Adolescencia, las pantallas y el tiempo Cristina García Casado

Siento la insistencia, pero es que el tipo no se está quieto. Un fantasma recorre los Unites: el cásper del proteccionismo. Desde Wisconsin hasta la Florida, el furor arancelario excita las autarquías de los republicanos de bien. «Un veinticinco por ciento al que no me ajunte», dice la orden presidencial. No quiero ni imaginarme las ecuaciones que habrán tenido que hacer los economistas de la Casa Blanca para averiguar el numerito exacto. «¿Y por qué no un veintitrés?», se preguntó nadie nunca. La jugada salió de dulce: pérdidas millonarias en las bolsas de medio mundo, contraofensiva de algunos involucrados y reculamiento presidencial. «En un mes lo vemos». Sus partidarios no pueden contener el entusiasmo: qué manera de negociar, qué finura reconduciendo la situación. No veían proeza igual desde que el chiquillo les amenazó con dejar de respirar y luego… acabó respirando.
Como soy un inconsciente, el colapso económico de los Estados Unidos me llena de alegría. No te puedes pasar la vida financiando a los fascistas que dan golpes de Estado en el patio trasero y pretender que el personal te tenga afecto. Confío en que el desparpajo del tito Donald ayude a convencer a los indecisos. En este empeño, esta semana le han pasado las fotos de cómo sus aliadísimos israelíes han dejado Gaza y el soberano se ha dicho: «Ahí no puede vivir la gente». Porque es malo como la quina, si no, daría ternurita.
El colapso económico de los Estados Unidos me llena de alegría. No te puedes pasar la vida financiando a los fascistas que dan golpes de Estado en el patio trasero y pretender que el personal te tenga afecto
Aunque el plan se ha ido matizando (¿hay algo que diga o haga Trump que no tengan que afinarle sus umpalumpas?), el muchacho parece haber hallado la solución para el conflictillo de Oriente Medio: en cuanto Netanyahu termine la demolición, ellos se hacen cargo de la reforma y lo subastan en multipropiedad. ¿Y los gazatíes? No se les puede dejar en esa escombrera, que van a pillar el tétano: una deportación forzosa y arreglado. Por su bien, conste. «En Jordania y en Egipto podrán tener casas bonitas», ha dicho. Se les monta en un tren y los mandamos a un sitio donde puedan estar todos juntos. En la conferencia de Wannsee algún moderado dijo estas mismas palabras.
Felizmente, la Sociedad de Naciones ha reaccionado con dureza, explicando, en un temible comunicado, que desterrar a comunidades enteras contraviene el derecho internacional. ¡Cáspita! No como bombardear hospitales maternoinfantiles, que desgrava.
El panorama, como dicen los expertos, pinta regulero. Pero no crean que en el despacho oval solo se está a la geopolítica. Ayer, el admirable valedor de las esencias hombrunas convocó un comité de entendidos para luchar contra el sesgo anticristiano que está carcomiendo los cimientos del país de la libertad. No hace ni tres semanas estaba jurando sobre dos biblias (a falta de una), pero le preocupa la carestía de crucifijos. La Liga Antidifamación (los Abogados Cristianos de allí, pero en sionista) formula respetuosa protesta. Le deben de haber contado que hay quien no se cree que el mundo tiene seis mil años y el hombre anda inquieto. Se empieza dudando del creacionismo y se terminan reconociendo los derechos humanos de los mejicanos. Habrá que poner un telepredicador en cada colegio: sabiendo que irán al cielo, los niños llevan mejor lo de los tiroteos.
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