El blog del Foro Milicia y Democracia quiere ser un blog colectivo donde se planteen los temas de seguridad y defensa desde distintas perspectivas y abrirlos así a la participación y debate de los lectores. Está coordinado por Miguel López.
Evitar el “It’s very difficult todo esto”: Las dotes lingüísticas de nuestros dirigentes
En pocas ocasiones se ha escrito, o sólo de paso, de las calificaciones, aptitudes y formación que ha de tener un dirigente no solo para gobernar con eficacia en el interés general, sino para tratar con sus homólogos extranjeros y desempeñar un papel eficaz en las reuniones internacionales.
En el caso de España, donde buena parte de su población sigue embebida en el espíritu de aquel imperio que llevó a la universalidad nuestra lengua, hablada hoy por unos 500 millones de personas de las que sólo un 10% viven aquí, no parece calar la conveniencia, incluso la necesidad, de que nuestros gobernantes dominen, o al menos tengan un nivel funcional en una lengua extranjera. Y no cualquiera, sino la actual lengua vehicular en las relaciones internacionales y comerciales: el inglés.
Por mucho que nos pese y aunque la lengua de Shakespeare no sea la lengua mayoritaria en nuestro continente (menos aún si nos ceñimos a la UE, donde es co-oficial sólo en dos países poco poblados, Irlanda y Malta), el inglés es el idioma utilizado en la práctica en los foros más importantes donde se toman decisiones que afectan a nuestras economías, nuestras vidas y nuestras democracias.
En el ámbito de la UE son oficiales todas las lenguas (24 actualmente) y existe un servicio de traducción e interpretación dotado con excelentes profesionales (que se lleva un buen pellizco del presupuesto común), pero las lenguas de trabajo se ciñen a tres: inglés, francés y alemán. La primera por su influencia, las otras dos por ser las propias de los países miembros con mayor población y los más importantes.
Si hacemos un repaso del nivel lingüístico de nuestra población, en España salimos mal parados en comparación con otros países del entorno, incluyendo los mediterráneos. Ciñéndonos al inglés, estamos en el 36º puesto de la clasificación mundial (dentro de Europa, el 26º sobre 35) según un estudio del EF EPI de 2021. Para situarnos, en el índice europeo, Portugal y Grecia aparecen, respectivamente, en 6º y 8º lugar .
No sería muy grave si esos niveles quedaran limitados a la población en general, pero parece razonable que las élites dirigentes, elegidas o no, deberían mejorarlos, lo que no siempre es el caso.
A ningún gobierno se le ocurriría nombrar para el puesto de ministro de asuntos exteriores a alguien que no hable al menos inglés. Igualmente para altos cargos de ese ministerio, del de comercio o del de Defensa, por ejemplo. En este último, desde el ingreso de España en la OTAN, en 1982, se ha multiplicado exponencialmente el número de militares con conocimientos de idiomas, inglés en primer lugar, por el atractivo que suponen para sus carreras los numerosos puestos en el extranjero y las misiones y maniobras en el exterior. Posiblemente sea el colectivo profesional con mayor índice de conocimientos lingüísticos del país, especialmente en las escalas de oficiales.
Entre los siete presidentes del gobierno de la democracia actual, sólo cuatro habla(ba)n un idioma extranjero
Pues qué decir de quien desempeñe el puesto de presidente del gobierno o del jefe del Estado. Respecto a este último, la dinastía reinante siempre ha procurado formar adecuadamente en lenguas extranjeras a sus vástagos, especialmente si van a heredar la corona, bien porque dispone de profesores particulares o simplemente porque la mamá era extranjera. En cualquier caso, poco mérito cuando cuentan con privilegios prácticamente ilimitados.
Quiero hacer hincapié aquí en la formación lingüística de los miembros del gobierno, esos que sí elegimos a través de las urnas. Entre los siete presidentes del gobierno de la democracia actual, sólo cuatro habla(ba)n un idioma extranjero. Leopoldo Calvo-Sotelo, Felipe González, José María Aznar y Pedro Sánchez eran o son capaces de entrar en conversación con sus pares extranjeros, este último con total soltura. Señalemos que Calvo-Sotelo era políglota y que González sólo hablaba francés, con el que salía del paso en las cumbres internacionales. Suárez estaba entre cero y nada en el manejo del inglés, al igual que Zapatero y Rajoy.
Parece que no damos la suficiente importancia al hecho de que España es miembro de una organización supranacional, de funcionamiento cuasi federal, que es la Unión Europea. De Bruselas y sus instituciones procede buena parte de la normativa, directivas y reglamentos, que afectan a nuestras actividades y nuestro día a día. Sus normas y sus decisiones judiciales están en la cima jerárquica, por encima de nuestro ordenamiento jurídico nacional, incluidas las sentencias del Tribunal Supremo y las del Constitucional.
No poder comunicarte con tus pares en ocasiones así conlleva una pérdida de peso de nuestro país en las decisiones importantes y en momentos históricos
En este marco, el máximo representante del gobierno de España, el presidente, ha de tratar bastante a menudo con sus homólogos europeos, acudir a foros de decisión e incluso participar en encuentros restringidos en los que no es posible la presencia de intérpretes. En Bruselas, por ejemplo, hace poco tiempo hubo una reunión, una especie de “retiro”, en el Palais d’Egmont, propiciado por el presidente del Consejo, António Costa, para sacar a los jefes de Estado y de gobierno de los 27 del marco mental y la rigidez de las reuniones del Consejo. Una reunión informal pero sin duda más eficaz en términos decisionales.
O las reuniones recientes en París y Londres donde, a iniciativa del presidente Macron y del premier Starmer, se sentaron a la mesa los dirigentes de los países europeos más importantes, incluido el Reino Unido y la OTAN, para hacer frente a la decisión bilateral USA-Rusia de pactar entre ellos, y sólo ellos, el destino de Ucrania o para reaccionar ante las invectivas que se le vayan ocurriendo, estos días o en el futuro, al histriónico presidente norteamericano.
Ni un sólo intérprete detrás de los participantes, como puede apreciarse en esta foto. Imaginen ustedes ahí a un Zapatero, un Rajoy... o un Feijóo. Flaco favor harían a nuestro país cualquiera de ellos en semejante evento. No poder comunicarte con tus pares en ocasiones así conlleva una pérdida de peso de nuestro país en las decisiones importantes y en momentos históricos. La química de una interrelación personal, cercana, no funciona si no existe la física del medio por la que fluye, el lenguaje verbal.
Item más. Como es sabido, la UE funciona con presidencias semestrales de turno y el representante máximo del país que preside no puede permitirse no hablar inglés. En los descansos de las interminables reuniones, sectoriales y de asuntos generales, siempre hay corrillos en los que se entra en detalles, se aclaran malentendidos y se forjan complicidades y simpatías. Se hablan de tú a tú, para resumir. Y eso es válido también para los ministros de todos los sectores de la administración.
Todos recordamos las imágenes de Rajoy sin enterarse de nada en una reunión restringida (salvo lo poco que le sopla su intérprete) o de Zapatero, postrado en su sillón, rumiando su soledad con cara de paisaje, mientras detrás departían sus homólogos o se echaban unas risas para relax o distensión.
En resumen, España no puede permitirse estar representada en los foros internacionales por alguien que no sea capaz, como mínimo, de manejarse en inglés. No contar con esa habilidad es algo inaceptable en un mundo interconectado. Si un político no cuenta con esa herramienta indispensable para representar los intereses de su país, no debería presentarse a la carrera política de alto nivel. Por dignidad, invidual y colectiva.