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La rabia en las zonas devastadas y una gran riada de solidaridad sustituyen a la bronca política

Lecciones de la batalla (III): Conmigo o contra mí

Es conocido el dicho de que la primera víctima de la guerra es la verdad. La novedad esta vez es que el asesinato de la verdad ha venido acompañado del espíritu crítico, el matiz y cualquier elemento que pueda hacer temblar el cierre de filas.

Las reacciones que ha suscitado el informe de Amnistía Internacional son un buen ejemplo. No seré yo quien valore, por falta evidente de conocimientos al respecto, si tal informe es riguroso o no, si existe suficiente solidez en los argumentos que da o si ha sido hecho con la debida diligencia. Sin embargo, llama poderosamente la atención las numerosas respuestas airadas que ha tenido. El argumento de base de muchas de estas reacciones es que Amnistía Internacional está confundiendo al agresor con el agredido. De lo que se deduce que, si esos mismos hechos hubieran sido cometidos por el otro lado, sí deberían ser objeto de crítica. El problema, por lo tanto, en este caso, no sería tanto cómo actúa el ejército ucraniano, sino que, por el hecho de ser Ucrania la víctima de la invasión, tiene carta blanca para todo.

Algo parecido ha venido pasando con las advertencias estos meses ante la preocupación por la existencia de neonazis dentro del ejército ucraniano, especialmente en el batallón Azov, al que apenas se ha prestado atención desde Occidente o se ha hecho relativizando mucho su importancia. En el plano político, tampoco se han escuchado críticas contundentes contra la ilegalización de partidos por parte de Zelenski ni se ha reparado en las numerosas dudas sobre los mínimos democráticos del país.

Se podrá decir aquello de que “en la guerra, como en la guerra”, pero conviene recordar que no siempre fue así. Solo unos ejemplos. Durante la II Guerra Mundial, Churchill era continuamente cuestionado, rebatido e interpelado críticamente por parte del Partido Laborista en la oposición, al que, por supuesto, jamás pensó en ilegalizar. La foto de la niña huyendo del ataque de napalm en la guerra de Vietnam, imagen que, por cierto, hace poco cumplió 50 años dio la vuelta al mundo y encendió todavía más los movimientos de repulsa a la guerra que ya existían. Eso por no hablar de la publicación de los llamados Papeles del Pentágono, que podían haberse considerado secretos militares.

La novedad esta vez es que el asesinato de la verdad ha venido acompañado del espíritu crítico, el matiz y cualquier elemento que pueda hacer temblar el cierre de filas

Volviendo a la segunda Gran Guerra, el famoso general Patton fue retirado provisionalmente de su mando después de que los medios norteamericanos informaran de que había insultado y abofeteado en un hospital de campaña en Sicilia a soldados internados por sufrir shock traumático. En medio de la barbarie de todo conflicto armado, de los bombardeos sobre ciudades, de los asesinatos y los excesos de cualquier clase, la posibilidad de sostener una visión crítica de lo que hace el mismo bando al que se apoya distingue de forma fundamental a quienes aún aspiran a sostener el ideal democrático de los que han renunciado a él.

No diré que los ejemplos dados sean situaciones comparables a la actual porque cada uno tiene su casuística, pero llama la atención cómo en este caso cualquier asunto que pueda cuestionar, criticar o levantar suspicacias sobre la política y la realidad ucraniana es automáticamente sospechoso de ser pro-ruso. Si esto fuera así, Putin habría ganado ya parte de la batalla. Sociedades democráticas no pueden permitirse hacer desaparecer el sentido crítico ni silenciar los cuestionamientos. Aunque la Unión Europea haga gestos de solidaridad y apoyo a Ucrania poniendo en marcha el proceso de adhesión, sabe, como reconoce más allá de los gestos, que el camino que separa a Ucrania de cumplir con los mínimos estándares democráticos que la UE exige es largo, lo cual no lleva a cuestionar el apoyo de Europa a Ucrania ante una invasión repugnante ni a mantenerlo pese al enorme coste que tiene y tendrá, pero no conviene taparse los ojos ante una realidad, como siempre, compleja y contradictoria, que necesita de la crítica para poder ser comprendida. Si lo que prima, como parece ser, es el “conmigo o contra mí”, estamos condenados a no entender nada.

La recomendación de la semana: Van Dijk, Teun A.(2009), Discurso y Poder, Gedisa.

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