¡A la escucha!

Recuperemos la mesa de comedor

Helena Resano nueva.

Parece que la mesa de comedor va a pasar a mejor vida. Las nuevas promociones de casas están suprimiendo el espacio que dedicaban a este mueble. Los salones se han rediseñado, borrando la mesa y dándole esos metros a la zona de relax. Entienden que los nuevos tiempos han convertido en vieja esa idea de tener una enorme mesa ocupando espacio en mitad del cuarto de estar, sólo para cuando vienen visitas o amigos o para comidas o cenas especiales. La vida se hace en la cocina, se desayuna, come y cena en la cocina, se hacen los deberes en la cocina y en los últimos meses, hasta se ha convertido en una oficina improvisada con el teletrabajo. La mesa de comedor por tanto ha perdido su sentido y lo que se está haciendo es repensar las casas, repensar los espacios, unir salón y cocina en uno y hacerlo todo mucho más funcional. Pero no sólo es una cuestión de rediseñar las casas: en las grandes ciudades de Estados Unidos (aquí también ocurre) los metros cuadrados cotizan demasiado caro como para dedicarle unos cuantos a un tablero con unas sillas que se utiliza en contadas ocasiones. Cada metro cuenta y cada metro hay que aprovecharlo al máximo. Así que, si no se usa la mesa, fuera mesa.

Esto me ha hecho pensar y reflexionar sobre qué uso le doy yo a mi mesa de comedor (ahora mismo escribo desde ella con el ordenador). He repasado qué he hecho en ella los últimos meses, en los últimos años. Además de usarla para comer, aquí he hecho mi máster (un Global Executive MBA), aquí he dado cursos durante la pandemia, conferencias, he hecho planes y he tenido reuniones virtuales con amigos y familia. Le hemos dado uso, cierto, pero no siempre ha sido así. En la anterior casa en la que vivíamos no existía. En el salón decidimos no colocar ninguna mesa porque no cabía. Era o la mesa o una librería y optamos por poner una enorme librería de esquina con un sillón de lectura. Cuando llegaban invitados o Navidades, hacíamos el traslado de la mesa de la cocina al salón y listo. Y cuando pasaban las fiestas, la mesa de la cocina volvía a su lugar de origen. Mis hijos sabían que cuando la mesa de la cocina estaba en el salón, había fiesta. Era inevitable que lo relacionaran así y ahora, que sí tenemos espacio para la mesa en el salón, cada vez que quieren “celebrar” algo piden que cenemos en esa mesa en concreto. Su subconsciente lo ha asociado así: si comemos ahí todo tiene otro sentido. En esa mesa hay otras conversaciones, otros tempos: cenamos o desayunamos con otro ritmo. No es la de la cocina, donde todos pasamos rápido, corriendo, comiendo algo al vuelo y saliendo pitando para el trabajo o el cole. Cuando nos sentamos en la mesa del salón el reloj se para, las sobremesas se alargan, no hay prisas y nadie quiere ser el primero en levantarse. Es ahí donde también nos reunimos con nuestros amigos cuando vienen a casa. Donde nos reímos y arreglamos el mundo. Donde comemos y bebemos con placer.

Así que la mesa de comedor tiene una especie de papel terapéutico, dialogante, de reunión. Todo eso que se busca estos días con Cataluña. Sentarse a una mesa de comedor grande en la que hablar, sin tapujos, de lo que separa y de lo que une, buscando por encima de todo el diálogo. Especialmente en un asunto en el que llevamos en un callejón sin salida desde hace demasiado tiempo. Dejarlo ahí no aporta soluciones, al revés, las enquista. Y sólo hablando se consigue desencallar el problema, aunque se escuchen reproches, aunque el de enfrente no quiera escuchar, aunque se tropiece una y mil veces. Dialogar, eso tan importante, especialmente en una época en la que se boicotea constantemente ese intercambio de ideas, es la única solución, se mire como se mire. Así que la mesa de comedor es imprescindible, necesaria. Sin mesa de comedor no lograremos avanzar en nada, ni en lo de Cataluña ni en todo lo demás. Sin sentarnos a pensar soluciones a los problemas no lograremos avanzar. Si sólo buscamos el eslogan rápido dicho desde la tribuna, nos quedaremos en un intercambio estéril de titulares, de reproches, de medias verdades o directamente mentiras, de acusaciones sin fundamento. Son las prisas por soltar un argumento que me asegure un buen titular. Y nada más.

Así que yo hoy, aquí, reivindico la mesa de comedor para la política. Que la recuperen y la vuelvan a colocar en su sitio. Le quiten el polvo y arrimen las sillas para volver a sentarse en ella. Las más difíciles y complicadas soluciones para la convivencia de este país han sido en una mesa y estoy segura de que con muchas horas de diálogo lograremos convertirla en la mejor mesa de comedor de este país, en el que podamos sentarnos todos.

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