Buzón de Voz

Gobierno Sánchez, pero no Frankenstein

Vivimos a tal velocidad y recibimos tan gigantesco volumen de (supuesta) información que cuesta mucho deslindar lo importante de lo accesorio, distinción por otra parte tan sujeta a criterios subjetivos como todo lo demás. Cabalgamos a lomos de expectativas y frustraciones. Hemos asistido en sólo diez días a un vuelco político de una magnitud aparentemente histórica, y quizás en este momento sea oportuno quedarse simplemente con unas cuantas perspectivas ilusionantes para gran parte de la ciudadanía y con alguna que otra advertencia para no caer tampoco en ilusionismos vanos.

 

  • El inesperado éxito de la moción de censura de Pedro Sánchez generó expectativas tan limitadas que se instaló la idea de un gobierno débil, coyuntural, de corto recorrido. ¿Quién se apuntaría además a interrumpir su carrera profesional para desgastarse en un Ejecutivo “para unos meses”?

 

  • Sánchez ha tenido la habilidad, la audacia y el acierto de pulverizar esas limitadas expectativas rodeándose de un equipo que transmite justamente valores contrarios a lo efímero: rigor, solvencia, profesionalidad, alta cualificación, experiencia internacional…

 

  • Del mismo modo que presentar la moción de censura era obligatorio ante la “emergencia democrática” que suponía permitir la continuidad en el Gobierno de un partido condenado por su responsabilidad sobre “un sistema institucional de corrupción”, parece que Sánchez ha convencido a personas de indiscutible trayectoria en sus respectivos campos profesionales para dar un paso más en el servicio público ante una situación de “emergencia política”.

 

  • Sin esperar a que tome ninguna decisión, ya es histórico este Gabinete por el hecho de tener más mujeres que ningún otro Ejecutivo del mundo. Sánchez demuestra haber entendido el mensaje clave del movimiento feminista que llenó las calles el 8-M: no basta con proclamar y defender la igualdad de género sino que hay que actuar en todos los frentes para que se cumpla. No ha lugar a debates sobre cuotas o paridad, porque el 65% del Gobierno es femenino, y porque sus representantes no están ahí por ser mujeres sino por su estatura profesional, académica o política. Como decía Pepa Bueno en esta mañana de jueves, “espero que los seis ministros estén ahí por méritos, y no por cuota masculina”.

 

  • La igualdad como objetivo prioritario no sólo se transmite por el número de mujeres sino por encabezar el contenido de la única Vicepresidencia, a cargo de Carmen Calvo, que asume la misión de vigilar que cada medida de cualquier ministerio contemple la superación de las brechas de género, lo cual debe incluir los nombramientos en los segundos niveles.

 

  • Este gigantesco avance, que enlaza con la revolución en libertades y derechos sociales iniciada en la primera legislatura de Zapatero, se observa también en el peso de las carteras en manos femeninas, que abarca las principales del ámbito económico.

 

  • Tan innegable es el impulso de la igualdad como otra característica de quienes pilotarán esas carteras económicas: “la expresión pura de la ortodoxia”. Así definen a Nadia Calviño, responsable de Economía, desde la propia cúpula del PSOE, como contaba este jueves Daniel Ríos en infoLibre.

 

  • La presencia de Josep Borrell en el Ejecutivo fue el primer gran disgusto para los independentistas (y probablemente el motor que animó a otras y otros a sumarse al equipo de Sánchez), pero también un antídoto eficaz contra la campaña que el PP inició en el propio debate de la moción de censura para instalar la idea de que ha habido “pactos secretos” con el independentismo a cambio de sacar a Rajoy de la Moncloa. Meritxell Batet, ministra de Política Territorial, será la encargada de explorar vías de diálogo entre el federalismo y el separatismo que abran al menos una etapa de desescalada en la tensión, muy compleja en cualquier caso ante las decisiones judiciales pendientes.
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  • Dejó Sánchez para el final la comunicación de tres nombres que, evidentemente, sabía que provocarían controversia, más aún por las expectativas creadas al ir conociéndose los perfiles de la mayoría de las nuevas ministras y ministros. Son los ‘efectos especiales’ del nuevo Gobierno. ¿Es Fernando Grande-Marlaska el nombre más idóneo para la cartera de Interior? Ha escalado en la jerarquía judicial gracias al PP, y es responsable de decisiones tan discutibles como el carpetazo a la investigación del accidente del Yak-42 en la Audiencia Nacional, como le han recordado los propios familiares de las víctimas. Sorprende aún más esa elección tras saberse que al frente de Justicia estará la fiscal Dolores Delgado, de competencia intachable y experiencia acumulada en la lucha contra el yihadismo y los paraísos fiscales o en defensa de la justicia universal, que durante años trabajó codo con codo junto a Baltasar Garzón. ¿Elige Sánchez a Màxim Huerta, periodista y novelista de éxito, porque cree que puede ser un gran ministro de Cultura o por motivos que tienen más que ver con el puro ‘márketing’ político o con el intento de conectar con una concepción de la cultura medida exclusivamente por las audiencias televisivas y el ruido en las redes sociales? ¿Tiene Pedro Duque, ingeniero espacial que obviamente es un orgullo para España en un campo científico tan complejo, las cualidades más convenientes para presidir, por ejemplo, una reunión del Consejo de Rectores de Universidades? (En Twitter, donde circulan tanto talento como maldades, triunfaba un meme en el que Pablo Iglesias le dice a Pedro Sánchez: “¿Y por qué no nombras a un ministro de Podemos?”. Y Sánchez le responde: “¡Antes pongo a un astronauta!”)

Es tan innegable el mérito de Pedro Sánchez por haber logrado en unos días sacar al PP de la Moncloa, provocar la retirada de Rajoy y dejar completamente descolocado a Ciudadanos como difícil resulta obviar que en su Ejecutivo no hay el menor guiño de complicidad hacia sus principales apoyos para la gobernabilidad: ni hacia Unidos Podemos ni hacia el PNV ni hacia los independentistas catalanes. Ni rastro del gobierno Frankenstein. Es cierto que el pegamento de esa suma era la negativa de Rajoy a irse por su propio pie, y es a partir de ahora cuando habrá que ir comprobando si el éxito de Sánchez conduce a un entendimiento entre fuerzas progresistas o a un intento (más o menos sutil) de restaurar el bipartidismo.

No tendrá Sánchez cien días de confianza, porque antes de un mes se debatirá en el Congreso el techo de gasto que marca y condiciona los siguientes Presupuestos. Y cuya pauta indicará si Sánchez tiene como prioridad la agenda social que su programa comparte hacia la izquierda o bien otros objetivos más centrados en disputar el voto del centro y en resistir hasta 2020 si puede, incluso prorrogando las cuentas heredadas del PP. Rodeado, eso sí, de un Gabinete con talante y con talentos; con algún nombre que valdría también para un gobierno de Ciudadanos o hasta del PP, un equipo que responde (en lo bueno y en lo malo) a la audacia política de Pedro Sánchez, pero del que no cabe imaginar a tres ministras o ministros cantando el himno de la Legión (por ejemplo). 

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