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La reflexión de Sánchez abre el primer debate en serio sobre su sucesión en el PSOE

@cibermonfi

Coronación en Madrid

El oficialismo del PSOE pondrá en escena este domingo en Madrid lo que pretende que sea una especie de epifanía o de anunciación. Cientos de cargos públicos, barones territoriales, funcionarios del aparato e insignes representantes de las viejas guardias aclamarán a Susana Díaz cuando haga explícito su deseo de liderar el partido en toda España; la asistencia fingirá que ese anuncio le pilla por sorpresa. Por su parte, los medios dedicarán al acontecimiento el espacio y el tiempo que merecen las cosas imprevistas, sorprendentes y relevantes; cabe imaginar que el tono de la mayoría de las coberturas será hagiográfico.

Y sin embargo, muchos tendremos una inevitable sensación de déjà vu. Que Susana Díaz ambiciona el pleno control del PSOE lo sabemos desde que Alfredo Pérez Rubalcaba arrojó la toalla en 2014. Si Díaz apoyó entonces a Pedro Sánchez fue para que este le fuera calentando el sillón mientras ella iba tejiendo sus propias alianzas; luego, cuando Sánchez quiso emanciparse, lo defenestró en el penoso golpe palaciego en el Comité Federal. Desde el pasado otoño, la llamada Gestora no ha sido otra cosa que uno de sus instrumentos.

Pero también sabemos más. Por ejemplo, que Susana Díaz ha sido la favorita de ABC y de El País, y de los intereses representados por esos diarios, desde que susurró a su guardia pretoriana que se veía a sí misma como líder del PSOE y hasta presidenta del Gobierno de España. También, la preferida de Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Rubalcaba, y de esos barones castizos más indignados por los anhelos soberanistas en Cataluña que por el paro, los desahucios y la pobreza energética en sus territorios. A tenor de las encuestas, es asimismo el candidato socialista más apreciado por los españoles que votan a las derechas.

Digo esto porque no veo ninguna epifanía o anunciación posibles en el mitin previsto para este domingo. Epifanía es la irrupción en la vida cotidiana de lo misterioso, lo milagroso, lo sobrenatural, y de esto poco o nada se puede esperar el domingo. Lo previsible es que este acto ni tan siquiera depare sorpresas propias de este mundo. Hasta puede anticiparse el festival de colores pastel -preferentemente rosa y azul- del espectáculo. Y su música dulzona, sus frases sentimentalistas, sus obviedades (el PSOE es el PSOE; estamos orgullosos de nosotros mismos; la unidad es mejor que la división…) y las prolongadas ovaciones que las saludarán.

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El PSOE obtuvo 11 millones de votos en 2004 y 2008 con Zapatero como cabeza de cartel; 7 millones en 2011 con Rubalcaba, y 5,4 millones en 2016 con Sánchez. No hace falta tener un CIS en casa para saber que ha ido perdiendo apoyos entre los jóvenes, las clases populares y medias, las poblaciones urbanas y los electores de izquierdas. Tampoco se necesita un CIS para recordar lo ocurrido desde 2008: la crisis económica, el injusto reparto de sus sacrificios, el descubrimiento de las imperfecciones del sistema surgido de la Transición (la corrupción, entre ellas), la convocatoria a una reforma integral efectuada por el 15-M y el alineamiento del PSOE con el statu quo. Los socialistas –aquí y en otras partes- han dejado políticamente huérfanos a muchos de sus electores y estos se han buscado nuevos valedores.

Así que, en mi opinión, la verdadera noticia sería que Susana Díaz nos explicara cómo piensa volver a hacer creíble y atractivo al PSOE para los millones de progresistas que han dejado de votarle. ¿Sosteniendo al PP en aras de la razón de Estado hasta que a este le convenga poner término a la legislatura? ¿Prefiriendo a Ciudadanos frente a Podemos en cada encrucijada crucial para los intereses de los bancos, las eléctricas y las constructoras? ¿Babeando ante el Rey y haciéndose fotos con Ana Patricia Botín? ¿Negando que España necesite una puesta al día en lo territorial, lo institucional y lo socioeconómico? ¿Proponiendo más de este modelo de construcción europea a gente que está hasta las narices del mismo?

Y lo que ya me parecería un verdadero milagro es que, con su actual imagen y su actual programa (o ausencia de programa), Susana Díaz ganara unas elecciones generales en España por un margen tan amplio que, tal y como ella augura, no necesitara el apoyo de Podemos para gobernar. Entretanto, el acto del domingo tiene el interés informativo (escaso en mi opinión; muchísimo, lo sé, para la escuela periodística del semanario ¡Hola!) de una coronación.

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