EN TRANSICIÓN

2022: El año en que aprendimos a coleccionar cisnes negros

En 2007 Nassim Nicholas Taleb nos enseñó que un Cisne negro es un hecho altamente impobrable que, cuando ocurre, tiene un enorme impacto. En aquel momento ni él ni nadie podíamos prever que quince años después habríamos vivido ya nada menos que tres cisnes negros: la crisis financiera de 2008, la pandemia de 2020 y la invasión de Ucrania por Putin en 2022. A fuerza de hechos, este año, 2022, nos ha hecho entender que lo improbable ocurre y, como recuerda Gaspar Llamazares en su último libro, Del sueño democrático a la pesadilla populista, hemos dejado de vivir en la sociedad del riesgo para habitar la sociedad de las catástrofes. En el horizonte se vislumbra incertidumbre, miedo y altas dosis de impotencia.

2022 llegó con retraso, como se retrasan las estaciones por culpa del cambio climático. Irrumpió en nuestras vidas la madrugada de un 24 de febrero cuando, al encender la radio, escuchamos lo que habíamos negado hasta minutos antes. Putin había invadido Ucrania, y con eso había cambiado la Historia de Europa y del mundo tras la II Guerra Mundial. No era la primera guerra que estallaba desde 1945, pero las implicaciones geopolíticas que tenía, incluida la amenaza de guerra nuclear, la hacían diferente.

Hemos dejado, ahora sí, atrás la pandemia para encontrarnos con la guerra. Lo veamos hoy o no, seamos capaces o no de trazar la línea que une Kiev con nuestras vidas, el terror de la suprema violencia ha estado detrás de los principales acontecimientos que hemos vivido este año. Nos ha recordado que la guerra existe, que Europa no está al margen como habíamos pensado durante décadas, y que sus efectos devastadores no tienen límites. Ante ella, todo parece una nimiedad.

Lo veamos hoy o no, seamos capaces o no de trazar la línea que une Kiev con nuestras vidas, el terror de la suprema violencia ha estado detrás de los principales acontecimientos que hemos vivido este año.

Por la izquierda, incertidumbre

En la izquierda ha sido el año donde Pedro Sánchez ha hecho leer su Manual de Resistencia a todo el Consejo de Ministros. Pese a las crisis internas -Ley trans, la tragedia de Melilla, el cambio de posición en el Sáhara, etc-, el Gobierno se mantiene intacto, y ha conseguido aprobar tres Presupuestos Generales del Estado consecutivos y leyes de enorme calado, como la de memoria democrática, la conocida como sólo sí es sí, la ley de ciencia, de universidades, o el reconocimiento de la personalidad jurídica del Mar Menor gracias a una Iniciativa Legislativa Popular. Las leyes más relevantes han salido adelante con una mayoría multicolor que ensancha el bloque progresista, lo que -por cierto- hace emerger una pregunta: ¿Por qué lo llaman polarización cuando quieren decir que la derecha está echada al monte?

La incertidumbre llega del lado del espacio político de Podemos. Este ha sido el año en que se ha puesto nombre a Sumar, con Yolanda Díaz adquiriendo un papel relevante no sólo como ministra y vicepresidenta del Gobierno con una hoja de servicios para presumir, sino como mujer capaz de articular un espacio plural y complejo como es ese. A cada paso que ha dado le ha acompañado la dificultad de sacar adelante una ambiciosa iniciativa, que para ser real deberá combinar lo viejo con lo nuevo, los partidos con la ciudadanía, la crítica con la gestión. Para que la suma multiplique deberá acumular sumandos, y no está claro que todos sean compatibles, algunos parecen que podrían incluso restar. Esto sumerge a la izquierda en un marco de incertidumbre. La posibilidad de revalidar o no el gobierno progresista, en buena medida, depende de lo que en este espacio ocurra.

Por la derecha, también

Incertidumbre y zozobra es lo que se ha producido durante 2022 en el ámbito conservador, el año en que la ultraderecha, por primera vez en la democracia española, entró a gobernar con el PP. Fue en Castilla y León tras las elecciones del 14 de febrero, y confirmó que los conservadores españoles, a diferencia de otros europeos, están dispuestos a tener una relación de muy buena vecindad con la ultraderecha, si con ello acceden al poder.

La misma noche que la guerra comenzaba, Casado era destituido de la Presidencia del Partido Popular y unos varones reunidos en Génova coronaban a Alberto Nuñez Feijóo, el esperado, por aclamación. Ni primarias, ni candidatos que disputaran el puesto, ni disimulo alguno por aquello de la democracia interna. Feijóo llegó de la mano de Díaz Ayuso con la aquiescencia del resto de varones, algo que le pesará durante todo su mandato.

Tras la tormenta, la habitual luna de miel: buena acogida en las encuestas y sensación de remontada en los conservadores, que vieron en el arrollador triunfo en Andalucía, con mayoría absoluta, un signo de los tiempos que venían, y en la anunciada crisis económica, su oportunidad. Olvidaron que las lunas de miel suelen ser breves, y en efecto, a la vuelta del verano, había terminado. El Partido Popular volvía a estancarse o caer en las encuestas y los cuestionamientos internos sobre la capacidad de Feijóo para liderar el bloque conservador salían a la luz. Y todo esto, pese a la agonía de Ciudadanos y la bajada de Vox según los sondeos hasta bien entrado el otoño. La renovación de los liderazgos siempre es un soplo de aire fresco, pero para que se mantengan necesitan soltar lastre del pasado y atisbar una nueva dirección. Nada de eso está pasando en los populares. El acuerdo con Vox para gobernar en Castilla y León, la tercera condena por beneficiarse de la trama Gurtel, la negativa de Feijóo a llegar a acuerdos en asuntos clave como la renovación del CGPJ, y el populismo desmedido de Ayuso, no apuntan hacia nuevos horizontes.

Tres frentes de 2022 que condicionarán 2023

Tres temas han destacado de forma especial este año 2022, que seguirán marcando la agenda en 2023: Las derivadas económicas de la guerra, el rol internacional de España en varios frentes y, en lo interno, el conflicto en y con Cataluña.

El horror de la guerra llega a España en forma de crisis energética e inflación. De momento, el enorme acierto del Gobierno que fue la excepción ibérica primero y ahora el tope al gas para toda Europa ha hecho posible contener la subida de los precios, de forma que del 11% que llegó a estar en julio, se ha pasado, según los últimos datos, al 6,8%. Si a eso le unimos la creación de puestos de trabajo y la dignificación de buena parte del empleo existente con contratos indefinidos, el panorama no es tan oscuro como amenazaba. La situación puede continuar así si las políticas públicas mantienen el foco en la protección tanto de los más vulnerables, como de esa clase media que estabiliza la sociedad y la economía. Una clase media que se dice en riesgo de extinción, pero que sigue siendo esencial para el funcionamiento de las democracias occidentales. Ahí se jugará buena parte de la futura contienda electoral.

En el frente exterior, el año ha estado marcado por la reacción ante la invasión de Ucrania. Putin consiguió cohesionar a Occidente y devolvió a la OTAN su sentido en un momento en que andaba buscándolo. Con la celebración de la Cumbre en España y el rol que Pedro Sánchez ha querido jugar en la escena europea e internacional -no es baladí su presidencia de la Internacional Socialista- , la imagen y el papel de España en el mundo ha ganado enteros.

Una sombra, no obstante, permanece en el exterior. Las relaciones con Marruecos están lejos de cumplir los estándares de transparencia y defensa de los derechos humanos que hay que exigir a una democracia como la española. Desde la opaca decisión de cambiar la posición histórica respecto al Sahara dejando a este pueblo abandonado a su suerte, hasta la tragedia de la valla de Melilla el 24 de junio, de la que aún no sabemos ni cuántas vidas se perdieron, ni por qué se produjo, ni cómo no se evitó, todo lo relacionado con el reino alauita está cubierto de opacidad e incluso mentiras.

El ecuador del año 2023 marcará el inicio de la presidencia española de la Unión Europea. Una oportunidad, sin duda, para avanzar en los temas clave que nos preocupan, para incrementar el rol de España en Europa y en el mundo, confirmar a España como líder en cuestiones clave como la transición ecológica, y ojalá sirviera también para iniciar con Marruecos las relaciones propias de un país democrático.

Finalmente, mirando hacia dentro, vuelve a retomar fuerza el conflicto territorial en y con Cataluña. Gran parte de las decisiones más polémicas de este año han tenido que ver con él y con su pacificación, sin duda exitosa. Los indultos y la supresión del delito de sedición han concitado, con más o menos entusiasmo, el acuerdo de los sectores progresistas. No ha ocurrido así, sin embargo, con la malversación, que ha levantado ampollas incluso dentro del Partido Socialista y en la órbita de Podemos. ¿Todo vale para la resolución del conflicto catalán? ¿Era imprescindible llegar tan lejos? Veremos si el 2023 pasa a la Historia en esta materia como el año del carpetazo definitivo al procés o como aquel en que empezamos a ver a corruptos saliendo de la cárcel y con rebajas de penas.

¡Cojan fuerzas! 2023 viene cargado de elecciones con muchas incertidumbres en el horizonte, sí, pero más importante que esas elecciones será que seamos capaces de hacer frente a los grandes desafíos que la Historia nos brinda: El cambio climático, la revolución digital, los movimientos de personas o la resistencia de las democracias seguirán en el fondo de nuestras preocupaciones.

Ojalá este 2023 entendamos de una vez que la política ha de ser, ante todo, útil, para que todos y todas, los que estamos y las que vendrán, vivamos mejor. Y ojalá quieran seguir encontrándose conmigo en estas páginas. ¡Feliz año nuevo! 

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