una pandemia, así que ha habido que buscar soluciones para que los espacios cerrados, revelados hace ya meses como los más peligrosos, sean lo más seguros posible.

El problema que tienen estos lugares son los aerosoles. La Organización Mundial de la Salud (OMS) afirmó en el mes de julio que el coronavirus puede contagiarse en espacios interiores a través de estas pequeñas partículas que pueden quedar suspendidas en el aire esperando a ser inhaladas. La única solución es la ventilación, ya sea artificial o natural. "Es muy importante renovar el aire, y abrir las ventanas resulta ser lo más potente", explica Villalbí. Hay que hacerlo aunque sea invierno y el frío conlleve otros peligros como resfriados que puedan ser fácilmente confundidos con el covid-19.

En relación a esto, el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) publicó recientemente un documento en forma de guía para aclarar cómo deben ventilarse las aulas. "En ambientes interiores, las partículas en suspensión, también llamadas aerosoles, susceptibles de contener virus, se pueden acumular. La exposición a este aire puede resultar en infecciones. La reducción del riesgo de contagio se consigue reduciendo emisión y exposición", comienza recordando. Así que apuesta por trasladar toda la actividad que sea posible al exterior, por usar bien la mascarilla, por reducir el número de alumnos por aula, por reducir la exposición y por hablar a un volumen bajo que disminuya los aerosoles.

Un tribunal ordena readmitir a una trabajadora de la limpieza despedida por denunciar en redes el mal estado de un colegio

Un tribunal ordena readmitir a una trabajadora de la limpieza despedida por denunciar en redes el mal estado de un colegio

Y da por válida la ventilación natural. "La solución consiste en aumentar la renovación de aire interior con aire exterior sin utilización de instrumentación, es decir, abriendo ventanas y puertas para provocar un flujo de aire", explica.

Modelo de ventilación en las aulas. | CSIC

Habrá que ver de qué manera evoluciona la pandemia y cómo afectará un previsible empeoramiento de la situación a los centros educativos. En Francia, donde este miércoles se decretó un nuevo confinamiento nacional, permanecerán abiertas. Allí, a mediados de septiembre, habían tenido que cerrar 81 colegios y 2.100 clases. El Gobierno de España, en cualquier caso, ya ha anunciado que las próximas serán "semanas complicadas".

Más sobre este tema
stats