Plaza Pública

El anarcocapitalismo y las utopías del hombre libre

Ignacio Muro Benayas

El éxito de Beppe Grillo en las elecciones italianas merece formar parte de una reflexión sobre lo que conviene denominar el anarcocapitalismo, una lectura del mundo que se aprovecha de ciertas lógicas de la cultural digital para instalar en nuestras mentes la identidad positiva entre desintermediación y desregulación.

Consiste en hilvanar aspectos tan lejanos como la democracia directa, el emprendimiento, las redes sociales, la solidaridad civil de las ONG o el crownfounding con la idea de "menos Estado" y "menos impuestos" en una nueva utopía que pueda encontrar apoyo tanto en sectores de la izquierda radical como de la derecha ultraliberal. A partir de una inteligente mezcla entre ciberutopismo y ultraliberalismo trata de dificultar la construcción de corrientes organizadas y de flujos de opinión suficientemente consistentes y capaces para enfrentarse con el capitalismo depredador que nos rodea. Para ese fin le sirve lo mismo un colectivo de votantes atraídos por la mofa autodestructiva o el victimismo antipolítico de B. Grillo en Italia que un Movimiento 15M distraído en la lógica asamblearia y desenganchado de la sociedad organizada.

El discurso es coherente. Si la conversación universal que facilitan las redes sociales permite construir un flujo informativo capaz de sustituir a los medios de comunicación, también es posible construir la voluntad general desde la democracia directa, sin intermediarios institucionales. La autonomía y nuevas capacidades del individuo común que aporta Internet permiten desembarazarse, en el ámbito político, de partidos y políticos profesionales lo mismo que, en el ámbito social, de los sindicatos o en el informativo de los medios tradicionales. Esa dinámica adquiere nuevas dimensiones en una crisis como la actual, cuando el modelo social pierde credibilidad. Entonces ese relato es capaz de canalizar energías y descontentos diversos hacia movimientos en el que lo espontáneo y directo confronta y desplaza a lo organizado e indirecto, lo inmediato a lo demorado, y en el que se ensalza, como bien señala Daniel Innerarity, "un tipo de sociedad que se considera mejor representada por los aficionados que por los expertos y que valora más al filtrador que al periodista".

Es un fenómeno nuevo pero forma parte, también, del eterno retorno a las utopías del hombre libre, del individuo común capaz de prescindir de los profesionales del poder que surgen en las grandes crisis. Es entonces cuando se sueña con resolver todo de un solo salto, con el acceso directo a la felicidad sin intermediarios, tan bien expresada en el “ni dios, ni reyes, ni tribunos”, la primera estrofa del himno de La Internacional que cantaban los proletarios comunistas en el siglo XIX.

En realidad, lo que los actuales procesos sociales necesitan son nuevos mediadores, nuevas organizaciones políticas y nuevos medios que recuperen credibilidad y respondan a las necesidades actuales, que aporten valor a los procesos sociales masivos. Puede ser una tarea difícil pero por mucha dificultad que tenga, su ausencia dibuja un camino mucho peor, sujeto a intereses espurios de los grandes intereses políticos y económicos. Vale para la comunicación y vale para la política como demuestra la Italia de Berlusconi. Cuando la sociedad, los ciudadanos, se quitaron de en medio a los partidos tradicionales, por corruptos en lo económico y sectarios en lo ideológico, el espacio vacante fue llenado por Forza Italia, una gran corporación tecnocrática de la política y los negocios, experta en la manipulación de las conciencias desde el control de los medios. Y cuando este decae, el espacio de estupor vacante es llenado por el cinismo más estéril e insultante, el coqueteo con el abismo de Grillo.

Igual ocurre con la información. Donde la mediación tradicional pierde espacio, el hueco vacante lo ganan, no los ciudadanos y el rigor informativo, sino el "periodismo (?) de marca" vinculado, de una forma u otra, a las grandes corporaciones empresariales. Ese no es, desde luego, el camino, ni lo es la desintermediación en abstracto, sino la recuperación del buen periodismo y la centralidad de los medios como entes independientes en el enfoque de los problemas. Las redes sociales son el mejor complemento de libertad y enriquecimiento a esa labor, nunca su alternativa; a no ser, claro, que se desee potenciar el escenario atomizado al que se refería, temeroso, el periodista Enric Gonzalez en el que “millones de voces inconexas gritan al oído de millones de ciudadanos inconexos”. Porque, entonces, seremos incapaces de dar cohesión a lo disperso y de confrontar los retos de este mundo.

Ignacio Muro Benayas es economista, profesor de periodismo en la Universidad Carlos III de Madrid y experto en nuevas tecnologías en el mundo de la información.

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