El año en el que se hicieron más ricos todavía

La crisis inflacionista que pagamos todos se la están saltando la banca y las energéticas. Los resultados que acaban de presentar han vuelto a disparar los beneficios con cifras históricas. Y mientras se hacen más ricos que nunca, buscan las fórmulas legales para evitar a toda costa los nuevos impuestos que les afectan y cualquier freno que les obligue a no cargarlo a los consumidores. 

Parte de la banca y las eléctricas, con Iberdrola a la cabeza, han decidido librar una batalla contra el Ejecutivo para tumbar el gravamen temporal y excepcional que pretende recaudar unos 3.500 millones de euros en dos años. España ha sido de los primeros países de la UE en dar el paso el pasado julio. Cuatro meses después, Iberdrola ha elevado sus beneficios un 29% con resultados récord de 3.103 millones de euros en nueve meses, un 35% de aumento de las ventas con pérdidas del 14% en España por las provisiones en caso de pérdidas, no porque no haga negocio. Con estas cifras, Ignacio Sánchez Galán ha anunciado que intentará tumbar el impuesto en los tribunales apelando a las directivas europeas y en defensa de sus accionistas. Cómo de bien les irá para que la imagen corporativa no les importe nada.

Los bancos, también con beneficios históricos, han llevado la batalla al Banco Central Europeo a la espera de que emita una directiva —no vinculante— en los próximos días. Y porque llevarlo al Constitucional les haría un daño reputacional en este caso más delicado después del rescate millonario desde las arcas públicas en la anterior crisis. Como ha recogido el Financial Times, para Caixabank se están recuperando de un período con rendimientos bajos. Necesitan estar fuertes. Y lo están, más que nunca, de hecho. El banco Santander ha anotado su propio récord Guinness, con un 25% más de ganancias.

El debate sobre cómo gravar a las grandes fortunas y corporaciones con ingresos  extraordinarios está asumido en las instituciones europeas. Lo que en Europa es una discusión sobre justicia fiscal, en España Alberto Núñez Feijóo lo califica de “populismo fiscal”, en contra incluso de algunos eurodiputados populares que, por convicción, arrastre o sintonía con el contexto comunitario, se han adaptado a la discusión aceptando y defendiendo algún tipo de impuesto extraordinario. Hace una semana, en Estrasburgo, el eurodiputado Ignacio Zoido dijo textualmente: “Es lógico que de alguna manera temporal se vayan a gravar los beneficios excepcionales que estén teniendo”.

El debate sobre cómo gravar a las grandes fortunas y corporaciones con ingresos extraordinarios está asumido en las instituciones europeas. Lo que en Europa es una discusión sobre justicia fiscal, Núñez Feijóo lo califica en España de “populismo fiscal"

Según apuntan fuentes del Parlamento Europeo, hay un acuerdo bastante amplio, incluso con el PP Europeo (EPP) para que se graven esos beneficios “caídos del cielo”. De hecho, a principios de octubre se aprobó una resolución en esa dirección. La exministra y eurodiputada conservadora Pilar del Castillo también se mostraba a favor hace una semana para sorpresa de sus compañeros socialistas. Del Castillo defiende que los gravámenes sean sobre beneficios, no sobre ingresos, intentando marcar distancia con la posición inicial del Gobierno de Pedro Sánchez. En cuanto a la Comisión, el debate es favorable a la carga impositiva con límites temporales y destinar esos fondos a acelerar la transición energética y aliviar la carga de las clases menos favorecidas y las pymes.

Hablamos de unos beneficios extraordinarios que se generan desde el sufrimiento extraordinario de la ciudadanía. Una ecuación inversa que juega a favor de los bancos y las eléctricas. Regular para que aporten y colaboren en esta crisis no es estigmatizarlos. Es pedirles que devuelvan parte de lo que reciben de los contribuyentes. Los ingresos récord no son el resultado único de su productividad y saber hacer. Se dan en un contexto inflacionista donde todos los escenarios les benefician. Si suben los tipos de interés, ganan. Si se endurecen las hipotecas, ganan. Si se dispara el ahorro por miedo a la recesión, ganan. Y si nadie les obliga a bonificar los tipos de interés de esos ahorros al tiempo que imponen altísimas comisiones, también ganan.

Desde las grandes corporaciones y fortunas siguen tachando de radicales a quienes les señalan para que contribuyan. Como escribió el periodista David Leonhardt, premio Pulitzer por sus columnas sobre la crisis financiera en el Times, lo verdaderamente radical es no gravar la riqueza. “Estados Unidos, tal como lo hemos conocido, no puede sobrevivir al estancamiento de los niveles de vida durante muchas décadas. Me alegra ver que algunos líderes políticos entienden esto”, escribió en 2021. La administración liberal de Joe Biden sigue buscando fórmulas. El ejecutivo español, también. En las próximas semanas veremos si el Gobierno consigue marcar agenda en Europa sobre el complejo ‘tax the rich’. 1.500 millones de euros entre una decena de entidades financieras, otros 1.500 millones entre un puñado de energéticas, no significan nada en su cuenta global. Solo falta que alguno se atreva a coger esa bandera. Por responsabilidad corporativa, social, patriotismo o una correcta lectura de los tiempos.  

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