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Imbatible Ayuso

Ingenuo de mi pensé que, a la vista de esos 200.000 madrileños que llenaron Madrid el domingo pidiendo un respeto por la sanidad pública, Isabel Díaz Ayuso actuaría con inteligencia y diría algo así como “he entendido el mensaje”, o “la semana que viene me siento con los médicos”, o “haremos lo que podamos”… Creo que la única opción ante tamaña manifestación, en un asunto tan sensible y que tanto orgullo suscita como nuestro sistema público de salud, habría sido pacificar y mostrar ante la población un poco de humildad.

Pues bien, me equivoqué. Isabel Díaz Ayuso, que antes había dicho que todo esto era “por 34 médicos”, al día siguiente de la impresionante concentración se atrevió a decir que el evento “no fue en defensa de la sanidad pública, sino para buscar un nuevo liderazgo de ultraizquierda en la Comunidad de Madrid debido a la debacle que va a sufrir el PSOE". La presidenta persiste en sus mensajes divisivos, en su lenguaje desabrido y en su estilo desenfadado. Ese mismo día ya estaba forzando la líder madrileña que sus colegas de otras autonomías gobernadas por el PP exigieran al Gobierno que les enviaran más médicos, como diciendo que el problema no es suyo, sino de Sánchez, cómo no.

La presidenta de la Comunidad de Madrid está crecida y es evidente su empeño en controlar ideológicamente el Partido Popular, muy probablemente en el deseo de convertirse ella misma, algún día, en presidenta del Gobierno de España

El origen de mi error al prever que Ayuso actuaría con humildad es la sobrevaloración. Díaz Ayuso está sobrevalorada, especialmente desde que duplicó escaños adelantando las elecciones a mayo del 21 y desde que lideró el derrocamiento de Pablo Casado. Se le atribuyen desde entonces méritos que en realidad corresponden más al contexto y a la inexistencia de adversarios competitivos. Así, Isabel Díaz Ayuso gana con extraordinaria holgura las elecciones autonómicas porque pilla al Partido Socialista con el paso cambiado, con un candidato, Ángel Gabilondo, que estaba ya camino del despacho del Defensor del Pueblo. También porque resulta beneficiaria de una crisis de Ciudadanos en toda España, que deja a la formación naranja con cero escaños en la Asamblea de Madrid.

El contexto resultaba también muy favorable en un aspecto crucial. Ayuso acertó, y este sí fue un éxito político innegable, al presentarse como la adalid de la libertad en plena pandemia. Madrid estaba abierta de par en par mientras Barcelona tenía todo cerrado. Cada fin de semana aterrizaban en Barajas miles de franceses e italianos ansiosos por tomarse una cerveza en la Plaza de Santa Ana. El impacto fue sensacional entre los jóvenes hartos del encierro, entre los hosteleros que estaban casi en la ruina y entre muchos españoles que veían en ella, en efecto, el contraste vivo con el confinamiento aún vigente en casi toda España. Su éxito en las urnas, que a punto estuvo de darle la mayoría absoluta en la Asamblea, catapultó su capacidad para defender sus posiciones frente a Pablo Casado, que llevaba tiempo tratando de meter a su examiga en vereda. Sin piedad alguna Ayuso logró echar de manera humillante a su presidente y poner en su sillón a Feijóo.

Desde entonces, la presidenta de la Comunidad de Madrid está crecida y es evidente su empeño en controlar ideológicamente el Partido Popular, muy probablemente en el deseo de convertirse ella misma, algún día, en presidenta del Gobierno de España. Puede que Ayuso y su conspicuo director de gabinete, el pendenciero Miguel Ángel Rodríguez, estén sobredimensionando su éxito. Porque la pandemia es historia y Madrid no es ya un oasis de “libertad” como hace un par de años. La insistencia en hacer de Sánchez un malvado bolivariano, comunista y proetarra ha llegado ya a su umbral de credibilidad. Pescar en el electorado de Vox deja sin cubrir el mucho más amplio caladero de Ciudadanos. Ni Moreno Bonilla y ni Feijóo lograron sus amplias mayorías en Andalucía y en Galicia atacando al PSOE y lanzando puñales contra Sánchez. Ni escorándose a la derecha. Más bien hicieron lo contario: ganaron hablando de su propia región, mostrándose moderados y tranquilos, atrayendo a los templados, alejándose de la ultraderecha.

Una persona como Ayuso, con un lenguaje bélico apocalíptico, quitándole importancia al cambio climático y advirtiendo de una inexistente conspiración filoterrorista de la que participa Sánchez, tenderá a polarizar tanto al electorado que terminará por jugar al todo o nada. Hay que reconocerle audacia a la presidenta, pero es muy fina la frontera entre la audacia y la temeridad. El lunes, pocas horas después de la lección que Madrid le dio a su presidenta, ella mostró con qué facilidad puede traspasar esa línea. Ayuso puede ser mucho más vulnerable de lo que parece si se obstina en mantener esa política de rompe y rasga. Terminarán por despreciarla primero los suyos y luego los electores.

Ingenuo de mi pensé que, a la vista de esos 200.000 madrileños que llenaron Madrid el domingo pidiendo un respeto por la sanidad pública, Isabel Díaz Ayuso actuaría con inteligencia y diría algo así como “he entendido el mensaje”, o “la semana que viene me siento con los médicos”, o “haremos lo que podamos”… Creo que la única opción ante tamaña manifestación, en un asunto tan sensible y que tanto orgullo suscita como nuestro sistema público de salud, habría sido pacificar y mostrar ante la población un poco de humildad.

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