Plaza Pública

Cervantes, en funciones

José Juan Díaz Trillo

Hemos alcanzado los Idus de marzo y los españoles seguimos esperando ese “gesto trascendente” por parte del Gobierno, aunque sea en funciones, que hace unas semanas reclamaba el director de la Real Academia, Darío Villanueva, para conmemorar el IV Centenario de la muerte de nuestro mayor escritor.

Si ya a muchos nos había sonrojado el pasado 5 de enero el primer ministro británico, David Cameron, con un artículo sobre el mismo Centenario de Shakespeare en el que hablaba de un programa mundial de actividades, en estos tres meses hemos tenido que soportar, y compartir, el lamento de una larga nómina de escritores y académicos que reclamaban al Gobierno una acción decidida en torno al autor y nuestra lengua. Hablada por 500 millones de personas, la segunda como vehículo de cultura y responsable, directa e indirectamente del 10% de nuestro PIB. Lo que no es poca cosa para un Ministerio de Hacienda (el del Cultura hace cuatro años que desapareció), que no ha consignado partida especial para la conmemoración, limitada al apoyo de más de un centenar de proyectos de tan diversa índole como la de sus esforzados promotores. Al parecer del Secretario de Estado de Cultura se quería dar al acontecimiento un carácter “transversal, abierto, participativo y democrático”. Sin menospreciar la mejor intención asamblearia del responsable (sin apenas un euro, ni siquiera del suculento IVA cultural), el programa del gobierno adolece de un cierto “vampirismo institucional”. No sé si porque está ahora en funciones o porque lo estuvo siempre en materia literaria y cervantina.

Por fortuna Cervantes se vende, se lee y se conmemora solo. Particularmente, su Quijote hace siglos que circula por el mundo y son millones sus lectores en las principales lenguas del planeta. Pocas obras –la de Shakespeare otra de ellas- tienen la capacidad de adaptarse a las exigencias y gustos de cada momento, haciendo de sus personajes y tramas un paradigma imperecedero de la condición humana. De ahí que vuelvan a hacerle la mejor justicia a su memoria la reedición de sus obras y la publicación de ensayos o biografías, como la muy reciente del profesor Jordi Gracia. Tengo la impresión de que, como en tantas otras facetas de la cultura –sin duda nuestra mejor marca– , a este gobierno en funciones se le escapará la oportunidad del Centenario para ocupar nuestro mejor lugar en el mundo: el de nuestra lengua.

Y lo peor de todo sigue siendo el desprecio, cuando no la afrenta, ante quienes reivindican o exigen lo que, sin duda, nos reportaría un extraordinario beneficio común. Aún mayor si el sentido más profundo de la conmemoración, el más perdurable, se dirigiera al fomento entre los más jóvenes de la lectura de Cervantes. Y de Blas de Otero, Buero Vallejo o Camilo José Cela, que también cumplen centenario en 2016. Todavía recordamos el desdén con que el presidente entonces, José María Aznar, trató en su primer debate del estado de la nación, en junio de 2001, a José Luis Rodríguez Zapatero cuando destacó la importancia de preparar el centenario de la primera edición del Quijote. Quería el futuro presidente que aquel intento de los autores del 98 de reivindicar la excelencia universal de nuestro escritor fuera por fin una realidad en la España del nuevo siglo. Y lo conseguiría. Porque los españoles se despidieron de gobierno tan insensible en 2004, justo a tiempo de conmemorar la que para muchos es no sólo la primera, sino la mejor novela de todos los tiempos.

El año en que la cultura siguió esperando

En nuestro caso, y a tenor del programa de actos ya presentado, me temo que éste del Centenario será un Cervantes en funciones, como el gobierno. Y es hasta posible que el maestro de la ironía narrativa, como ya hiciera otrora ante el túmulo de Felipe II pero al contrario, baje del cielo espantado por tanta pequeñez y dedique el mismo estrambote del célebre soneto a nuestro sin par presidente, creo que desde hace ya mucho en funciones. Y encontinente/caló el chapeo, requirió la espada, miró al soslayo, fuese, y no hubo nada. Pues eso.

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José Juan Díaz Trillo es diputado del PSOE por Huelva y poeta.

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